AGOSTO 30

23.07.2021

Después de esto, resultó que la mujer de su amo puso sus ojos en él y le dijo:«¡Acuéstate conmigo!» Pero él se negó a hacerlo, y le dijo a la mujer de su amo: «Como puedes ver, estando yo aquí, mi señor no sabe ni lo que hay en esta casa. Ha puesto en mis manos todo lo que tiene. En esta casa no hay nadie mayor que yo, ni hay nada que él me haya reservado, excepto a ti, puesto que tú eres su mujer. ¿Cómo podría yo cometer algo tan malo y pecar contra Dios?» Génesis 39:7-9

José llegó a ser el mayordomo en la casa de Potifar, oficial del faraón y capitán de su guardia, quien dejo todo lo que tenía a cargo de José. Y justamente en la cima de su vida, José encontró la más terrible tentación. Podemos esperar tentación en los días de prosperidad y desahogo, más bien que en los días de privación y trabajo; no cuando está subiendo arduamente la difícil escalera del éxito sino cuando ha entrado en las puertas de oro; no donde los hombres le miran despectivamente, sino donde lo miran con dulces sonrisas de exquisita adulación.

¡Cuidado! Si llevas la armadura, debes, sobre todo, llevarla cuando estés en la cima del éxito, cuando todo va bien. Porque a menos que llevemos puesta la armadura, nos perderemos: «Velen y oren para que no entren en tentación; porque la carne es débil». Sin duda la tentación sobrecogió a José como el sacudimiento de un terremoto, llenándolo a un tumulto repentino de pensamientos. La apelación inesperada a sus pasiones, revistió a la tentación con doble fuerza. ¡Cristiano, cuídate de las tentaciones repentinas!

Parecía esencial para José estar bien con la esposa de su jefe. Agradarla aseguraría su avance. Desagradarla, la haría su enemiga y arruinaría su futuro. ¡Cuántos habrían razonado que, cediendo por un solo momento, podrían ganar influencia que después usarían para los mejores resultados! Este razonamiento es uno de los más traidores y fatales al corazón del hombre. que conduce a muchos a decir, cuando son tentados a obrar mal: «No quería yo hacerlo. Cedí porque mi pan dependía de ello; no me atreví a ofenderlos».

La única armadura contra la astucia y sagacidad de los razonamientos del enemigo, es la Fe que mira hacia el futuro y cree que al fin se hallará que es mejor haber obrado bien y haber esperado la vindicación y la bendición de Dios. Resultó mejor para José no obedecer las sugestiones de la sagacidad del enemigo: al haberlo hecho así, podría haber adquirido un poco más de influencia en la casa de Potifar; pero no podría haber durado y nunca habría llegado a ser primer ministro de Egipto, o haber tenido un hogar propio, o haber hecho que sus hermanos recibieran la bendición de Jacob, su padre, cuando estaba muriendo..

La fuerza de una tentación está en la respuesta de nuestra naturaleza a sus sugestiones. Si tan sólo fuéramos semejantes a nuestro SEÑOR, pasaríamos ilesos por un torbellino de tentaciones; no hallarían nada en nosotros. «Cualquiera que permanece en Él, no peca; cualquiera que peca, no le ha visto, y no le ha conocido».1Juan 3:6 Es por ser nuestros corazones tan desesperadamente inclinados al mal, que necesitamos vigilar constantemente: «Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; porque de él maná la vida». Prov.4:23

Todos tenemos apetitos, y deseos, lo cual no es pecado; de otro modo el hambre sería un pecado, y el adormecimiento que conduce al dulce sueño. Pero el peligro consiste en gratificarlos en un grado inmoderado o por motivos malos e impropios. La naturaleza humana es muy dada a esto, tiene esta tendencia; y las aguas hurtadas son dulces. Por esto José debe haber sufrido más. Debemos siempre distinguir cuidadosamente entre los apetitos y deseos que nos son naturales; y los que hemos adquirido por hábitos malos. No podemos consentirles en lo más mínimo. Deben ser arrancados por completo; así como las yerbas del suelo del jardín, son tiradas donde el sol pueda quemarlas hasta que mueran. Nadie está inmune de tentación, y de la imposibilidad de ceder. Si está firme, es sólo por la gracia de Dios.

Dos factores se destacan en la tentación de José: 1.- La oportunidad: El esposo no estaba en casa. 2.- La tentación constante: Y ella insistía a José día tras día, pero él no accedió. Gen.39:10 ¡Cuán terrible debió haber sido aquella persistencia!. Sin embargo, José no cedió. Procuró infundir en ella un sentido de lo que le convenía como la esposa de su señor. Pero hizo más. Cambió el caso desde el tribunal de la razón hasta el de la conciencia, preguntando con palabras que debemos recordar siempre, y que han dado el secreto de la victoria a las almas tentadas en todos los siglos: « ¿Cómo podría yo cometer algo tan malo y pecar contra Dios?».

José obró sabiamente, huyendo. «Huye de los deseos...».1 Tim.2:22 No te quedes cerca de las tentaciones. Evita todos los lugares, libros y gente que fomentan los malos pensamientos. Si lo haces, te vencerán: «Huye por tu vida. No mires detrás de ti y no te detengas en ninguna parte del valle. Gen.19:17. Recuerda, el pecado entra cuando lo consiento y cedo. Es mejor oponerse a la primera sugestión, insinuación o deseo. Resiste al diablo y huirá de ti. Sant.4:7 Es mejor perder una prenda de ropa y otras muchas posesiones más valiosas, que perder una buena conciencia Gén.39:12

No te olvides que los que creemos en Jesús estamos sentados con Él a la Diestra de Su poder; y que Satanás es un enemigo vencido debajo de nuestros pies. Deja que el Vencedor entre en tu corazón, y tu venzas la tentación como Él venció en su propia vida mortal 1 Juan 4:4; Juan 16:33. Abre todo tu ser a la gracia vencedora del Espíritu Santo; y así seremos más que vencedores por medio de Aquel que nos ama.

Puesto que eres demasiado débil para guardar cerrada la puerta de tu corazón contra la tentación; somete tu vida al SEÑOR y a la gracia vencedora de Su Santo Espíritu, y suplica al poderoso Salvador que se coloque contra ella diciendo: No permitas que cedamos ante la tentación y líbranos del maligno. Mateo 6:13. Todo el infierno no puede romper la puerta que confíes a la guardia de Jesús. -F.B.Meyer