MARZO 7

02.04.2021

Toda buena dádiva y todo don perfecto descienden de lo alto, del Padre de las luces, en quien no hay cambio ni sombra de variación. Santiago 1:17

Como el sol para la tierra, es el Padre para nosotros. El acto pagano de adoración más elevado era aquel en que se paraban sobre la cumbre de una montaña a contemplar al Este, para luego inclinarse ante a la aparición del sol vivificante. La comparación del apóstol es hermosa y adecuada. La luz que hace resplandecer el rostro humano, que ilumina una página o un camino, brota del sol. El brillo de una antorcha de madera de pino, la lámpara que alumbra, el resplandor de los carbones encendidos y los destellos de diamantes son rayos de sol liberados. El hermoso arco iris, el cielo azul, el mar, el gozo indecible de las flores, el encanto de la primavera, las delicias del verano, la riqueza otoñal y el esplendor luminoso del campo nevado bendicen al sol por su existencia.

Ahora dejando las figuras, llegamos a una gloriosa realidad, Dios es el Verdadero Padre de las luces: Es el Autor de todo bien y de todo don perfecto. El orgullo se levanta y se jacta de sí mismo: "¿He de agradecer a Dios por la salud y la riqueza, la educación, la posición social que he alcanzado, la influencia política y por cuanto he logrado, gracias a mi dedicación y habilidad, a mi buen juicio, perseverancia y resolución? Debo usar aquella corona porque saqué el oro, corté y preparé los diamantes. La corona es mía."

Ten cuidado, hijo de Dios, escucha: Una voz resuena a través de los siglos y por sobre la tumba de centenares de generaciones: " Cuídate que no se enaltezca tu corazón y te olvides del SEÑOR tu Dios y digas en tu corazón: Mi poder y mi fuerza me han dado esta riqueza. Recordarás ahora al SEÑOR tu Dios porque ÉL es quien te da el poder de tener riquezas." Deut.8:11-18 Si todo lo hubiéramos logrado por nosotros mismos, no necesitaríamos de Dios. La dependencia en Dios significa asociación con Dios, y esta es la suprema oportunidad de la vida y la esperanza más noble. Todo don desciende de lo alto para que nuestros pensamientos y nuestra gratitud se dirijan a lo alto.

Los dones de Dios son para que levantemos nuestro rostro hacia Él, para despertar en nosotros el amor hacia ÉL. Cada mal, cada imperfección nos arrastra hacia las tinieblas; cada bien y cada don perfecto nos conduce hacia la luz. Las aves y las flores son el llamamiento de Dios a la confianza; el orden perfecto de los cielos, nos llaman a la simetría y a la firmeza; la hermosura de la naturaleza pide de nosotros la hermosura de la santidad; los afectos de la tierra nos llaman al amor perfecto que ellos representan fragmentariamente.

Gracias sean dadas a Dios por Su llamado Supremo: Aquel bien y Don perfecto, el Don Inefable, Su vida, Su amor, Su ser, dados en CRISTO JESÚS. - Maltbie Davenport Babkcok