MARZO 28

02.04.2021

Por tanto he aquí, yo la induciré, y la llevaré al desierto, y hablaré a su corazón. Oseas 2:14

En la vida cristiana "El desierto" no es solo sinónimo de pruebas y dificultades, su significado y relevancia para la fe misma va más allá de nuestra limitada perspectiva. Moisés vivió en el desierto antes de recibir su misión. En el desierto estuvieron los hijos de Israel tras ser liberados del yugo egipcio (Éxodo 13:17-18,20); en el desierto estuvo David huyendo del Rey Saúl (1 Sam 23); Tras 40 días y 40 noches de ayuno y las tentaciones de Satanás en el desierto, Jesucristo, Nuestro Salvador, regresó a su tierra fortalecido para iniciar su ministerio con señales y prodigios (Lucas 4:14).

En el desierto no hay gloria, sino oscuridad; no hay gozo, sino quebranto; no hay claridad de pensamientos, sino confusión. En la soledad del desierto, los cuatro vientos dan con ímpetu sobre el creyente, dejándole débil, pero fuerte en Cristo. Pasar por el desierto espiritual es una gracia muy especial que solo Dios concede. Por eso, lo primero que se debe considerar cuando se es dirigido al desierto es el amor de predilección con el que Dios te ha bendecido. Dios llama te llama para que estés a solas con Él, para hablarte al corazón, atraerte hacia Él, para vivir en unión sólo con Él.

¿Cuál es la razón de ser de atravesar el desierto espiritual? ¿Por qué es necesario? ¿Es que Dios es muy severo para llevarnos allí? Las experiencias en el desierto son imprescindibles en el caminar del cristiano. En el desierto no tenemos a nadie, sino a Dios; no hay ningún alimento, sino la palabra de Dios; no hay recursos humanos en los cuales confiar, solo una dependencia total en Dios. En el desierto Dios habla a nuestro corazón y nos enseña que jamás estamos ni estaremos solos. En el desierto nuestra grandeza desaparece; todo lo que es vano, deja de ser. Allí hay un desprendimiento a lo terrenal, allí muere nuestro ego, vacíos de nosotros mismos, estamos llenos sólo con la Presencia del SEÑOR. Allí el creyente puede decir en verdad con Pablo: Ya no vivo Yo, mas vive Cristo en mi. Gal.2:20

Hay tal presunción en el hombre, pese a su pequeñez; hay tal vanidad, a pesar de que es nada, que es sólo polvo; que solamente puede ser liberado a través de las experiencias del desierto. Allí se pierde toda esperanza; toda fuente se muestra insuficiente; todo verdor desaparece. ¡Cuántas lágrimas, cuánta angustia y cuánta desesperación! Todos los vanos sueños de grandeza se esfuman, toda justicia propia se hace añicos; las pretensiones humanas se pulverizan. La necedad del hombre es barrida, y en su lugar queda un grato sabor de sensatez y pureza. Aquellos pecados que el creyente nunca pudo dejar; aquella dureza de corazón que le persiguió siempre; todo ello será barrido. En el desierto, el arado de Dios penetra profundo en el corazón, para dejar buena la tierra.

El desierto es nuestro refugio, un lugar que pocos aman, pero es un lugar de verdadero encuentro con Dios, porque allí no hay distracciones ni placeres de este mundo. El desierto es un lugar de desprendimiento de todo lo creado, donde podemos purificar nuestros sentidos, nuestras potencias internas, nuestros pensamientos, memoria, y deseos. Allí somos despojados de todo lo mundano, material y carnal, razón por la cual, podemos experimentar a Dios más abundantemente y vivir iluminados por Su esplendor. Como con el pueblo de Israel durante su travesía por el desierto, siempre estaban iluminados: El Señor iba delante de ellos, de día en una columna de nube para guiarlos por el camino, y de noche en una columna de fuego para alumbrarlos.Éxodo 13:21

Para el que vive así, apartado, despojado, lleno del Espíritu Santo, su vida en el desierto es más como estar en un huerto de riego donde el SEÑOR le pastorea siempre y como manantial de aguas cuyas aguas nunca faltan, Isaías 58:11, porque experimenta el amor divino de una manera más intensa y más bella que en cualquier otro lugar. En realidad vive bajo la bandera del amor de Dios: "Y su bandera sobre mí es amor" Cant 2: 4. Cuanto más nos alejamos de todo lo externo y temporal, más llenos somos del Espíritu Santo, y más disfrutamos Su presencia, de su paz, de su gozo. El gozo del SEÑOR es mi fortaleza. Nehemías 8:10

El desierto es la puerta angosta y el camino estrecho, escarpado, y difícil que pocos hallan; pero es la puerta de entrada a todo este deleite celestial, a toda esta belleza y esplendor espiritual. La bendición que dejará el desierto es de tal magnitud, que el alma puede ser consolada ahora. No reniegues de tus desiertos, agradece a Dios por cada uno de ellos. Por tanto, he aquí, yo la induciré, y la llevaré al desierto, y hablaré a su corazón. Oseas 2:14