DICIEMBRE 28

14.02.2021

«Mira mi aflicción y mi trabajo, y perdona todos mis pecados». Salmo 25:18

Nota las muchas pruebas del creyente; aquí tenemos algunas palabras para describir aflicción: « Angustias, dolor, congojas, trabajos, tribulaciones, penas». Pero también el espíritu sumiso y confiado de un verdadero cristiano; todo lo que pide es: «SEÑOR, mira mi aflicción y mis trabajos.» No pronuncia ni aun expresa una queja; una mirada de Dios le deja contento, y habiendo sido concedida, no pide más.

Aún más notable es la forma en que el creyente bajo la aflicción descubre la verdadera causa de lo que sufre y pone el hacha a la raíz de la misma. «Perdona Todos mis pecados» es el clamor de un alma que está más acongojada por el pecado que por la enfermedad y quiere ser perdonada y luego curada. Bienaventurado el hombre para quien el pecado es más insoportable que la enfermedad; no tardará mucho antes que el SEÑOR le haya perdonado la iniquidad y curado la enfermedad. Los hombres son lentos en darse cuenta de la íntima conexión entre el pecado y la aflicción; solamente un corazón sensible al Espíritu Santo se da cuenta de ello. Es por causa de la enfermedad del alma que Dios nos visita con la enfermedad del cuerpo. Su objetivo es curar el alma al tocar el cuerpo. Y, por tanto, en este caso, cuando Dios nos visita con la enfermedad, deberíamos pensar que nuestra tarea está más bien en el cielo con Dios que entre los hombres y los médicos.

La lección especial del versículo es esta: que nosotros debemos ir al SEÑOR con pesares y pecados en un espíritu recto. Observa que todo lo que David pide para su aflicción es: «Mira mi aflicción y mi trabajo». No obstante, la otra petición es mucho más expresiva, definida, categórica y clara: «Perdona Todos mis pecados». Muchos creyentes se expresan así: «Quita mi aflicción y mi trabajo, y mira mis pecados». Sin embargo, David no habla de ese modo; sino que dice: «SEÑOR, en cuanto a mi aflicción y mi trabajo no daré órdenes a tu sabiduría. Míralos; te los entrego a ti. Será motivo de gozo para mí el ver mi dolor eliminado; pero haz conforme a tu voluntad. En cuanto a mis pecados, necesito que me sean perdonados todos. No puedo resistir un momento más bajo su maldición»

Es beneficioso para nosotros cuando las oraciones por nuestras aflicciones van unidas a las súplicas por el perdón de nuestros pecados; cuando, hallándonos bajo la mano de Dios, no somos completamente absorbidos por nuestros padecimientos, sino que recordamos nuestras ofensas contra ÉL. Es un bien, asimismo, llevar las aflicciones y los pecados al mismo lugar. David llevó su aflicción a Dios, y a ÉL confesó su pecado. - C.Spurgeon