NOVIEMBRE 27

14.02.2021

"Si ustedes no cambian y se vuelven como niños, no entrarán en el reino de los cielos." Mateo 18:3

Los niños son modelo de humildad, de inocencia, que debe resplandecer en todos los que quieren acceder al Reino de los cielos. Los niños están libres de vanidad, arrogancia, deseo de fama o vanagloria, envidias, contiendas, iras, malicia. Dijo Pablo: Sean niños en lo que respecta a la malicia.1Cor.14:20 Por todo esto, advierte el SEÑOR: Si no cambian de conducta hasta ser semejantes a los niños en la renuncia de todas las obras de la carne (Gálatas 5:19-21), de verdad les digo que no entrarán en el Reino de Dios.Cristo ama la infancia que enseña HUMILDAD, modelo de la dulzura y la esencia de una vida cristiana sincera. Él dijo: «Aprendan de mí que soy manso y Humilde...» En la escuela de la humildad, aprendan de mí, no a buscar en el mundo cosas grandes que excedan sus capacidades, no a buscar reconocimiento y aplausos, no a creerse superiores; "Aprendan de mí a ser mansos y humildes." La verdadera humildad consiste en renunciar a la propia voluntad y a toda búsqueda personal, entregándose totalmente en las manos de Dios, llegando a ser una sola voluntad con la voluntad divina.

La humildad infantil a la que nos llama el SEÑOR, implica un sacrificio costosísimo al orgullo humano, pues consiste en la negación total de sí mismo. Vengan a Cristo como niños, ustedes que han dañado sus mentes con pensamientos de hombres vanos, vengan a Cristo sin alarde de ciencia y conocimiento, sin palabras adornadas o rebuscadas, en lugar de pensar que creciendo y siendo más grandes se vuelven más aptos para Cristo, vuélvanse más pequeños. En lugar de ser más sabios, sean más simples, despójense de toda sabiduría, busquen en Cristo el conocimiento, la justicia y todas las cosas. Vengan a Cristo como lo hace un niño, con toda sencillez, sin avergonzarse de hablar como lo siente su corazón. Crean lo que el SEÑOR dice. El niño cree en toda Humildad, poniendo la mira en su Maestro y recibiendo Su palabra como definitiva. Vacíos del yo y con la humildad que caracteriza a los niños, digamos con David: " SEÑOR, mi corazón no es orgulloso, ni son altivos mis ojos; no busco grandezas desmedidas, ni proezas que excedan a mis fuerzas." Salmo 131:1. Amén