MARZO 21

02.04.2021

Un mandamiento nuevo les doy: Que se amen unos a otros; como yo los he amado, que también se amen unos a otros. En esto conocerán todos que son mis discípulos, si se aman unos a otros" (Juan 13:34-35).

En este pasaje de la Escritura, Jesús se dirigió a sus discípulos un poco antes de ir a la cruz. ¡Fue una escena increíble! Aquel que era la encarnación del extravagante amor de Dios por toda la humanidad estaba ordenando a sus discípulos que sigan su ejemplo de profundo amor por los demás, especialmente hacia aquellos que pertenecen a la familia de la fe. Por supuesto que este no era un mandamiento únicamente para los que estaban presentes con Él en ese momento, el Señor estaba promulgando este mandamiento para ti y para mí hoy en día.

Nota que la clase de amor a la que Jesús se está refiriendo no significa simplemente tener afinidad o afecto los unos por los otros. No, el Señor está llamando a Su Iglesia a ser una expresión de amor tan profundo y que va más allá de nuestra capacidad humana natural y que va presentarse como un testimonio innegable de la realidad de Dios. "El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad. Todo lo sufre...todo lo soporta. El amor nunca deja de ser" (1 Corintios 13:4-8).

Después de todo, abrir el corazón a otras personas siempre implica un riesgo. Muchos han amado profundamente, han dado generosamente, han abierto su corazón, y finalmente han sido apuñalados por la espalda. Sí, a veces estas cosas pasan. Las personas pueden huir y negar que alguna vez nos conocieran; otros que una vez eran muy cercanos y decían amarnos terminaron huyendo en nuestro momento de necesidad. ¿Pero vamos a dejar que eso nos impida darnos a ellos?

Jesús dijo una vez a sus discípulos: "Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame" (Mateo 16:24). No hay manera en que puedas tomar tu cruz y escapar de la traición. Llegará un momento en que la gente va a escupirte en la cara, pero como seguidor de Cristo, debes continuar amándolos.

Al recibir este nuevo mandamiento, el apóstol Pedro había asumido que tenía la capacidad inherente de hacer lo que Jesús los estaba llamando a hacer. Le preguntó a Jesús: "Señor, ¿a dónde vas? Jesús le respondió: Adonde yo voy, no me puedes seguir ahora; mas me seguirás después" (Juan 13:36).

En otras palabras, Jesús estaba diciendo: "Pedro, ahora no tienes la fuerza para ir a dónde voy. No puedes amar de la manera que Yo amo". Nosotros también debemos reconocer esta debilidad en nosotros mismos. No puedo amar a la gente de la forma en que Jesús me manda hacerlo, y tú tampoco puedes. Sólo Dios tiene este tipo de amor benevolente que necesitamos. Es sólo cuando el Espíritu Santo viene sobre nosotros -cuando la victoria de Cristo se convierte en nuestra victoria y el corazón de Dios se convierte en nuestro corazón- que podemos cumplir este nuevo mandamiento.

ORACIÓN: "Dios, derrama Tu Espíritu, y ayúdame a amar como Tú lo haces. Te doy gracias por las bendiciones en mi vida, pero estoy consciente de que me han sido dadas por una razón, así que no permitas que sea ciego a ese propósito. No me dejes simplemente tomar todo y usarlo para mi propio beneficio. Oh, Dios, abre mis ojos y mi corazón; dame el valor para amar. Llévame adonde no puedo ir en mi propia fuerza. Hazme capaz de seguirte hasta el lugar donde Tu fuiste- ¡donde fuiste derramado por los demás!"