MARZO 13

02.04.2021

Y descendiendo Pedro de la barca, andaba sobre las aguas para ir a Jesús. Mas viendo el viento fuerte, tuvo miedo; y comenzando a hundirse, dio voces diciendo; "SEÑOR sálvame." Mateo 14:29-30.

Fue tal el deseo que tenía Pedro de unirse a Jesucristo, quiso salir a su encuentro sobre las aguas, olvidándose del peligro. Sabía que Jesús todo lo puede, y que es tan poderoso en el mar como en la tierra, en esto descubrió un milagro mayor, pues no solo Cristo andaba sobre las aguas por el poder de su Divinidad, sino que Pedro también caminaba sobre ellas hacia el Salvador por el mismo poder. Pero, sobrevino entretanto un viento impetuoso, Pedro perdió el ánimo y la confianza sobrecogido de terror, se vio repentinamente privado del apoyo que le sostenía. La vista fue un obstáculo. Una vez que él decidió ir a Cristo, no debió prestar atención a las olas, lo importante para él, debió ser la senda luminosa que a través de la oscuridad brillaba, desde donde Jesús estaba. Cuando el SEÑOR te llame sobre las aguas, diciendo: "Ven," marcha alegre hacia adelante. No mires las circunstancias ni por un solo momento, no mires a otra parte, sino a Él.

Se abre el mar bajo sus pies; siente que va sumergirse pero no se olvida que está cerca de su Amado Maestro, y clama: "Sálvame, SEÑOR,". Le amaba mucho el SEÑOR y no permitiría que pereciera, extendió Su mano Omnipotente Salvadora, sosteniéndolo, dijo: "Hombre de poca Fe ¿Por qué dudaste?" Mat.14:31 Ardía la Fe en su corazón, pero la debilidad humana le hizo ver el viento fuerte e impetuoso. El SEÑOR, para mostrarle Su Omnipotencia Divina, permitió que se hundiera, para que no se olvidara de su propia debilidad, y para que no se llenara de soberbia creyéndose igual a Dios, porque podía caminar sobre las aguas. Fue entregado por un tiempo a la prueba, para que aumentara y creciera su Fe por la oración, y reconociera que solo por el poder del SEÑOR puede ser librado. Y si Él dilata la ayuda a los atribulados, se compadece al fin de ellos, los consuela y conforta. El SEÑOR permitió un peligro y le hizo esperar, para enseñarle a ser Paciente. El SEÑOR es bondadoso y misericordioso, pero no envía las ayudas al principio, sino al final de las tribulaciones, para que nos ejercitemos en la Paciencia. El SEÑOR te prueba pero no te abandona. Podrá tardar, pero espera con Fe, pues ninguno de cuantos confían en Él será confundido. Salmo 25:3

Pedro no debió temer por fuerte que fuera el viento, puesto que la Obediencia al precepto de Jesús, fue la que le dio agilidad, y consolidó la fluidez de las aguas bajo sus pies. Nada puede dañar a ningún creyente, ningún viento contrario por más impetuoso que sea, si la Fe permanece firme. Jesucristo, verdad eterna, con su presencia y palabra, hace huir el temor y crea la confianza. Los humildes conocen y distinguen perfectamente la palabra amorosa de Aquel que es su único consuelo y esperanza, en medio de las densas tinieblas de una horrible prueba. Su presencia serena todas las borrascas, y disipa los vientos de las más espantosas tribulaciones.

Nos enseña nuestro Maestro Divino, que aquellos que le siguen fielmente, aplastan la soberbia del mundo, pisan las olas de las tribulaciones, y llegan con prontitud a puerto seguro. El mundo es como el mar; el viento fuerte y las olas embravecidas, son los apetitos de la carne, las codicias y los malos deseos de cada uno. Si amas a Cristo, caminas sobre el mar y bajo tus pies está la soberbia, la arrogancia y los deseos de este siglo. Pero si amas al mundo, él te absorberá porque acostumbra tragarse a los que lo aman, no salva y hace que se hundan. Si tu corazón fluctúa, y está a punto de naufragar por los malos deseos, invoca la Divinidad de Cristo.

Aprende a pisar el mar del mundo, aferrándote a la Fe de Cristo. Si tu pie no está firme, si titubeas, si no superas la fuerza de los vientos, y te hundes sin remedio, clama: "SEÑOR, líbrame que perezco." Pues solo puede librarte de la muerte, del pecado y de la carne, Cristo quien por ti murió en la Cruz. Así que, no es de admirar, si subiendo Cristo a la barca cesa de repente el viento, pues en cualquier corazón que Él entra con su gracia y con su amor, al instante se dominan y callan Todas las pasiones, se controlan todos los vicios y deseos del alma, se disipan las sugestiones de los espíritus malos, ya que por Cristo pasamos del golfo de la borrasca, a la playa de la serenidad, y llegamos al puerto anhelado de la salvación con seguridad....

ORACIÓN: "Misericordioso Dios y SEÑOR mío, Jesucristo: Dígnate por tu gran bondad subir en la débil barca de mi corazón, calmar los vientos impetuosos de la soberbia, las embravecidas olas de los vicios del alma, de los deseos pecaminosos que lo agitan y conmueven, y de las tribulaciones que lo hacen murmurar y quejarse; no sea que alguno de ellos me debilite en la Fe, me hunda y me pierda para siempre. Dame consejo en medio de las confusiones de mi espíritu, ayuda en las persecuciones, consuelo en las tribulaciones, fortaleza en las adversidades y en toda tentación tu fuerza y poder para resistir. Líbrame de las tempestades del agitado mar de este mundo, condúceme a la tranquilidad y calma de la playa, concédeme la paz interior que sabes que necesito ahora, y después la gloria eterna en la que para siempre te alabe...." Amén