OCTUBRE  9

13.10.2021

"Ríos de agua descendieron de mis ojos, Porque no guardaban tu ley". Salmo 119:136.

El dolor del salmista era tal que apenas podía darle salida; sus lágrimas no eran gotas de pena, sino torrentes de ayes y lamentos. En esto era como el Señor Jesús, que contempló la ciudad y lloró sobre ella; y como el mismo Jehová, que no tiene placer en la muerte del que muere, sino en que se arrepienta y viva. El creyente maduro se apena por los pecados de los demás. Nadie se ve tan afectado por las cosas celestiales como los que se dedican mucho al estudio de la Palabra por ello han aprendido la verdad y la esencia de las cosas.

Los hombres carnales tienen miedo a la fuerza bruta y lloran por las pérdidas; pero el espiritual siente un santo temor del mismo Señor y, más que nada, lamenta que se proyecte deshonra sobre su santo nombre. Algunos dicen: Porque mis ojos no guardan tu ley. El ojo es la entrada y salida de gran cantidad de pecado y, por tanto, tendría que ser un ojo que llora. Nótese que los pecados de los pecadores son las penas de los santos. Hemos de lamentar lo que ellos no pueden enmendar. M. Henry

Vivimos en tiempos cuando tenemos compasión sin compadecer. Los maestros bíblicos no enseñan a llorar. Por supuesto, no pueden hacerlo, es una enseñanza que sólo puede impartirla el mismo Espíritu Santo. Un predicador repleto de solo conocimiento, no irá lejos, a menos que experimente amargura por los pecados de nuestro siglo. Un clamor repetido de Livingstone era: «Señor, ¿cuándo serán curadas las llagas de este mundo? Pero nosotros, ¿nos sentimos apesadumbrados al orar? ¿Empapamos nuestros almohadones de lágrimas como lo hacía David?»

No sentimos el pecado como pecado: Llamamos a lo bueno malo y a lo malo bueno. Isaías 5:20 Los necios se burlan del pecado. Llama necios, o locos, a los que menosprecian esta gran realidad. Los grandes pensadores de la Iglesia cristiana han designado siete formas de pecar a las que llaman pecados mortales, todo pecado es mortal. Pero estos siete pecados son las raíces de millares de pecados. Las siete cabezas del monstruo que está devorando nuestra generación a toda prisa. Estamos ante una generación seducida por el placer, que no se preocupa de Dios. Engreída con un pseudo-intelectualismo y adornada con una amplitud de criterio que significa indiferencia a todo lo espiritual, acepta fácilmente las normas degradadas de una nueva moral.

De modo uniforme, el carácter del pueblo de Dios es representado no meramente como los que están libres de «todas las abominaciones que se hacen en medio de la tierra», sino también los que suspiran y gimen por causa de ellas Ezequiel 9:4. Y ¿quién no ve el campo inmenso que se extiende por todos lados para el ejercicio de la compasión cristiana sin restricciones? El espantoso espectáculo de un mundo apostatando de Dios, de multitudes jugando con la destrucción eterna como si el Dios del cielo fuera un «hombre para que mienta» es, sin duda, bastante para forzar «ríos de aguas» de los corazones de aquellos que se ven afectados por el honor de Dios. -F.B.Meyer

¡Qué cantidad de pecado asciende como una nube delante de Dios de un solo corazón! Calcúlese al agregarse el de todo un pueblo, una ciudad, un país, el mundo, cada día, cada hora, cada momento. Bien pueden salir ríos de aguas sin cesar, a punto de desbordar las orillas. C. Bridge