DICIEMBRE 8

Jesús respondió: "Escrito está: "No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios".Mateo 4:4
Aquí tenemos la única actitud verdadera, segura y dichosa para el hombre; estar en sincera dependencia de "Toda palabra que sale de la boca de Dios". ¡Bendita actitud! Lleva al alma a un contacto directo, viviente y personal con el SEÑOR mismo, por medio de su Palabra. Expone el bendito hecho de que nuestras almas no pueden subsistir sin ella, de igual modo que nuestro cuerpo tampoco puede hacerlo sin el alimento. Necesitamos usar y valorar la Palabra como el hambriento usa y aprecia el pan. Acudamos a ella para buscar lo que es absolutamente necesario para el sustento del alma creyente, porque sirve de luz, de guía, de consejo, de consuelo, de autoridad, de fuerzas, y de todo lo que pueda necesitar.
"Toda palabra". Cuán plenamente demuestra que no podemos pasar por alto ni una sola palabra que salga de la boca de Dios. Las necesitamos todas. Si nuestra alma se encuentra en dificultades y está con verdadera disposición de corazón, el Espíritu de Dios proporcionará el texto apropiado para el caso, y veremos entonces el poder, la belleza, la profundidad y la adaptación espiritual de aquel texto que habíamos pasado por alto. En la Biblia tenemos todo lo que necesitamos; por eso debemos procurar estar cada vez más estar familiarizados con ella, a fin de encontrarnos totalmente preparados para cuanto pueda presentarse, sea una tentación del diablo, una seducción del mundo o un deseo carnal; y estar instruidos "para seguir la senda de las buenas obras, que Dios preparó de antemano para que anduviéramos en ellas". Ef.2:10
Además, debemos prestar especial atención a la frase «de la boca de Dios». Ella es indeciblemente preciosa. Trae al Señor muy cerca de nosotros, y nos da profundo sentido que dependemos de ellas como algo esencial y absolutamente indispensable. Expone el hecho que nuestras almas no podrían subsistir sin ellas, de igual modo que nuestro cuerpo tampoco podría hacerlo sin el alimento. En resumen, este verso nos enseña que el único lugar de fortaleza, seguridad, descanso y bendición del creyente se encuentran en una habitual dependencia de la Palabra de Dios. Nuestro bendito Señor no pronunció una palabra, no hizo una sola cosa que no haya sido sustentada por la autoridad de la Palabra de Dios. Pudo convertir la piedra en pan, pero no lo hizo porque Dios no se lo había dicho. De ahí que las tentaciones de Satanás fueron impotentes. Nada pudo lograr nada de Aquel que solo quería actuar bajo la autoridad de la Palabra de Dios.
Nunca defrauda a aquellos en ella confían, si nos sentimos desamparados, oprimidos de corazón y desolados, nada puede calmarnos y confortarnos como las balsámicas palabras que el Espíritu Santo escribió para nosotros. Un verso de la Sagrada Escritura puede hacer más para alentarnos y consolarnos que todas las cartas de condolencia que jamás haya escrito alguien. Si estamos perplejos por causa de las opiniones contradictorias y dogmas de diferentes escuelas teológicas. Unos cuantos versículos de la Biblia derramarán raudales de luz divina sobre el corazón y la conciencia, dándonos completa paz, contestando toda inquietud, quitando toda duda, dándonos a conocer la mente de Dios y poniendo fin a toda contradicción mediante la única autoridad divinamente competente.
La Escritura es un tesoro divino e inagotable, por el cual Dios provee abundantemente a todas las necesidades de cada creyente en particular. De ahí que debamos estudiarla, meditarla, excavar profundamente en ella y tenerla atesorada en nuestros corazones, lista para ser empleada en cuanto la necesidad lo demande. ¡Qué dádiva es la Sagrada Escritura! ¡Qué precioso tesoro poseemos en la Palabra de Dios! ¡Cómo debemos bendecir al SEÑOR por habernos dado Su Palabra! Sí; y bendigamos Su Santo Nombre también por todo cuanto tienda a darnos un conocimiento más completo de la profundidad, plenitud y poder de las palabras de este verso: "No solo de pan vivirá el hombre, sino de toda lo que sale de la boca de Dios". -Charles Mackintosh