MARZO 7

"ESTE PUEBLO CON LOS LABIOS ME HONRA, PERO SU CORAZÓN ESTÁ MUY LEJOS DE MÍ. ISAÍAS 29:13
En todos tus deberes íntimos, Dios mira primero y más a tu corazón. No es un trozo, no es un rincón de este, lo que satisfará al Hacedor del corazón. El alma misma de la oración reside en el derramamiento del alma ante Dios. El corazón es un tesoro, un lecho de especias, un trono real en el que Él se deleita. Dios No mira: la elegancia de tus oraciones, para ver lo refinadas que son; ni la cronología de tus oraciones, para ver de cuánto tiempo son; no mira la aritmética de tus oraciones, para ver cuántas son; pero mira la intensidad y sinceridad de tus oraciones, para ver cuán veraces son. No hay oración reconocida, aprobada, aceptada, registrada o recompensada por Dios, sino aquella que se hace con un corazón sincero.
La razón por la que hay tantos fracasos en tus oraciones es porque tu corazón no está en ellas. Este pueblo de labios me honra; Mas su corazón está lejos de mí. Mateo 15:8 Ningún hombre puede hacer un trabajo seguro, feliz y eficaz en la oración sino aquel que hace que su corazón esté en ella. Cuando el corazón de un hombre está en sus oraciones, entonces grandes y dulces será su impacto en el cielo, moverá la mano de Dios en su favor. La oración sin el corazón es como metal que resuena o címbalo que retiñe. La oración es sólo eficaz cuando el corazón está en ella, y no de otra manera. Dios no oye más de lo que habla el corazón. Si el corazón es mudo, ciertamente Dios estará sordo. Ninguna oración es aceptada por Dios, sino la que sale de un corazón ferviente.
Sean fervientes, sean cálidos, sean constantes en la oración. Ciertamente, todas esas frases usuales de clamor, lucha y contienda con Dios, están esparcidas en toda la Escritura. El fervor empluma las alas de la oración y las hace volar más veloz hacia el cielo. Una flecha, si se eleva un poco, no vuela muy lejos; pero si se estira hasta la cabeza, volará lejos y penetrará profundamente. Así también, la oración ferviente vuela tan alto como el cielo, y ciertamente traerá bendiciones desde allí. ¡Mira! como en un fuego pintado no hay calor; así en una oración fría no hay fuego ni calidez, ni omnipotencia, ni devoción, ni bendición. Las oraciones frías son como espadas sin filo, como pájaros sin alas: no perforan, no cortan, no vuelan hasta el cielo. Tales oraciones que no tienen fuego celestial, fuego del Espíritu Santo en ellas, siempre se congelan antes de llegar al cielo. Pero es la oración ferviente con Dios el mayor antídoto contra todos los problemas de esta vida. -Thomas Brooks
"La oración del justo es poderosa y eficaz" Santiago 5:16; pero si no es ferviente no podemos esperar que sea eficaz. Tenemos que evitar el lenguaje florido. Debemos pedirle a Dios que derrita las congeladas cavernas de nuestra alma, y que convierta nuestros corazones en hornos de fuego ardiendo siete veces más. Si nuestros corazones no arden quizá nos preguntemos si Jesús está con nosotros. Él ha amenazado con vomitar de su boca a quienes no son ni fríos ni calientes (Apocalipsis 3:16). Si es cierto que Él "fuego consumidor", no tendrá comunión con nosotros hasta que nuestras almas crezcan, maduren y se conviertan también en "fuego que consume".
¡Ah, por un poderoso clamor! ¡Un clamor que prevalezca! ¡Que estremezca los ámbitos celestiales! ¡Un clamor que abra las puertas de los cielos! ¡Que sea irresistible para Dios! ¡Un clamor que los santos eleven juntos en amor y lleno de pasión santa! Deja que Dios arroje la piedra en el pozo estancado del corazón del creyente y podamos ver cómo las ondas del avivamiento son expandidas a través de todo el mundo. El Reino de Dios se extenderá y vendrán días de refrigerio y fluyendo de la presencia del SEÑOR. Permíteme decir ahora, que aún si a Él no le place oírnos al comienzo de nuestra súplica, nuestro deseo debe ser esperar en Él hasta que lo haga. SEÑOR, aún permaneces escondido tras las montañas, pero esperamos por ti como aquellos centinelas que esperan a la mañana. ¡Pero no te tardes Dios, nuestro! ¡Apresúrate, amado nuestro! " -C.Spurgeon