ENERO 5

07.01.2023

"Y Todo lo que pidan en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo". Juan 14:13

La verdadera oración sólo puede iniciarse sobre la base de nuestra crucifixión con Cristo. Esta es la condición principal. "Si permanecéis en Mí y Yo en vosotros, todo lo que pidáis, os será hecho". Debemos estar "en Cristo". Pero no podemos estar en Cristo sin haber muerto al "viejo yo con sus pasiones y deseos", en el poder de la muerte del Salvador, o ser como Dios nos ve, "crucificados juntamente con Cristo". Gal.2:20. La única razón por la que muchos encuentran la vida oración tan poco atractiva, es porque han intentado entrar en los poderes de la oración en sus propias fuerzas, porque el "viejo yo" sin crucificar, no puede manejar estas arma que "no es humana, sino poderosas en Dios", ni puede "amar a sus enemigos", o "tener la mente de Cristo Jesús", o cumplir cualquier otra gracia cristiana.

La verdadera oración sólo puede hacerse sobre la base de nuestra crucifixión con Cristo. Esta es la condición principal. "Si permanecen en Mí y Yo en ustedes, todo lo que pidan, les será hecho". Pero no podemos estar en Cristo sin entregar a muerte la "vieja vida de pecado", en el poder de la muerte del Salvador, o ser como Dios nos ve, crucificados con Cristo. Solo así nos damos cuenta de nuestra unidad con Cristo en la muerte y la resurrección, que la oración se convierte en la fuerza maravillosa que encontramos en la vida del Salvador. Y nuestros espíritus liberados por el poder de la cruz de los enredos carnales y anímicos, "levantarán alas como las águilas". Es entonces que la comunión con Cristo que habita la Eternidad, fluye a su máxima expresión. El mandato, "Oren sin cesar", 1 Tes.5:17, deja de ser algo imposible por una apropiación de todos los beneficios del Calvario.

Crucificados con Cristo es que la oración animada por el Espíritu del Dios vivo, es liberada de todo ingrediente egoísta, se convierte en gemido indecible, que no deja de mover montañas y de lograr lo imposible. Y en el cumplimiento de la voluntad de Dios 1 Juan 5:14; y por lo tanto, prevalecerá por muy grande que sea el problema o la necesidad. Así, la oración florecerá en toda la gloria de su verdadera naturaleza. Al ver la oración a la luz de la Cruz y nuestra participación en la muerte y resurrección del Salvador, no nos sorprenden los logros de algunos de los grandes guerreros de oración de la Iglesia. Tales logros abundan en la vida y obra de aquellos que han conocido al SEÑOR Jesús y el poder de Su resurrección. Como Pablo, han tenido comunión con Él en Sus sufrimientos, "siendo semejantes a Él en Su muerte" (Fil.3:10).

Cristo no puede poseernos, y hacer brotar de nuestros corazones los ríos de Agua Viva que Él ha prometido, con fuerza sanadora, renovadora, y abundante, a menos que estemos dispuestos a ser despojados de nuestra propia vida. Cristo no levantará Sus edificios sobre los cimientos del egoísmo. Se trata de una completa renuncia a nosotros mismos. Dejémonos atraer por ese amor que conmovió tanto al Salvador que estuvo dispuesto a ser escupido, herido, colgado entre dos criminales mientras la multitud lo insultaba, murió para que pudiéramos tener vida. Respondamos con gozosa entrega a los insondables anhelos del Crucificado. Él quiere que compartamos Su Cruz. Él quiere que nos divorciemos de "la mente carnal que es enemistad contra Dios", por una participación en Su propia muerte.

Si somos seguidores de Cristo, entonces Su muerte al pecado es nuestra muerte al pecado; Su resurrección nuestra resurrección; Su victoria nuestra victoria; Su ascensión nuestra ascensión. Dios nos conceda la gracia de reclamar toda nuestra herencia para que así seamos más que vencedores con Él. "Y a Aquel que es poderoso para guardaros sin caída, y presentaros sin mancha delante de su gloria con gran alegría, al único y sabio Dios nuestro Salvador, sea gloria y majestad, dominio y poder, ahora y siempre. Amén" Judas 1:24-25. - FJ Huegel