FEBRERO  5

03.04.2022

"Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos. Señala cualquier cosa en mí que te ofenda, y guíame por el camino de la vida eterna". Salmo 139:23-24

¡Esta es una oración intensa y profundamente fervorosa por la búsqueda divina! Si hacemos esta oración sinceramente, desde nuestro corazón, nos acercará mucho a Dios. Abrirá cada cámara, cada rincón, cada rincón y grieta de nuestra vida, al ojo que es omnisciente. Se necesita valor para hacer esta oración. Mucha gente teme mirar dentro de su propio corazón. Si por alguna revelación divina fuéramos hechos para vernos a nosotros mismos tal como somos, todo el mal que hay en nosotros, todas las cosas horribles que acechan en las profundidades de nuestro ser, ¡nuestros rostros palidecerían hasta la muerte! Se necesita audacia para pedirle a Dios que examine la vida interior de uno y le muestre sus pecados.

También se necesita honestidad para hacer esta oración. Significa que todo lo malo que encontremos en nuestro corazón, bajo la luz reveladora de la Palabra y el Espíritu de Dios, nos daremos por vencidos y lo desechamos. Algunas personas no quieren encontrar sus pecados, porque no quieren abandonarlos. No podemos orar así, si no estamos dispuestos y deseosos de que Cristo nos salve de cualquier mal camino, cualquier hábito, sentimiento, disposición o temperamento pecaminoso que descubramos en nosotros mismos.

Los hombres están bastante dispuestos, a menudo, a juzgar a sus semejantes, a exponer sus faltas y proclamar sus pecados. Es más fácil para la mayoría de nosotros confesar los pecados de otras personas que los nuestros. El fariseo fue bastante libre al registrar al publicano y declarar sus malas acciones, aunque no dijo nada de sus propios pecados.

Podríamos encontrar a aquellos que estarían dispuestos a buscarnos y señalar nuestras imperfecciones, pero esto no es lo que nos enseñan a hacer. Los juicios de los hombres son imperfectos, a veces poco caritativos, incluso injustos. Hay vidas que caen bajo la condenación de los hombres, a quienes el amor salvaría. En el mejor de los casos, los hombres son sólo jueces muy parciales. No pueden ver nuestros motivos, y a menudo condenan como incorrecto lo que es noble y hermoso; o aprueban como justo y digno de alabanza lo que delante de Dios es indigno. No basta con pedir a los hombres que nos registren y nos aprueben. En caso de que nos aprueben, tal aprobación podría no tener ningún valor para nosotros.

Pero hay Uno, Cristo, que es perfecto en sabiduría, amor y justicia, y cuyos juicios son infalibles. Siempre debemos querer saber lo que Él piensa de nuestros actos, palabras y pensamientos. Aunque todo el mundo aplauda lo que hacemos, y nos alabe sin medida, si en Su rostro no hay señal de aprobación, si vemos allí la sombra de desaprobación; a los ojos de Dios, la vida humana más hermosa, revela muchos defectos y defectos. Sin duda nuestro culto más devoto, tiene mucho de pecado. Nuestro amor más desinteresado, está manchado de egoísmo. Nuestro mejor trabajo, está manchado por el mal. Por eso habla el SEÑOR por medio del profeta: "Todos somos como gente impura; todos nuestros actos de justicia son como trapos de inmundicia." Isaías 64:6

¡Qué burla es el aplauso de los hombres! Si el mundo se burla, condena y culpa; si los hombres sólo tienen desprecio y oprobio; y si mientras tanto, volviendo la mirada hacia el trono celestial, vemos en el rostro divino la sonrisa de aprobación, ¿qué nos debe importar el ceño fruncido de los hombres? Es a Dios a quien debemos volvernos-para la búsqueda de nuestra vida. Ninguna aprobación humana puede bendecir, cuando Él no bendice; ninguna sentencia humana puede atar-cuando Él pone en libertad.

Mejor es caer siempre en manos de Dios, porque su misericordia es grande en extremo, que caer en manos de los hombres. 2 Sam.24:14 Dios es más bondadoso y más justo que los hombres. Nadie nos entiende, como lo hace Cristo. Nadie conoce nuestras debilidades, como Cristo las conoce; y nadie tiene tanta paciencia con ellos como Él la tiene. Este bendito Señor nuestro conoce la vida humana por experiencia real. Fue tentado en todo según nuestra semejanza; Él sabe lo difícil que es resistir la tentación y ser bueno. Conoce todos los elementos que intervienen en la lucha humana y, por tanto, está preparado para la simpatía. No debemos tener miedo de abrir nuestro corazón a Él, porque Él nunca será injusto con nosotros. No debemos temer pedirle que nos busque; porque si verdaderamente deseamos abandonar nuestros pecados cuando los descubramos, lo encontraremos muy misericordioso y clemente.

Es el amor divino que conoce todos nuestros pensamientos de lejos, y nuestras palabras antes de que sean pronunciadas, y que nos acosa por detrás y por delante. "SEÑOR, tú sabes lo que voy a decir aun antes de que las palabras salgan de mi boca." Salmo 139:4 Dios no tiene que esperar, como lo hacen nuestros vecinos, hasta que hablemos, para saber lo que está en nuestra mente. El hombre silencioso puede ocultar sus pensamientos a sus semejantes, pero no puede ocultarlos a Dios. Los pensamientos no expresados están abiertos a Él. Las palabras pueden ocultar la verdad, disfrazarla o colorearla, pero Dios conoce el verdadero pensamiento que hay en cada palabra.

Es una de las bendiciones infinitas de nuestra vida: que Dios nos escudriñe y pruebe nuestros caminos. Si no lo hiciera, nunca llegaríamos a casa. En nuestra vida, en el mejor de los casos, hay mucha paja, frente a muy poco trigo; si la paja no se saca de alguna manera, nunca seremos aptos para el granero de Dios. El aventar puede ser un proceso doloroso, pero es una bendición, porque al final nos deja limpios y preparados para la vida santa del cielo. Entonces, cuando Dios nos busca y nos sacude, debemos ser humildes, tranquilos y sometidos a Él. Debemos orar continuamente: "Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos. Señala cualquier cosa en mí que te ofenda, y guíame por el camino de la vida eterna". Salmo 139:23-24 -J.R.Miller