AGOSTO  31

17.11.2022

El SEÑOR está cerca de todos los que le invocan, de todos los que le invocan en verdad. Salmo 145:18

La necesidad de orar es innata en el hombre; su naturaleza, incluso antes de la revelación clara y plena, ya clama en oración, pues ésta nace de los instintos, las necesidades y los anhelos profundos del ser humano. El hombre existe, por tanto, la oración existe. Dios es, por tanto, la oración es. La petición de Salomón en la dedicación del templo, producto de la piedad y la sabiduría inspiradas, nos da una visión lúcida y poderosa del vasto alcance de la oración, en la minuciosidad de los detalles y en las abundantes posibilidades y su urgente necesidad. ¡Cuán minuciosa y exactamente abarcante es esta plegaria! Hay en ella bendiciones nacionales e individuales, bienes espirituales y temporales. Después que Salomón hubo terminado su oración magnífica y sin límites, esto es lo que Dios le dijo: "el SEÑOR se le apareció por segunda vez, como ya lo había hecho en Gabaón, y le dijo: «He escuchado las oraciones y ruegos que has hecho ante mí..." (1 Reyes 9:2- 3). La oración pura es un remedio universal. Remedia todos los males, cura las enfermedades, alivia las situaciones, por calamitosas que sean. No hay nada difícil para Dios: los diagnósticos y pronósticos más sombríos pueden ser alterados por este Médico Todopoderoso. Y no hay condiciones desesperadas que puedan desafiarlo:Pido más de lo que puedo concebir, pero mi SEÑOR lo hará; mi fe, por tanto, no vacilará: si Él lo ha prometido, lo voy a recibir.

La fe ve simplemente la promesa y ya no considera nada más. No hace ningún caso de las dificultades y dice: ¡Eso será!" Hay muchísimas afirmaciones en la Palabra de Dios que dejan establecida la naturaleza ilimitada de la oración: "Llámame en el día de la angustia, y Yo te libraré, y tú me honrarás" (Sal. 50:15). ¡Cuán diversa es la gama de la tribulación! ¡Es casi infinita en sus posibilidades! ¡Universal en sus condiciones! Sin embargo, el alcance de la oración es aún mayor que el de la tribulación, tan universal como la aflicción. Y la oración puede aliviar todos estos males que llegan a los hijos de los hombres. No hay lágrima que no pueda enjugar la oración. No hay depresión de espíritu que no pueda elevar; no hay desespero que no pueda disipar: Clama a mí y Yo te responderé y te mostraré cosas grandes y ocultas que tú no conoces" (Jer. 33:3) ¡Cuán amplias son estas palabras del SEÑOR, cuán grande es la promesa, cuán alentadoras para la fe! La oración siempre nos trae alivio de Dios, bendición y ayuda, y nos da revelaciones maravillosas de su poder. No hay nada imposible para el Señor; y todas las posibilidades de Dios están en la oración conforme al Espíritu.

Samuel, de entre los jueces de Israel, nos ilustra plenamente las posibilidades y la necesidad de la oración. Él mismo, había sido beneficiario de la grandeza de la fe y oración de su madre, Ana, la cual, siendo estéril, pidió tener un hijo. Y este hijo anhelado de Ana llegó a ser un intercesor poderoso, especialmente en los casos de crisis en la historia del pueblo de Dios. El epítome de su vida y de su carácter se halla en la siguiente afirmación: "Samuel clamó al SEÑOR en favor de Israel, y el SEÑOR oyó" (1 Samuel 7:9). La victoria de Israel fue completa, constituyéndose el Eben-ezer como el memorial de las posibilidades y de la necesidad de la oración (1 Samuel 7:12) En otra ocasión, Samuel clamó a Dios, e hizo tronar y llover en aquel día, aunque era una estación seca, la de la siega, ante los aterrorizados hijos de Israel. He aquí otra de las afirmaciones respecto a este poderoso hombre de oración, que sabía orar y a quien Dios siempre escuchaba cuando oraba.

En otro lugar, hablando al pueblo de Dios, dijo Samuel: "Así que, lejos esté de mí que peque yo contra el SEÑOR cesando de rogar por ustedes; antes bien, los instruiré por el camino bueno y recto". (1 Samuel 12:23). Estas grandes ocasiones muestran que este notable juez de Israel había hecho un hábito de la oración, y que ésta era una característica visible y clara de su dispensación. La oración no era un ejercicio extraño para Samuel. Se había acostumbrado a ella; y de ella, precisamente, recibía las respuestas de Dios. Gracias a tales oraciones de Samuel, la causa de Dios fue levantada de la condición caída en que se encontraba y hubo un avivamiento nacional, del cual David fue uno de los frutos. Samuel es, pues, una ilustración evidente de las posibilidades de la oración.

Jacob es también una ilustración para todos los tiempos de la fuerza de la oración en sus conquistas. En la historia de su lucha en oración vemos que Dios le sacude con mano recia, se le presenta como antagonista. Jacob estaba dispuesto a luchar, como si estuviera luchando con un enemigo físico. Jacob el suplantador, astuto y con pocos escrúpulos, no tenía los ojos claros para ver a Dios, porque sus principios enturbiaban su visión. Pero Jacob tenía que conocer a Dios, llegar a Dios, echar mano de Él: ésta fue la exigencia de aquella hora crítica. Así, Jacob permaneció sólo toda la noche luchando en oración, y la noche fue testigo de la intensidad de este esfuerzo, los cambios y fortunas de la lucha, el avance y retroceso de su espíritu. En aquel momento y lugar se juntaron las fuerzas sacadas de la debilidad, el poder del desespero, la energía de la perseverancia, la elevación de la humildad y la victoria de la sumisión.

La salvación de Jacob resultó, en efecto, de las fuerzas que había acumulado en aquella noche de conflicto. "En el seno materno tomó por el calcañar a su hermano, y con su poder venció al ángel. Venció al ángel, y prevaleció; lloró y le rogó; en Betel halló, y allí él habló con nosotros" (Os. 12:3 -4). Este hombre desesperado rogó y lloró y persistió hasta que el fiero odio del corazón de su hermano, Esaú, fue transformado en amor. Pero, aún ocurrió aquí un milagro mayor que el de Esaú: el de la conversión del propio Jacob. Esto es, su nombre, su carácter y su destino fueron cambiados en aquella noche de oración. ¡Qué resultados más tremendos de una noche de lucha en oración! Los corazones de dos hermanos enfrentados fueron transformados en amor. ¡Qué fuerzas yacen dormidas en la oración si sólo supiéramos despertarlas y ponerlas en acción! -E.M. Bounds

"La oración debería ser el aliento que respiramos, la idea de nuestro pensamiento, el alma de nuestros sentimientos, la vida de nuestro ser, el sonido que percibe nuestro oído y el crecimiento de nuestra madurez. La oración, en sus dimensiones, es longitud sin fin, anchura sin límites, altura sin tope y profundidad sin fondo. Ilimitada, inacabable, insondable e infinita". -Homer Hodge