MAYO 30

08.07.2022

Pero hubo hambre en la tierra, y Abram descendió a Egipto para morar allí; porque era grande el hambre en la tierra. Génesis 12:10

Así que Abraham debió quedarse en la condición que Dios había puesto y haber confiando que el Dios de gloria era responsable de su sustento en Canaán, aunque allí prevaleciera el hambre, dejando que el Todopoderoso proveyera. Allí estaba el hambre, pero a su alcance estaba Egipto, ofreciéndole socorro; pero el sendero de Abraham estaba claro. Más le hubiera valido morir de hambre en Canaán, si hubiese sido necesario, que vivir en la abundancia de Egipto. Más vale sufrir en el camino de Dios que holgarse en el de Satanás. Más vale ser pobre con Cristo que rico sin Él. ¿De qué les sirve ganarse el mundo entero y perder la vida eterna? ¿Habrá algún valor terrenal que compense la pérdida del alma? Mateo 16:26 Abraham tuvo en Egipto "ovejas, vacas, asnos, siervos, criadas, asnas y camellos" (Gén.12: 16), dirán el de mentalidad mundana y materialista: Esta es una prueba evidente que Abraham hizo bien al descender a Egipto. La prosperidad no es un indicador de comunión con Dios, ni de estar en su voluntad. Muchos que hacen lo malo son exitosos y prósperos. Pero ¡ay! en Egipto no tuvo altar, ni comunión con Dios. Si la tenencia de bienes materiales es sinónimo de la aprobación divina y la pobreza, enfermedad y sufrimiento implican el descontento del SEÑOR, entonces los verdaderos hijos de Dios ya no se reconocerán por sus frutos espirituales, ni su buen testimonio, sino a través del aumento en sus ingresos y su nivel socioeconómico. Abraham en Egipto prosperó materialmente, pero !ay! no tuvo altar, ni comunión con Dios.

El país de Faraón no era el lugar de la presencia del SEÑOR, de modo que, al descender allí, fue más lo que Abraham perdió que lo que ganó. Así sucede siempre; nada puede suplir la falta de comunión con Dios. La salvación de una calamidad temporal y la adquisición de las riquezas más grandes son pobres sustitutos de lo que se pierde alejándose, aunque fuera solo un ápice, del recto sendero de la obediencia. ¡Cuántos hay que, para escapar de la prueba y del trabajo -elementos inseparables del camino de Dios-, se han vuelto atrás para seguir la corriente del presente siglo malo, cayendo así en un deplorable estado de esterilidad, sequedad, tristeza y tinieblas espirituales! Es muy posible que "hayan hecho fortuna", que hayan acumulado riquezas, ganado, favores del mundo, que hayan sido "bien tratados" por sus Faraones, que hayan adquirido un nombre y una posición entre los hombres, ¡pero pueden estas cosas compensar el gozo que se siente en la comunión con Dios, en la posesión de un corazón feliz, de una conciencia pura y sin mancha, en contar con un espíritu de adoración y gratitud, en prestar un testimonio vivo y un servicio eficaz! ¡Desdichado aquel que pudiera pensar así! Y, no obstante, con frecuencia hemos visto vender todas estas bendiciones incomparables por un poco de bienestar, un poco de influencia en el mundo, un poco de dinero. "Ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas." Mateo 6:24


Velemos contra esta tendencia a abandonar el camino de la obediencia sencilla y completa, camino estrecho,Mat.7:13, pero siempre seguro; a veces áspero, pero siempre feliz y bendito. Seamos solícitos en mantener «la fe y buena conciencia» (1 Tim. 1:19), cosas a las que nada puede reemplazar. Si sobreviene la prueba, en lugar de volver atrás en pos de Egipto, refugiémonos en Dios, de modo que la prueba, en lugar de sernos motivo de caída, nos sea ocasión de manifestar nuestra obediencia. Y cuando seamos tentados a seguir la corriente del mundo, acordémonos del SEÑOR que se dio a sí mismo por nuestros pecados, para librarnos del presente siglo malo, según la voluntad de nuestro Dios y Padre Gál. 1:4. Si tal fue su amor por nosotros y tal su juicio acerca del carácter del presente siglo malo, que se dio a sí mismo para liberarnos de este. Dios nos libre de renegar de él, yendo a hundirnos otra vez en un mundo del cual nos ha liberado para siempre por medio de su cruz. ¡El Todopoderoso nos guarde en la palma de su mano y a la sombra de sus alas, hasta que veamos a Jesús tal cual es, y seamos como Él y estemos con Él para siempre! En medio de las dificultades vive con Dios en las alturas; y no desciendas a Egipto. - Charles Mckintosh