ABRIL 30

Todos
ellos esperan en Ti, para que les des su comida a su tiempo. Les das,
recogen. Abres Tu mano, se sacian de bien. Salmo 104:27-28
Este
Salmo, de alabanza al Creador, ha estado hablando de los pájaros y los
animales del bosque; de los leoncillos, y del hombre que va a su
trabajo; del gran mar, en el cual se deslizan bestias inmensas y
pequeñas en grandes números. Y resume toda la relación de la criatura
con su Creador, y su continua y universal dependencia de Él en una
palabra: « ¡Todos ellos esperan en ti!» De la misma manera que es la
obra de Dios el crearlos, es la obra de Dios el mantenerlos. De la misma
manera que la criatura no puede crearse a sí misma, tampoco Él la deja
para que se provea de lo necesario.
Toda
la creación está gobernada por una ley inalterable: ¡ESPERAR EN DIOS!
Esta palabra es la simple expresión de aquello por lo que la criatura
recibió su existencia, la verdadera base de su constitución. El objeto
por el cual Dios dio vida a las criaturas fue para mostrar en ellas Su
sabiduría, poder y amor, siendo en todo momento su vida y su felicidad, y
derramando sobre ellas, según la capacidad de cada uno, las riquezas de
su bondad y su poder. Y de la misma manera que éste es el verdadero
lugar y naturaleza de Dios, el ser la fuente de donde procede toda
provisión para la criatura, de modo constante, el lugar que le
corresponde a la criatura es a su vez: Esperar en Dios, y recibir de Él
lo que sólo Él puede dar, aquello que Él se deleita en dar
Captar lo que esperar en Dios ha de ser para cada creyente, practicarlo y experimentarlo en su bienaventuranza(dicha, felicidad), es de gran importancia que empecemos por el principio, y veamos lo razonable de esta llamada suya. Comprenderemos que este deber no es una orden arbitraria. Veremos que no sólo es necesario por nuestro pecado y nuestra invalidez. Es simple y verdaderamente el restaurarnos a nuestro destino original y nuestra más alta nobleza, a nuestro verdadero lugar y gloria como criaturas dependientes de un Dios glorioso y Todopoderoso.
Si
nuestros ojos se abren a esta preciosa verdad, toda la Naturaleza
pasará a ser un predicador, que nos recordará la relación que, fundada
en la creación, ahora se realiza en la gracia. Al leer este salmo, y
aprender a mirar en toda la vida de la Naturaleza como mantenida
continuamente por Dios mismo, esperar en Dios pasa a ser visto como una
verdadera necesidad de nuestro ser. Al pensar en los leoncillos y los
cuervos clamando a Dios, en los pájaros y los peces y los insectos
esperando en Él, para que Él les dé su alimento según Su tiempo, veremos
que es la verdadera naturaleza y gloria de Dios el que sea un Dios en
el cual hay que esperar.
Cada
idea de lo que es la Naturaleza, y de lo que es Dios, nos da nueva
fuerza para exclamar: «En ti, oh Dios, sólo he esperado.» «Todos ellos
esperan en ti, para que les des...» Es Dios que nos da todo: Que esta fe
entre profundamente en nuestros corazones, para que comprendamos todo
lo que va implicado en nuestro esperar en Dios, y antes de que hayamos
podido cultivar el hábito, dejemos que esta verdad entre en nuestras
almas.
El esperar en Dios, la dependencia incesante y total en Él, es, en el cielo y en la tierra, la única verdadera religión, la única inalterable y contenedora expresión de la verdadera relación con Dios, siempre bendito, en el cual vivimos. Decididamente en este momento que será la característica esencial de nuestra vida y nuestra adoración el esperar en Dios de modo continuo, humilde, confiado. Podemos estar seguros que El que nos hizo para Sí, para que podamos entregarnos a Él y que sea todo en nosotros; no nos va a desesperar. Al esperar en Él encontramos descanso, gozo, fuerza y la provisión de todas nuestras necesidades. ¡Mi alma espera sólo en ti, oh Dios! -Andrew Murray