AGOSTO 18

02.08.2021

¡CUÁNTO MÁS EL PADRE CELESTIAL DARÁ EL ESPÍRITU SANTO A QUIENES SE LO PIDAN! Lucas 11:13


LA ORACIÓN es la más grande de todas las fuerzas, porque honra a Dios y hace que Él entre en actividad. La Oración es la cosa más sencilla y la más sublime; la más débil y la más poderosa. Sus resultados van más allá de las posibilidades humanas, sólo están limitados por la Omnipotencia de Dios. Muchas personas creen en la eficacia de la oración, pero no muchas son las que oran. Otros tienen solamente una vaga idea del poder de la oración; y menos aún tienen algo de la experiencia de ese poder. Por consiguiente, el creyente no parece estar apercibido del poder que Dios ha puesto en sus manos: este cheque en blanco, de los infinitos recursos del poder espiritual y de la sabiduría de Dios. Muy raramente los cristianos la usan para darle el máximo honor al SEÑOR. Y como resultado de tan pobre uso, vienen los beneficios raquíticos y pequeños.


La ORACIÓN es nuestra arma más formidable. Hacemos cualquier cosa por los incrédulos, menos Orar por ellos. Pues la Oración es la única cosa efectiva y que hace que el resto de lo que hagamos sea eficiente. Pues, la clave del éxito de todo lo relacionado con el Evangelio, así como también su propósito, es " que en todo lugar los hombres Oren. " 1 Tim. 2:8. A pesar de los beneficios y las bendiciones que fluyen de la comunión con Dios, hay que confesar dolorosamente que NO estamos orando como se debe. Hay muy pocos líderes para las reuniones de oración, menos aún son los que oran en familia y escasean los que oran en secreto. En muchas iglesias faltan las reuniones de oración. Y en aquellas donde se realiza es solo por conservar la tradición, y la tienen en segundo lugar. Una elocuente conferencia o un buen sermón se considera más importante que una sencilla y franca oración. Y la causa de toda esta deficiencia en la oración, radica en que falta LA LLENURA DEL ESPÍRITU SANTO.


Porque es el Espíritu Santo el que nos ayuda en nuestras debilidades, Él no es solamente la lámpara brillante en la ejecución de la obra expiatoria del SEÑOR Jesucristo, es el Agente absoluto, eficiente e indispensable. Él es el Maestro, Guía y Divino Ayudador. El Evangelio no puede llevarse a cabo si no es por mediación e influencia del Espíritu Santo. Los maravillosos hechos de la vida de Cristo narrados por corazones donde no mora el Espíritu de Dios serían completamente estériles y sin resultados. Notemos como nadie se atrevió a moverse de Jerusalén para proclamar el mensaje de Salvación hasta que el Espíritu Santo descendió en el Pentecostés. Entonces, siendo tan imprescindible, debemos buscar la llenura del Espíritu por medio de la Oración.


LA ORACIÓN ES LA CONDICIÓN PARA BUSCAR LA LLENURA DEL ESPÍRITU SANTO: La pureza, el poder, la santidad, la fe, el gozo, son otorgados y perfeccionados por Él. ¿Deseamos crecer y fructificar en los dones espirituales? Entonces debemos buscar al Espíritu por medio de la Oración. Todos los creyentes necesitamos el Espíritu Santo. para vivir una vida plena y abundante. Pero esa vida comienza y va creciendo a medida que el creyente Ora buscando al Espíritu: Pues si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más el Padre celestial dará el Espíritu Santo a quienes se lo pidan!» Lucas 11:13 Las «cosas buenas» son sustituidas por "el Espíritu Santo". Así, todo lo bueno está comprendido en el Espíritu Santo: Él es la suma y el clímax de todo lo bueno. ¡Cuán complejas y confusas son las nociones humanas acerca de obtener el don del Espíritu Santo como Consolador, Santificador y Aquel que nos llena de poder! ¡Y cuán simples son, sin embargo, las instrucciones de nuestro Señor: "Pidan y se le dará"


Cristo establece que la doctrina de la recepción del Espíritu Santo, está condicionada a la Oración, y lo ilustra con su propio ejemplo, pues Él mismo estaba orando cuando el Espíritu Santo descendió sobre Él en su bautismo. La Iglesia apostólica en acción ilustra la misma gran verdad. Unos pocos días después del Pentecostés, los discípulos estaban orando fervientemente: Después de haber orado, tembló el lugar en que estaban reunidos; todos fueron llenos del Espíritu Santo, y proclamaban la palabra de Dios sin temor alguno. Hechos 4:31

La falta de operación del Espíritu en todo su poder radica en las oraciones débiles o en la falta total de las mismas. Además, la capacidad de Dios para responder y obrar a través de nuestras oraciones se mide por la fuerza divina que Dios ha puesto en nosotros por medio de su Espíritu. Así lo expresa Santiago:"La oración eficaz del justo puede mucho" Stg. 5:16. La oración nacida en el corazón por medio de la energía todopoderosa del Espíritu Santo obra poderosamente, tal y como sucedió en el caso de Elías. ¿Deseamos orar con eficiencia y poder? El Espíritu Santo, es el que obra fuertemente en nosotros. Pablo dice: "Con este fin también trabajo, esforzándome según Su poder que obra poderosamente en mí." Col. 1:29.


Toda aquella obra para la causa de Cristo que no surja de la obra del Espíritu en nosotros es en vano, infructuosa, estéril. Nuestras oraciones y actividades sin el Espíritu Santo son débiles y carentes de resultados, porque Él no ha hecho en nosotros una poderosa obra de Dios. Sus dones y obras son mayores y su misma Presencia, aún más importante que éstos; porque sus dones son dispensaciones de Su presencia. Lo más importante, pues, es que el Espíritu Santo nos pone dentro del Cuerpo de Cristo por medio de Su obra y nos mantiene dentro de ese Cuerpo por medio de Su Presencia y Su Persona. ¿Deseas conseguir resultados en tu labor para Cristo? Busca en Oración apropiarte de las potentes obras del Espíritu en tu propio espíritu. -E.M.Bounds


ORACIÓN: ¡Oh Amor divino del Padre Todopoderoso, y del Hijo amado, con el que formas una sola y santa comunión! Espíritu Santo, Consolador de los afligidos, infunde en lo más profundo de mi corazón tu fuerza y tu virtud, fija ahí tu morada, y alumbra con tu brillante resplandor los lugares más recónditos y oscuros de esa morada tanto tiempo abandonada y descuidada. Que desde ahora la abundancia de tu rocío fecunde la sequedad y la esterilidad de mi alma. Que las saetas de tu amor penetren en los repliegues más secretos de mi corazón y curen todas mis heridas. Que tu fuego saludable reanime mi tibieza e indiferencia, y que todo mi ser sea incendiado por tus Divinas llamas. Haz que beba del torrente del vino nuevo de tus delicias, para que después no sienta ningún gusto por las dulzuras venenosas del mundo. Júzgame, SEÑOR, hazme justicia, y defiende mi causa...Líbrame del hombre engañoso e injusto..Salmo.43:1 Enséñame a hacer tu voluntad, porque tú eres mi Dios Salmo 143:10


Creo que en el corazón donde desciendes a habitar, allí estableces también la morada del Padre y del Hijo. Bienaventurado, Feliz, dichoso, por lo tanto, quien merece tenerte por huésped, porque el Padre y el Hijo establecerán en él su morada Juan 14:23. Ven, pues, cuanto antes, Espíritu Santo, Consolador benignísimo del alma herida, se su auxilio en el tiempo próspero y en la tribulación. Ven a purificarnos de nuestros pecados y a curar nuestras heridas. Espíritu Santo no eres más que gozo y amor. A fin de recibirte arroja, pues, fuera de mí todo espíritu impuro, y las vanidades del mundo, que hacen que pongamos nuestro gozo en la iniquidad, y en todo lo que es vano y pasajero. Entra en el santuario de mi alma, trayendo el gozo y el amor del bien, que echará fuera el amor del mundo y el amor del pecado. Ven, tú que sostienes a los débiles y que levantas a los caídos. Ven, a enseñarnos la humildad y a librarnos del orgullo. Ven, Padre de los huérfanos, protector de las viudas, esperanza de los pobres y confortador de los decaídos. Ven, estrella de los navegantes, puerto y refugio de los náufragos. Ven, singular ornato de todos los vivientes, y única salvación de los que mueren. Ven, el más santo de todos los espíritus, ven y compadécete de mí; haz que me ajuste enteramente a Ti, y dígnate descender hasta mí, a fin de que, según la multitud de tus misericordias, tu grandeza no desprecie mi nada, ni tu Omnipotencia mi debilidad. Te lo pido en Nombre de Jesucristo, mi Salvador, que Dios como el Padre y como tú, vive y reina contigo en tu santa unidad, por los siglos de los siglos. Así sea....¡Amen! Por: Agustín de Hipona