SEPTIEMBRE  28

18.09.2021

"SEÑOR, enséñanos a orar," Lucas 11:1

Es una buena oración, y muy necesaria, porque Jesucristo es el único que puede enseñarnos a orar por Su palabra y Su Espíritu Santo. Al oír orar al Maestro, los discípulos se daban cuenta de su propia ignorancia y deficiencia en la oración, ¿Quién no ha deseado tener un maestro en este arte divino? La convicción que ellos tenían en cuanto a sus propias deficiencias en la oración surgió, pues, al oír orar a su Maestro, quien oraba con sencillez y poder a la vez. Esas oraciones habían estimulado el interés de ellos y al mismo tiempo hacían más evidentes sus defectos y deficiencias.

Al enseñar a sus discípulos, el SEÑOR nos enseñó a todos nosotros. Pero nosotros, al igual que ellos, somos tan lentos para oír, que necesitamos varias reiteraciones y repeticiones sobre la misma enseñanza. El divino Maestro de la oración enfatiza clara y poderosamente que Dios responde a nuestras oraciones en forma segura y cierta, y que es deber del hijo pedir al Padre, el cual dará con toda generosidad lo que éste le solicita.

En las enseñanzas de Cristo, la oración no es un rito o fórmula estéril, sino una petición que demanda una respuesta y busca lo mejor que tiene Dios para darnos. Es una lección en cuanto a conseguir aquello que pedimos o a entrar por aquella puerta a la cual llamamos. -E. M.Bounds

La oración es requisito indispensable para llevar a cabo la gran comisión. Marc. 16:17-18 Cuando los discípulos fracasaron al intentar echar fuera un demonio de un muchacho poseído, preguntaron al SEÑOR: ¿Pór qué nosotros no pudimos echarle fuera? Y les dijo: "Este género con nada puede salir, sino con oración y ayuno." Marc. 9:28 y 29 La fe de ellos no había sido cultivada por medio de la oración. Antes de fracasar en obrar aquel milagro ya habían fracasado en la oración, porque la obra que Dios nos encomienda no puede llevarse a cabo sin oración. -E. M.Bounds

Jesús pasó 40 días en el desierto ayunando y orando antes de comenzar a predicar, echar fuera espíritus malos y sanar. No enseñó a sus discípulos a predicar con elocuencia, ni a sanar, ni a echar fuera demonios, les enseñó a ORAR, porque la oración capacita y hace que fluyan todos los dones del Espíritu sin ninguna dificultad, con unción y poder de lo alto. De tal manera que si nos aventuramos hacer la obra del SEÑOR sin orar y en nuestras propias fuerzas fracasaremos, los mismo que algunos de los judios en tiempos de Pablo, que quisieron expulsar espíritus en nombre de Jesús y uno que tenía el espíritu maligno se lanzó sobre ellos, y con gran fuerza los dominó a todos, maltratándolos con tanta violencia que huyeron de la casa desnudos y heridos. Hechos 19:13-16 Por eso, las obras que se hacen para el SEÑOR sin oración serán obras temporales, estériles, sin frutos de vida eterna.

El bien supremo es la oración, la conversación familiar con Dios. Ésta es la relación que tenemos con Dios y la unión con él. Igual que los ojos del cuerpo quedan iluminados al ver la luz, asimismo el alma que tiende hacia Dios queda iluminada por su inefable luz. La oración no es efecto de una actitud exterior sino que viene del corazón.... La oración es la luz del alma, el verdadero conocimiento de Dios, la mediación entre Dios y los hombres. A través de ella el alma se eleva hacia el cielo y abraza al Señor con un abrazo inexpresable. Como un niño de pecho hace con su madre, el alma llama a Dios llorando, hambrienta de la leche divina. Expresa sus deseos más profundos y recibe regalos que sobrepasan todo lo que se puede ver en la naturaleza. La oración con la cual nos presentamos con respeto delante de Dios, es gozo para el corazón y descanso del alma. -Anónimo