SEPTIEMBRE  2

17.12.2022

Conforme a su Fe murieron todos éstos sin haber recibido el cumplimiento de las promesas. Más bien, las miraron de lejos y las saludaron, y confesaron que eran extranjeros y peregrinos en la tierra. Porque los que dicen tales cosas, claramente dan a entender que buscan una patria propia. Hebreos 11:13-14

Ninguno de los patriarcas entró en plena posesión de las promesas que Dios le había hecho a Abraham, pero murieron en fe, es decir con la certeza absoluta que llegaría, no por sus circunstancias sino por la fe en Dios quien había prometido. En su vida, no heredaron la tierra prometida. Vivieron como extranjeros, habitando en tiendas porque no tenían tierra propia (Heb. 11:9). Pudieron hacer esto porque estaban esperando a la ciudad cuyo arquitecto y constructor es Dios mismo (Heb 11:10). Entendieron que el lugar donde vivían sólo apuntaba hacia la patria celestial que estaba, y aún está por venir (Heb.11:16). Tenían cifrada su esperanza en la vida eterna con Dios y su mirada fija en su ciudadanía en el cielo nuevo y la tierra nueva. (Apoc.21:1). Asimismo los creyentes de hoy, deben perseverar en la fe y la confianza en Dios, aun cuando no vean todas las promesas de Dios cumplidas en su vida.

La naturaleza de la verdadera fe se aferra a las promesas de salvación. Este es siempre el efecto de la seguridad: una apropiación agradecida y gozosa de las cosas de Dios. La fe no sólo discierne el valor de las cosas espirituales, está plenamente convencida de su realidad, sino que también las ama. La fe se adhiere tanto como acepta: en la Escritura la fe se expresa tanto por el gusto como por la vista. Para morir en la fe debemos vivir por la fe. Y para esto debe haber, primero, un trabajo diligente para obtener un conocimiento de las cosas divinas. El entendimiento debe ser instruido antes de que se pueda conocer el camino del deber. "Enséñame tu camino", "Ordena mis pasos en tu palabra", debe ser nuestra oración diaria. Debemos guardar la Palabra de Dios en nuestros corazones. Sus preceptos deben ser meditados, memorizados y hechos conscientes: sólo entonces nuestros afectos y nuestra vida se conformarán a ellos.

" Más bien, las miraron de lejos y las saludaron," Porque los ojos de su entendimiento habían sido divinamente iluminados ( Efesios 1:18 ), y así pudieron percibir en las promesas la sabiduría, la bondad y el amor de Dios. Cierto, el cumplimiento de esas promesas estaría en un futuro remoto, pero el ojo de la fe es fuerte y está dotado de una visión lejana. La fe "ve" con el entendimiento, es "persuadida" en el corazón y "abraza" con la voluntad. Las promesas de Dios son primero vistas o contempladas, después descansamos en ellas como confiables y luego nos deleitamos en ellas. Entonces, si queremos tener afectos más vivos, debemos meditar más en las promesas de Dios: es la mente la que afecta el corazón.

Preguntémonos: ¿Son realmente preciosas para nosotros las promesas de Dios? Tal vez estemos listos para responder de inmediato, Sí: pero pongámonos a prueba. ¿Nuestros corazones se aferran a ellas con amor y deleite? Podemos decir verdaderamente: "Me he regocijado en el camino de tus testimonios, tanto como en todas las riquezas" ( Salmo 119:14 ¿Qué influencia tienen las promesas de Dios sobre nosotros en tiempos de prueba y dolor? ¿Nos proporcionan más consuelo que las cosas más queridas de este mundo? En medio de la angustia y el dolor, ¿nos damos cuenta de que "nuestra leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria" (2 Cor. 4:17)? ¿Qué efecto tienen las promesas de Dios en nuestra oración? ¿Las suplicamos ante el Trono de la Gracia? ¿Decimos con David: "Acuérdate de la palabra dada a tu siervo, en la cual me has hecho esperar" ( Salmo 119:49 )? Nos demoramos tanto en meditar sobre las "preciosas y grandísimas promesas" de Dios, que nuestros corazones están tan poco persuadidos de la veracidad y el valor de ellas.

"Y confesaron que eran extranjeros y peregrinos en la tierra;" Los patriarcas no ocultaron el hecho de que su ciudadanía y su herencia estaban en otra parte. A los hijos de Het, Abraham les confesó: "Forastero y peregrino soy entre vosotros" ( Gén. 23:4 ). Dijo Jacob a Faraón: "Los días de los años de mi peregrinaje son ciento treinta" ( Gén. 47:9 ).Así también ante toda la congregación reconoció a Dios: "Porque extranjeros y advenedizos somos delante de ti, como lo fueron todos nuestros padres" (1 Crón. 29:15 ). Estos versículos proporcionan una prueba clara de que los santos del Antiguo Testamento, al igual que los nuevos, comprendieron su llamado celestial y su gloria.

Lo que simboliza espiritualmente la vida exterior de los patriarcas como "extranjeros y peregrinos", es la renuncia del cristiano al mundo. Como aquellos cuya ciudadanía está en el cielo ( Filip. 3:20 ), se nos pide que "no nos conformemos a este mundo" ( Rom. 12:2 ). Los patriarcas demostraron que eran "extraños" al no tomar parte en las creencias, política o la vida social apóstata de los cananeos; y evidenciaron que eran "peregrinos" al habitar en tiendas de campaña, moviéndose de un lugar a otro. Y nosotros hasta que punto estamos manifestando que el mundo ha sido crucificado para nosotros y nosotros para el mundo.( Gál. 6:14 ). Nuestro andar diario muestra que somos "participantes del llamamiento celestial" Hemos dejado de ver este mundo como nuestro hogar, y su gente como nuestra gente. Estamos buscando acumular tesoros en el cielo, o todavía anhelamos acumular tesoros en la tierra. Cuando oramos: "SEÑOR, hazme conforme a tu imagen"; queremos decir: "¡despójame de todo lo que me estorba!

La fe cristiana debe ser una posesión de toda la vida. Si no perseveramos en la fe a lo largo de nuestras vidas, mostramos que nunca en realidad tuvimos fe verdadera desde el principio. Vivir por la fe no es fácil. Luchamos con dificultades que nos puedan llevar a cuestionar nuestra esperanza. Necesitamos ánimo para mantener nuestra profesión, y lo encontramos en las páginas de la Palabra de Dios, ella está diseñada para ser no solo una luz para nuestro entendimiento, sino también una lámpara en nuestro camino: nuestro caminar debe ser guiado por ella. Así encontramos en Hebreos 11:3, ánimo especial para permanecer en la fe. Los ejemplos de los santos de la antigüedad que continuaron en la fe a pesar de no recibir todas las promesas (Heb. 11:13) nos motivan a confiar en Dios mientras le esperamos a que lleve todas las cosas a la consumación final. También lo encontramos en la contemplación regular del alma por Cristo: una consideración reverente y ferviente de su amor insondable, su gracia maravillosa, su compasión infinita, su intercesión presente. Esto libra de un espíritu fanatico, aviva el fuego del corazón, da fuerza para el deber y hace que deseemos agradar a Dios.

"Buscan una Patria", en otras palabras: "Buscan el cielo" este debe ser el objetivo principal y la tarea suprema que el cristiano se pone delante de él: dejando de lado todo lo que estorba y usando todos los medios que Dios ha designado. Libres del mundo, los afectos deben estar puestos en las cosas de arriba, y el corazón debe ejercitarse constantemente para ir por el "Camino Estrecho", que es el único que conduce allí. -Mathew Henry Al cielo se le llama "Patria" debido a su grandeza; es un País agradable, la Tierra rectitud, del descanso y la alegría eternas. Que la gracia divina conduzca tanto al escritor como al lector a él.... Amén