SEPTIEMBRE 27

17.12.2022

"La lámpara de tu cuerpo es tu ojo; cuando tu ojo está sano, también todo tu cuerpo está lleno de luz; pero cuando está malo, también tu cuerpo está lleno de oscuridad. Mira, pues, que la luz que en ti hay no sea oscuridad. Así que, si todo tu cuerpo está lleno de luz, sin tener parte alguna en tinieblas, estará totalmente iluminado como cuando la lámpara te alumbra con sus rayos". Lucas 11:34-36

Nada puede superar en fuerza y belleza este pasaje. En primer lugar, nos habla del "ojo sano". Esto es esencial para gozar de la dirección divina. Indica una voluntad quebrantada, un corazón rendido sinceramente, resuelto a hacer la voluntad de Dios. No hay móviles ocultos, no hay una mezcla de motivos, ningún interés personal en vista. Hay un único y simple propósito y un vivo deseo: Hacer la voluntad de Dios, sea cual fuere esa voluntad. Cuando el alma está en esta condición, la luz divina desciende a raudales y llena el cuerpo por completo. De donde se desprende que, si el cuerpo no está lleno de luz, el ojo no es bueno; algún motivo mezclado, por terquedad, el orgullo o el propio interés están actuando; no somos rectos ante Dios. En este caso, la luz que pretendemos tener es tinieblas, y no hay tinieblas más densas o más terribles que las tinieblas que se apoderan del corazón gobernado por la obstinación mientras pretende tener la luz de Dios. "Mira, pues, que la luz que en ti hay no sea oscuridad."

La senda de la obstinación, terquedad y orgullo, ha de ser forzosamente la senda de tinieblas y miseria. No puede ser de otro modo. La luz que no obra se vuelve tinieblas. "Si, pues, la luz que en ti hay son tinieblas, ¿cuán grandes serán las tinieblas?" (Mat. 6:23). Por el contrario, la senda de la obediencia es una senda de paz, de luz, de bendición, una senda en la que los rayos del favor divino son proyectados con vívido resplandor. Al ojo humano le parecerá estrecha, áspera y solitaria, pero, para el alma obediente, es una senda de vida, paz y seguridad moral. ¡Senda bendita! ¡Ojalá que todos nosotros la recorramos con paso firme y resuelto!

Una pequeña luz seguida con corazón sincero, irá creciendo, "porque al que tiene, se le dará" (Lucas 19:26), y "la senda de los justos es como la luz de la aurora, que va en aumento hasta que el día es perfecto". (Prov. 4:18). Este progreso moral está descrito con toda su belleza y su fuerza en estas palabras: " Así que, si todo tu cuerpo está lleno de luz, sin tener parte alguna en tinieblas, estará totalmente iluminado ", -esto es, no teniendo ningún rincón cerrado a los rayos celestiales; ninguna reserva desleal; todo el ser moral expuesto a la luz divina- " estará iluminado como cuando la lámpara te alumbra con sus rayos". En una palabra, el alma obediente no solamente tiene luz para su propia senda, sino que ilumina la de otros. "Así resplandezca vuestra luz delante de los hombres; de modo que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos". (Mat. 5:16).

Tenemos un vivo contraste con todo esto en Jeremías 13:16 "Den gloria al SEÑOR su Dios, Antes que Él haga venir las tinieblas Y antes que los pies de ustedes tropiecen Sobre los montes oscuros, Y mientras ustedes estén esperando la luz, Él la transforme en profundas tinieblas, La cambie en densa oscuridad.". El modo de dar gloria al SEÑOR nuestro Dios es obedecer Su Palabra. La senda del deber es una senda brillante, resplandeciente, y bendita; y aquel que, por la gracia, anda por esa senda, no tropezará jamás en los montes de tinieblas. El verdaderamente humilde, el sumiso, el que no confía en sí mismo, se mantendrá a gran distancia de esos montes de oscuridad y andará por ese bendito sendero que está siempre iluminado por los brillantes y alegres rayos del rostro de Dios, como señal de aprobación, es el sendero del justo, el sendero de la sabiduría divina, el sendero de la paz perfecta.

Que el SEÑOR nos permita siempre hallarnos andando en Él; y no olvidemos ni un momento que es nuestro elevado privilegio ser guiados divinamente en los más minuciosos detalles de la vida diaria. ¡Ay de aquel que no es guiado así! Tendrá muchos tropiezos, muchas caídas, y muy tristes experiencias. Si no somos guiados por el ojo de nuestro Padre, seremos semejantes al caballo o al mulo que no tienen entendimiento, que se desbocan y obstinan tercamente en no ir adonde deben. ¡Cuán lamentable es que un cristiano sea como ellos! Cuán bendito es andar día tras día en la senda señalada para nosotros por el ojo de nuestro Padre; senda que ojo de buitre no vio, ni león pasó por ella; la senda de la santa obediencia, senda en la cual se hallarán siempre los mansos y humildes, para su profundo gozo, para alabanza y gloria de Aquel que la abrió para ellos, y les ha dado la gracia de andar en ella.... ¡Amén!- Charles Mackintosh