JULIO 27

"Bendito sea el Dios y Padre de nuestro SEÑOR Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación, quien nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que también nosotros podamos consolar a los que están sufriendo, 2 Corintios 1:3-4
Pablo en el presente pasaje se refiere al sufrimiento soportado y victorioso, de tal manera que no sólo produzca triunfo para su vida, sino también una bendición ilimitada para otras vidas. Cuán hermosa y alentadora es la imagen que se da aquí de Dios como "el Padre de misericordias y el Dios de toda consolación". No podemos conocerlo en esta bendita y benigna capacidad si no tenemos sufrimiento y prueba. Nunca veríamos las estrellas sin la oscuridad, y nunca conoceremos el corazón de nuestro Padre hasta que nuestro corazón duela de tristeza. Nada es más hermoso que algunas de las imágenes inspiradas de la ternura y amor de Dios : "Como un padre se compadece de sus hijos, así se compadece el SEÑOR de los que le temen". Una madre terrenal siente la angustia de sus hijos, y los consuela. "Como aquel a quien su madre consuela, así os consolaré yo, y seréis consolados....". Y aun cuando el padre y la madre nos fallen, el SEÑOR nunca lo hará: "Aunque mi padre y madre me abandonen con todo el SEÑOR me recogerá." "¿Puede una mujer olvidar a su niño de pecho, sin compadecerse del hijo de sus entrañas? Aunque ella se olvidara, Yo no te olvidaré." Isa.49:15
Dios usa para consolarnos instrumentos humanos: "Dios que consuela a los deprimidos, nos consoló con la venida de Tito", 2 Corintios 7:6. Hay un dulce ministerio de simpatía humana, y ninguno de nosotros puede ser indiferente al amor y el compañerismo de nuestros amigos en la hora del dolor, ni debemos ser lentos para "llevar las cargas los unos de los otros y así cumplir la ley de Cristo". Pero el mejor de todos los consuelos es el "consuelo del Espíritu Santo". Dios tiene Su propia forma de sanar el corazón quebrantado y de llenar el alma de gozo y paz cuando se hunde en la tristeza.
La enseñanza especial de este pasaje es que el consuelo siempre es proporcional a la tribulación. "Como abundan en nosotros las aflicciones de Cristo, así abunda también por Cristo nuestra consolación". Nuestros sufrimientos son los sufrimientos de Cristo; nuestro consuelo es también el suyo. Tenemos un pequeño vistazo de la fuente de Su paz y gozo en el cuadro de Su vida terrenal. En aquella hora en que su corazón fue quebrantado por el presentimiento de la cruz venidera, se nos dice que "se regocijó en espíritu", y nuevamente, "por el gozo puesto delante de él, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza". Es tu privilegio reclamar Su gozo en proporción al peso de tu prueba. Si a Él le complace probarte con aflicciones inusuales, simplemente vuélvete y pruébalo con mandatos inusuales sobre Su gracia y amor, porque la promesa es: " Porque así como abundan en nosotros las aflicciones de Cristo, así también por el mismo Cristo abunda nuestra consolación."
¡Qué consuelo para nosotros saber que si nos llegara una prueba de enfermedad, en la que la presión externa y la depresión interna se combinan para hundirnos en la desesperación más extrema, todavía podemos esperar, confiar y vencer! Así, hay momentos en que no podemos darnos el lujo de hundirnos y Dios nos dará la victoria. "el cual nos libró de tan gran peligro de muerte y nos librará." 2 Cor.1:10 La liberación continúa que el SEÑOR nos da, y la experiencia de la ayuda de Dios en el pasado ha establecido el hábito de confiar y triunfar en el presente. Y aún más, se extiende hacia el futuro y la fe se eleva a la esperanza triunfante cuando agrega: "En quien hemos puesto nuestra esperanza de que Él aún nos ha de librar." Pablo, nos dice que su confianza no estaba en sí mismo, pues toda luz humana había fallado, sino "en Dios que resucita a los muertos". Él buscó una liberación que requería nada menos que el Poder Todopoderoso que resucitó a Jesucristo de entre los muertos y lo colocó en los cielos. Este es el patrón divino del poder que aún podemos reclamar. El nuestro es el Dios de la Resurrección y todavía podemos decir: "Nada es demasiado difícil para Jesús, Ningún hombre puede trabajar como Él.
Un siervo de Dios, cuando se hallaba en aflicción dijo: "Cada vez que me encuentro en los sótanos de las aflicciones buscó el vino del Rey. Buscó las botellas de vino de las promesas de la Palabra de Dios y bebo ricos tragos de gracia vitalizante. Y seguramente esa es la mejor liberación en toda aflicción, volvernos tan espiritualmente estimulados que podamos elevarnos por encima de ella. Puedo ser sacado de la aflicción y emerger como un pobre esclavo débil. O puedo aún en la aflicción, sin embargo ser libre siendo "más que vencedor" en Cristo Jesús. Gran cosa es ser conducido por verdes pastos y por aguas de reposo; creo que es mayor cosa tener una "mesa preparada delante de mí en presencia de mis angustiadores'' .- Samuel Rutherford. Y esta liberación siempre puede ser nuestra en Cristo Jesús. En medio de las pruebas, podemos tener el derecho real de la paz. Puede ser que el SEÑOR nos haya permitido las penas de un reciente luto, pero podemos tener la fuerza gloriosa de la esperanza inmortal. Dios nos capacitará para ser dueños de todas nuestras circunstancias y aflicciones, y ninguna tendrá un poder mortal sobre nosotros.
En conclusión, nuestro primer deber en la prueba es aceptarla, la entendamos o no como una dispensación de la sabiduría y el amor divinos. Dios tiene dos manos, y la primera nos oprime, la segunda nos levanta. En una metáfora muy fina, el apóstol Pedro nos invita primero, ¿"humillarnos bajo la poderosa mano de Dios", y luego añade "para que Él los exalte cuando fuere tiempo". Pero habiendo aprendido que debemos aceptar la prueba en sumisión a la voluntad divina. Debemos aprender que hay un tiempo para la resignación y hay un tiempo para la fe agresiva y la liberación victoriosa. Vino a Pablo, vino a Jesús, viene a cada alma que confía. " con él estaré yo en la angustia y lo libraré". Dios ha hecho provisión completa para nuestra victoria sobre el sufrimiento y el pecado. No perdamos nuestras penas ni perdamos nuestras batallas, sino tomemos el consuelo que Él ha comprado a precios de Su Sangre y transmitirlo a un mundo con el corazón quebrantado. -A.B. Simpson