MARZO  27

10.05.2022

La lámpara del cuerpo es el ojo; cuando tu ojo es bueno, también todo tu cuerpo está lleno de luz; pero cuando tu ojo es maligno, también tu cuerpo está en tinieblas (Lucas 11:34).


Es decir, el ojo es para el cuerpo lo que el sol es para el universo durante el día, o una lámpara o Vela a una casa por la noche. Nuestro SEÑOR utiliza el ojo sano como metáfora para señalar esa sencillez de intención y pureza de afecto con las que los hombres deben perseguir el bien supremo. No podemos trazar más de una línea recta entre dos puntos indivisibles. Apuntamos a la felicidad: se encuentra en una sola cosa, en el indivisible y eterno. Si la línea de la simple intención se traza directamente hacia ÉL, y el alma camina por ella, con pureza de afecto, todo el hombre será luz en el SEÑOR; los rayos de esa excelente gloria irradian la mente, y a través de todo el espíritu será transmitida la naturaleza divina. "Cuando tu ojo es bueno, también todo tu cuerpo está lleno de luz."


"Pero cuando tu ojo es maligno, también tu cuerpo está en tinieblas." Y la oscuridad significa deseos perversos, desmedidos, ciegos y oscuros de la carne que abruman el juicio de su razón, también cuando abandonan sus mentes a los pensamientos perversos. Confían en sus propios recursos y deshonran abiertamente a Dios y no se dan cuenta que están cavando su propia destrucción. Así que si una persona que disfrutó de la luz celestial permite que su sencillez de intención se desvíe del bien celestial al terrenal; y que su pureza de afecto se contamine por la ambición mundana, los beneficios seculares y las satisfacciones animales; entonces, la luz que había en él se convierte en tinieblas, es decir, se aparta su discernimiento espiritual y se destruye su unión con Dios: todo es sólo una oscuridad palpable; y, como un hombre que ha perdido totalmente la vista, camina sin rumbo, certeza ni consuelo." -Adam Clark


Cristo tiene buenos motivos para declarar que esa oscuridad espesa y espantosa reina en la vida de los hombres, cuando eligen ser ciegos y advierte: "Y si tu ojo te hace pecar, arráncalo y tíralo. Es mejor que entres en la vida con un solo ojo, que teniendo dos ojos, ser echado en el infierno de fuego." Mateo 18:9 Esto es, todos los apegos mundanos, las malas amistades que nos llevan al pecado, por muy queridos que sean por nosotros, deben ser abandonados, o el alma se perderá.


"Has estado en tinieblas últimamente, y este pasaje te señale la razón. Tienes problemas en la visión, un estrabismo, una catarata espiritual; y esto te ha impedido discernir las indicaciones de la voluntad de Dios, que de otro modo habrían sido tan claras como el mediodía.


Debemos ser muy cuidadosos al juzgar nuestros motivos. Cuando por la gracia de Dios hemos sido librados de las formas más groseras de pecado, todavía estamos expuestos a la obra sutil del "yo" en nuestras horas más santas y hermosas. Envenena nuestros motivos. Infunde decadencia en nuestros frutos más hermosos. Susurra halagos seductores a nuestros oídos complacidos. Hace que el espíritu se aparte de su santo propósito, como las masas de hierro en los vapores oceánicos del polo desvían la aguja de la brújula.


Mientras haya algún pensamiento de ventaja personal, alguna idea de obtener la alabanza y el elogio de los hombres, algún objetivo de auto engrandecimiento, será sencillamente imposible descubrir el propósito de Dios con respecto a nosotros. La puerta debe cerrarse resueltamente contra todos estos si queremos escuchar la voz suave y apacible del SEÑOR. Todas las luces cruzadas deben ser excluidas si queremos ver la piedra Urim y Tumim iluminarse con el "Sí" de Dios y oscurecerse con Su "No". Pídele al Espíritu Santo que te dé un ojo bueno que inspire en tu corazón un solo objetivo: el que animó a nuestro SEÑOR y lo capacitó para clamar, mientras revisaba Su vida: "Yo te he glorificado en la tierra". Juan 17:4 Que esta sea la consigna de nuestra vida: "No a nosotros, Señor, no a nosotros la gloria, sino a tu nombre da gloria,". Salmo 115:1 Entonces todo nuestro cuerpo estará lleno de luz, sin tener ninguna parte oscura, como el resplandor de una lámpara que alumbra" Lucas 11:36. F.B. Meyer