FEBRERO 27

Alzaré mis ojos a los montes ¿De dónde vendrá mi socorro? Mi socorro viene del Señor, creador del cielo y de la tierra.
Por su elevación sobre las llanuras y los valles, los montes sugieren el ascenso de los pensamientos de los hombres de las cosas más bajas a las más altas. Este es el pensamiento que estaba en la mente del escritor de este salmo: "Alzaré mis ojos a los montes". La vista de las montañas a medida que se acercaba a ellas, trajo la presencia de Dios muy cerca de él. Estaba a salvo bajo la sombra de esas montañas eternas, porque Dios estaba allí y lo miraba con tierno amor. Se suponía que Dios elegiría las montañas para su morada en la tierra, y por lo tanto las montañas sugerían el hogar y el santuario de Dios. Así se volvieron sagrados. Incluso la idolatría escogió los "lugares altos" para los sitios de sus altares y así profanaron muchos lugares elevados.
Entre muchos beneficios de los montes están estos: Dan movimiento y dirección al agua, determinando los cauces de los ríos, para que los hombres puedan construir sus casas y ciudades en lugares donde saben que las corrientes seguirán fluyendo."las diversas plantas medicinales que anidan entre sus rocas, los delicados pastos que proporcionan para el ganado, los bosques en los que llevan madera para el transporte, las piedras que proporcionan para la construcción, o los minerales de metal que recogen en lugares abiertos. Estas grandes utilidades nombradas, muestran que las montañas son incluso indispensables para la existencia humana. Las vastas cordilleras escarpadas que se elevan como muros poderosos y parecen tan llenas de terror y amenaza, son realmente fuentes de fertilidad y bien para nuestra tierra. Todo esto tenía su analogía en el pensamiento de David, cuando en la tarde alzó sus ojos a los montes. Pensó en Dios, en la gracia y bondad que había en Él para su pueblo en el mundo. Lo que las montañas son para la tierra en beneficio y bendición, Dios lo es para su pueblo.
Es a Dios a quien los hombres necesitan. Pueden tener sabiduría, conocimiento, elocuencia, fuerza, coraje y un corazón amable, todos los elementos que forman el poder; pero sin Dios, carecen de lo único que enriquecerá cualquier vida en belleza y bendición. Sabemos, qué maravilloso cambio fue obrado en los discípulos de Cristo por el descenso del Espíritu Santo sobre ellos, en el día de Pentecostés. De la debilidad, se hicieron fuertes. La bendición de los montes, de las alturas, había sido derramada sobre ellos.
El mundo se ríe cuando un cristiano canta las visiones de su fe, y levanta los ojos a los montes espirituales que dice ver. Pero las cosas más reales del universo son las de la fe cristiana. Pablo nos dice que; "las cosas que se ven son temporales, (insustanciales, irreales); y que las cosas que No se ven son las eternas, las reales y duraderas". Aquellos que busquen refugio en las cosas de este mundo, estarán desprotegidos. Pero cuando los montes de la tierra se hayan derrumbado, los montes de Dios se mantendrán firmes y eternos. Aquellos que levantan sus ojos a estas alturas celestiales nunca serán defraudados en su confianza.
Hay quienes en el profundo valle de la lucha pelean la batalla, sin ninguna ayuda de los montes celestiales. Sólo buscan ayuda terrenal. Apelan a sus amigos y familiares cuando la batalla se vuelve dura contra ellos; pero los aliados humanos no son suficientes en nuestras luchas con el enemigo de las almas. Felices los que en sus penosas luchas levantan los ojos a los montes. Hay uno que es un maestro en la lucha contra la tentación, Jesucristo, porque fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado, y puede, por lo tanto, ayudar a los que son tentados.
En la historia del Éxodo, hay un hermoso incidente que ilustra esta verdad. El pueblo de Israel estaba peleando con fuertes enemigos en el valle de Refidim. Moisés ordenó a Josué que dirigiera el ejército a la batalla. Dijo Moisés "Me pararé sobre la cima de la colina con la vara de Dios en mi mano",Éxodo 17:9 Mientras peleamos nuestras batallas en los valles de la tierra, nuestro Capitán Victorioso está en los montes de Dios, levantando sus manos en intercesión, y no podemos fallar. De los montes, de las alturas, viene la ayuda en el momento de nuestra mayor necesidad.
"Mi socorro viene del SEÑOR." Esto nos asegura que Él es capaz de guardarnos. Grandes son nuestras necesidades y nuestros peligros, pero Dios es omnipotente; no hay nada que necesitemos para nuestra defensa, que Él no pueda hacer. ¡Qué confianza tan sublime nos da pensar que Aquel que tanto nos ama y se entrega tan absolutamente a nuestra protección, es el Dios eterno, el Creador de los confines de la tierra y el cielo, que no desmaya ni se cansa! - J.R.Miller