ABRIL 26

13.04.2021

"DELEITATE EN EL SEÑOR". Salmo 37:4.

Las enseñanzas de estas palabras tienen que parecer muy sorprendentes a los que son extraños a la verdadera vida en Cristo, pero para el creyente sincero es sólo la confirmación de una verdad reconocida. La vida del creyente se describe aquí como una delicia en Dios, y en esto tenemos una gran prueba de que la verdadera vida en Cristo, rebosa de felicidad y gozo.

Los no creyentes y los que sólo profesan ser cristianas, nunca miran la piedad como algo placentero; para ellos es sólo culto, un ritual, deber o necesidad, pero nunca placer o delicia. Si ellos en algún grado siguen a Cristo, es para ganar algo de ella o porque no se atreven a obrar de otro modo. El pensamiento de la delicia en Cristo es tan extraño a la mayor parte de los hombres que no hay en su vocabulario dos palabras más alejadas una de la otra que "santidad" y "delicia".

Pero los creyentes que conocen a Cristo saben que delicia y fe están tan felizmente unidas, que las puertas del infierno no pueden prevalecer para separarlas. Los que aman a Dios de todo corazón,hallan que: "Sus caminos son caminos deleitosos, y todas sus veredas paz". Prov.3:17

Estos gozos, esta abundante delicia, esta desbordante felicidad, hacen que los santos descubran que lejos de estar sirviendo a su SEÑOR por costumbre, están más bien dispuestos a seguirlo aunque todo el mundo lo rechace. Nosotros no tememos a Dios por obligación; nuestra fe no es una cadena; nuestra profesión no es una esclavitud; no somos arrastrados a la santidad ni empujados al deber. Nuestra piedad es un placer; nuestra esperanza es nuestra felicidad, y nuestro deber es nuestra delicia.

La delicia y la verdadera vida en Cristo, son tan aliadas como la raíz y la flor, tan indivisibles como la verdad y la certidumbre. En efecto, ellas son dos piedras preciosas colocadas una al lado de la otra en un engaste de oro.

Y considera que tu condición en la tierra es tal que te expones a muchos sufrimientos y penalidades que, al no deleitarte en Él, nunca puedes estar seguro de poder evitar (porque son comunes a todos los hombres), pero que al deleitarte en Él puedes soportar fácilmente.

Además de todo esto, considera seriamente que has de morir. No puedes alterar este hecho de ninguna manera. ¡Qué fácilmente tolerable y placentero será, pues, el pensar que vas a Aquél con quien has vivido ya antes en comunión deleitosa! Y ¡qué terrible el aparecer delante de Aquel con quien te has portado como un extraño y sin mostrarle afecto (a pesar de todos Sus requerimientos y solicitudes), según te acusa tu propio corazón! - John Howe