JUNIO 25

13.09.2022

Uno de Sus discípulos, el que Jesús amaba, estaba a la mesa reclinado en el pecho de Jesús. Juan 13:23


Una de las imágenes más tiernas del evangelio, es la que muestra a uno de los discípulos de Cristo recostado en el regazo del Maestro. No se da ningún nombre. Se nos dice que era "el discípulo a quien Jesús amaba". Entonces sabemos quién fue. En todo el Evangelio escrito por Juan, no menciona ni una sola vez su propio nombre, pero el libro resplandece de principio a fin con el esplendor de la persona de Cristo. Glorificó al Maestro y se escondió. Mientras insistamos en escribir nuestro propio nombre en cada pequeño cuadro de Cristo que pintamos, y proyectar nuestra propia personalidad en todo nuestro trabajo cristiano, exigiendo reconocimiento, honor y crédito para nosotros mismos, no podemos honrar dignamente a nuestro Maestro. Como Juan, deberíamos escribir evangelios que muestren el glorioso honor de Cristo, Su dulce belleza, Su tierno amor.


Estar recostados en el regazo del SEÑOR nos enseña el deber y el privilegio de confiar en Él. Aprendemos que no debemos estar ansiosos por nada. Hay muchas necesidades y pruebas, pero "vuestro Padre sabe". Hay penas y pérdidas, pero "todas las cosas ayudan a bien". Este mundo grande, salvaje, turbulento e inicuo parece ser un lugar peligroso para que vivan los pequeños de Cristo; pero cada uno de ellos es guardado y llevado en el seno de Cristo. Es Jesús mismo quien nos dice que los ángeles más fuertes y más honrados están puestos para custodiar a sus hijos, y que siempre son admitidos a la presencia del Padre en el cielo. Así que en toda la turbulencia salvaje de este mundo, en medio de sus enemistades, sus tentaciones, sus pruebas y dolores, sus necesidades y peligros, sus luchas y conflictos, todo hijo de Dios puede ser guardado en perfecta paz. Dondequiera que esté, cualesquiera que sean sus circunstancias o su condición, realmente está recostado en el seno de Jesús. Deberíamos aprender a no tener miedo en las tormentas más salvajes de la vida. Aunque todas las cosas terrenales sean arrancadas de nuestro alcance, y todos los refugios terrenales sean barridos, dejándonos en medio de los peligros desprotegidos, pero Dios es nuestro refugio, Para nosotros el momento de recostarse en Él, es la hora de oscuridad. No podemos comprender el significado de los extraños sucesos que traen tanta desolación o tal desconcierto; pero lo mejor que podemos hacer es reclinarnos en el seno de Cristo, y dejar en Sus manos todas las preguntas, todas las perplejidades. Si nos volvemos a Él en nuestros tiempos de oscuridad, siempre encontraremos luz, porque nunca está oscuro donde Él está. En el secreto de la presencia de Cristo, encontraremos la paz en el tiempo de consternación terrenal.


¿Dónde estaba Juan? Juan no estaba distraído con las ocupaciones del mundo, no estaba buscando riquezas, ni siquiera estaba como Marta afanado por servir al SEÑOR. Juan estaba en el regazo de Jesús. El Buen Pastor lleva los corderos junto a Su pecho. Isaías 40:11. Juan no solo estaba apoyado en el brazo de Cristo. El brazo es el símbolo de guía, apoyo, seguridad, ayuda. Es un bendito consuelo tener el brazo eterno debajo de nosotros, tener el poder de Cristo para nuestra ayuda, guía, seguridad y apoyo; pero es infinitamente mejor recostarse en el corazón de Jesús, tener Su amor como nuestro escondite y refugio, estar envuelto en los preciosos pliegues del amor infinito. El seno de una madre es para su hijo, el lugar más suave de todo este mundo; pero el seno de Jesús es infinitamente más suave y cálido.


Recostarse en el seno de Jesús, habla del secreto de una vida hermosa de comunión con Él. No hay duda de que Juan era el más amado de todos, porque era el más amoroso de todos, el que estaba más cerca, más familiarizado con Jesús y moraba con Él en sus más recónditos pensamientos. Sin embargo, hay indicios de que no siempre fue así, que originalmente era fogoso, vehemente, resentido. Una vez él deseó hacer descender fuego del cielo para quemar una aldea y destruir a sus habitantes, porque se habían negado a recibir a Jesús. Lucas 9:54 Este no era el espíritu de amor que encontramos en él más tarde. Tenía que aprender la lección del amor. Juan de carácter volcánico, capaz de la más profunda pasión y audacia, es renovado por la gracia, hasta que, en su vejez, se destaca en la tranquila grandeza de carácter, y la profundidad y amplitud de alma, con todas las dulzuras y gracias de Cristo adornándolo.


¿Qué produjo esta transformación en Juan? ¿Qué hizo del "hijo del trueno" Marc.3:17, el apóstol del amor cristiano? ¡Estar recostado sobre el pecho del Maestro! Juan no dijo, "el discípulo que amaba a Jesús". Su esperanza no estaba en su amor por Cristo, sino en el amor de Cristo por él. Este es el principio central de la gracia divina. Lo encontramos en palabras como estas: "No que amamos a Dios, sino que Él nos amó". "Nosotros le amamos, porque Él nos amó primero". "Tú no me escogiste a mí, sino que yo te escogí a ti". Juan 15:16 Nunca es nuestro amor por Cristo lo que nos salva, sino siempre el amor de Cristo por nosotros. Y hay lugar en ese mismo seno de amor eterno, para todos los que reclamarán el lugar. Estamos en el seno de Cristo, cuando tenemos confianza en Él; cuando creemos en Su amor por nosotros, y lo dejamos fluir a nuestro alrededor con toda su ternura, amándolo a Él a cambio. Descansamos en ese seno, cuando crecemos en intimidad con Jesús, cultivando una estrecha comunión, formando con Él una verdadera amistad de corazón a corazón, hasta que no conocemos ni amamos tanto a otro amigo. Podemos entrar en este santo privilegio, viviendo siempre cerca del corazón de Cristo. Entonces, el efecto en nuestra vida de tal reposo habitual en Él será la transformación de nuestro carácter en la dulce belleza del amor santo. Recostados en el seno de Cristo, creceremos como Cristo.


Juan estaba "reclinado" y esta palabra es muy sugerente, indica que podemos echar "Toda nuestra ansiedad(cargas) sobre Él porque tiene cuidado de nosotros.1 Pedro 5:7 La carga de nuestros pecados el la llevó. Esta carga hundiría nuestras almas en las profundidades de la desesperación eterna, podemos ponerla en Jesús, el Cordero de Dios, Juan dejó todo su cuidado en manos de su Maestro la noche en que el SEÑOR sería entregado. Las esperanzas que ahora parecían aplastadas, su amarga desilusión, las depositó en el seno del amor celestial. Pero cuando miramos el cuadro, vemos que el discípulo amado apoyó su propio peso sobre Jesús; la carga de su dolor, su perplejidad y su pérdida cargó sobre Él. No hay nada en toda nuestra vida, que Él no tome. Cuando Él se convierte en nuestro amigo, Él toma nuestros pecados y los quita. Él toma nuestro corazón malvado y lo cambia, toma nuestra vida pecaminosa y la restaura. Toma nuestros errores y pecados, y los corrige. Él toma en Su mano la guía de nuestra vida, el orden de nuestros pasos, es nuestra liberación en la tentación. Cuando nos entregamos a Cristo, realmente no tenemos nada que hacer con nuestra propia vida, pero nuestro simple deber, cada día y hora es: "Buscar primeramente el reino de Dios y su justicia". Este es nuestro único deber. "Y todas estas cosas os serán añadidas", es la parte divina.


Recostados en el seno de Jesús, también nos da una idea de lo que será el cielo. La historia que Jesús contó del rico y Lázaro dice: "Aconteció que murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles "al seno de Abraham"; y murió también el rico, y fue sepultado. Luc.16:22 Antes de Cristo, Abraham era considerado el padre del pueblo judío, y todos los hijos eran reunidos en su regazo. En un sentido mucho más dulce y verdadero, podemos hablar del cielo como el corazón de Cristo. Es el lugar de la comunión perfecta. Nada separará jamás al creyente de su Salvador en ese hogar de gloria. ¿Porqué tener miedo de acercarse a este lugar apacible? Esteban, al morir, vio a Jesús y dijo: "SEÑOR Jesús, recibe mi espíritu". Hec.7:59 Pablo dijo: "Para mí el morir es ganancia".Fil.1:21 Y también lo es para un cristiano, porque es partir para estar con Cristo. No temamos dejar este mundo, si en verdad somos de Cristo. Cambiará solo una fe tenue, por una vista bendita del Amigo a quien sin haberle visto amamos, hasta estar cara a cara con Él para siempre. Hay espacio en el corazón de Jesús para muchos más, porque los brazos de Cristo están extendidos para abarcar al mundo entero. En el seno de Cristo hay lugar para el pecador arrepentido y que quiere volver, lugar para el afligido que busca alivio y consuelo, lugar para el anciano en su debilidad, lugar para los niños, lugar para todos.- J.R.Miller