MARZO 25

Mi amado habló y me dijo: "Levántate, amada mía, hermosa mía, y ven conmigo." Cantares 2:10
El que habla es el Esposo
Celestial, el Señor Jesucristo. Es su voz la que oímos; Su voz que es como el
estruendo de muchas aguas; que pronunció las "palabras de gracia"
como nunca se pronunciaron en la tierra. Habla a " la Esposa del Cordero",
a cada creyente, a la iglesia; su elegida, redimida, santificada; dado por el
Padre antes de que comenzara el mundo; su única esposa, su amor, "su
amada"; de quien está escrito: "Cristo amó a la iglesia, y se entregó
a sí mismo por ella". Ef.5:25 De los creyentes de todas las edades se
compone esta "novia", este "cuerpo"; todos ellos lavados en
la misma sangre, y revestidos de la misma justicia.
.- "Mi Amado
(Jesucristo) habló" ES LA VOZ DEL AMOR. "Amada mía" es su
nombre para su iglesia, para cada creyente redimido por su Sangre. Otros
nombres de cariño tiene para ella, pero este es el principal. Todo en Él
presagia amor. Todo lo que es, dice y hace, es amor; un amor que sobrepasa todo
conocimiento; un amor más fuerte que la muerte; un amor que las muchas aguas no
pueden apagar ni las inundaciones ahogar. Es con tierno amor que el Esposo se
dirige así a la Esposa.
.- "Mi amado
(Jesucristo) habló". ES LA VOZ DE LA ADMIRACIÓN.
"Hermosa mía" es su nombre para ella. "Toda tú eres hermosa
amada mía, y en ti no hay mancha" Lavada y hermoseada en Su Sangre
preciosa no tiene mancha de pecados. "¡Oh la más hermosa entre las
mujeres!"Cant.1:8, es Su nombre para ella, y el nombre de ella para Él es
"el Amado", "el más hermoso de los hijos de los hombres"
Salmo 45:2, "el Distinguido entre diez mil". El corazón del Esposo
está lleno de admiración por la belleza y perfección de su novia. Ella es
"perfecta por la hermosura que Él ha puesto en ella". ¡Él ha
arrebatado nuestro corazón, y nosotros hemos arrebatado el suyo!
.- "Mi Amado
(Jesucristo) habló". ES LA VOZ DE LA AUTORIDAD.
"Levántate, y ven conmigo". Cristo es la cabeza de la iglesia; y
aunque es el amor el que habla, lo hace con autoridad: "Levántate, ven
conmigo". La obediencia es nuestra verdadera posición; y ninguna cantidad
de amor en Él puede alterar esto. No es esclavitud; pero es obediencia. No es
severidad de su parte, pero es autoridad. Nuestro Esposo es Jesucristo,
Emanuel, el Rey de reyes y SEÑOR de señores. ¿Trataremos su voz como la de un
inferior o un igual? o como la voz de Aquel a quien ninguna cantidad de
condescendencia, cariño y admiración, puede jamás hacer en verdad menos que la
Cabeza de la iglesia, Cabeza de los principados y potestades, la Cabeza
del universo, de quien se dice a la iglesia: " Él es tu SEÑOR, amalo,
honralo".
"Levántate, amada mía, hermosa mía, y ven conmigo." EL SEÑOR, Esposo de la Iglesia, pronuncia estas palabras sin duda para Su segunda venida, Él viene por ella, la llama al honor y la gloria que Él ha preparado para ella. Cuando la llame para encontrarlo en las nubes y estar para siempre con Él. 1Tes.4:17 La llama como una vez lo hizo con Lázaro: ¡Sal, ven! Juan 11:43 Si creemos que Jesús murió y resucitó, así también Dios traerá con Él a los que durmieron en Jesús. 1Tes.4:14 "¡Moradores del polvo, despierten y den gritos de júbilo! Isaías 26:19. "Levántate, amada mía". Es el llamado del SEÑOR y la convoca a las nubes, a su pabellón: "Ven conmigo". Él SEÑOR habla, ella escucha y sube al encuentro de Aquel a quien tanto ha esperado.
El SEÑOR la llama a la
fiesta de bodas que sigue a la ascensión. "Levántate, amada mía, ven
conmigo". Ella entra con Él a las bodas; "Bienaventurados los
que son llamados a la cena de las bodas del Cordero" Apoc.19:9; ella entra
y se sienta junto a Él como su esposa, su reina. "Levántate, amada mía, y
ven conmigo". Vienen de las bodas y entran a la nueva Jerusalén, el lugar
que Él ha preparado: "En la casa de Mi Padre hay muchas
moradas; si no fuera así, se los hubiera dicho; porque voy a preparar un lugar
para ustedes." Juan 14:2. Él la llama a Su trono. Este es el acto final de
bendición. "Ven conmigo" y siéntate en mi trono; ven a reinar
conmigo sobre una creación redimida. Ahora la corona está puesta sobre su cabeza;
y las vestiduras reales celestiales la visten. El reino eterno ahora es suyo.
Ella es heredera de Dios y coheredera con Cristo Jesús. "Levántate, amada
mía, y ven conmigo".
Así hablará el SEÑOR a Su
iglesia, Su esposa, en el día de Su gloria venidera; porque entonces este
"Cantar de los Cantares" se realizará en su totalidad. Mientras tanto
nos habla así a nosotros individualmente. Así como le dijo a Abraham en Ur:
"Sal de esta tierra", así le habla a cada uno de sus Abrahanes, sus
elegidos: "Sal y apártate; pon tu mirada en las cosas de arriba, no en las
de la tierra." "Levántate, resplandece, que ha llegado tu
luz". El mundo no es tu hogar definitivo; levántate, deja tus pecados,
conviértete al SEÑOR. Levántate, amada mía, y ven conmigo, "toma tu cruz y
sígueme."
Él nos habla así a cada uno de
nosotros; porque cada día es una repetición del primer mensaje de Su parte, y
la primera obediencia de la nuestra. Nos habla como el Salvador y como el
Esposo. Escuchemos, es Su llamamiento: "Levántate amada mía, ven conmigo,
sígueme". Este mundo actual no es un lugar para nuestro descanso; ésta no
es la tierra de la resurrección; ni el salón de las bodas, ni la nueva
Jerusalén, ni el reino. Aquí tenemos anticipos, pero eso es todo; la cena del
SEÑOR nos recuerda el banquete de las bodas. Es bueno sentarse una hora a la
mesa terrenal, pero es mejor sentarse para siempre a la mesa eterna. Con tal
llamado y tal esperanza, no durmamos como los demás; despertemos y
levantémonos; lejos del pecado, de la muerte y del dolor; a los collados
eternos, a la ciudad eterna, a la gloria eterna. Somos coherederos con Él;
partícipes de su trono y corona! "Levántate, amada mía, hermosa mía, y ven
conmigo." - Horatius Bonar