ABRIL  22

11.04.2022

Se llenan de savia los árboles del SEÑOR, los cedros del Líbano que él mismo plantó. Salmo 104:16


Los árboles que el hombre no cuida, con todo, están llenos de savia, hasta el punto que podemos estar seguros de que el pueblo de Dios que vive por fe, sólo por el Señor será igualmente bien cuidado. Plantados por la gracia, y debiéndole todo al cuidado de nuestro Padre celestial, podemos desafiar el huracán y reírnos del temor de la sequía, porque ninguno que confía en Él quedará sin agua. Aunque los justos puedan parecer marchitos o cortados por un tiempo, volverán a brotar con renovado vigor florecerán y fructificarán como los árboles más majestuosos sobre el Líbano. Plantados por Dios, están unidos a Él en un apego real y sincero, lo que indica que su prosperidad no puede ser de naturaleza cambiante y fluctuante, porque no se basa en nada que esté en el mundo.- Calvino-

El cedro del Líbano nos da la idea de majestuosidad, estabilidad, durabilidad e incorruptibilidad. A este árbol, por las razones más obvias, se le compara con los justos. Aunque los justos puedan parecer marchitos o cortados por un tiempo, volverán a brotar con renovado vigor y florecerán tan bien y tan justo en la Iglesia de Dios como los árboles más majestuosos sobre el Líbano. Están plantados quiere decir que están unidos a Dios en un apego real y sincero, e insinúa que su prosperidad no puede ser de naturaleza cambiante y fluctuante, porque no se basa en nada que esté en el mundo.


Los cedros del Líbano son un símbolo del cristiano, en el hecho de que todos han sido plantados por el SEÑOR. Esto es muy cierto en cuanto a cada hijo de Dios, pues no lo plantó hombre alguno, ni se plantó a sí mismo, sino ha sido plantado por Dios. La misteriosa mano del Espíritu divino dejó caer la viva simiente en un corazón que él había preparado de antemano para que la recibiese. Todo heredero del cielo reconoce que ha sido plantado por el gran Labrador. Además, los cedros del Líbano no dependen del hombre para su riego, pues están en las altas rocas, no humedecidos por irrigación humana. Sin embargo, nuestro Padre celestial les da el riego necesario. Así pasa con el cristiano que ha aprendido a vivir por fe. El es independiente del hombre, aun en las cosas temporales. Espera, para su sustento, únicamente en Dios. El rocío del cielo es su porción y el Dios del cielo es su manantial.

Por otra parte, los cedros del Líbano no están protegidos por ningún poder humano. Ellos no deben nada del hombre por haber sido preservados del viento huracanado y de la tempestad. Son árboles de Dios guardados y preservados por él, y sólo por él. Pasa precisamente lo mismo con el cristiano. No es una planta de invernáculo puesta a cubierto de la tentación; al contrario, está en el lugar más expuesto. No tiene más amparo ni protección que las amplias alas del Dios eterno, que cubren siempre los cedros que él mismo plantó. A semejanza de los cedros, los creyentes están llenos de savia, teniendo suficiente vitalidad como para estar siempre verdes, aun en medio de las nevadas del invierno.

Por último, la floreciente y majestuosa condición de los cedros, debe ser motivo para la alabanza de Dios. Sólo el SEÑOR ha sido el todo para los cedros, y por eso David dice en uno de los salmos: "Alabad a Jehová, el árbol de fruto y todos los cedros". Salmo 148:7-9 En el creyente no hay nada que provenga de sí mismo; fue plantado, es nutrido y protegido por su SEÑOR. -C.Spurgeon