ABRIL 22

Se llenan de savia los árboles del SEÑOR, los cedros del Líbano que él mismo plantó. Salmo 104:16
Los árboles que el hombre no
cuida, con todo, están llenos de savia, hasta el punto que podemos estar
seguros de que el pueblo de Dios que vive por fe, sólo por el Señor será
igualmente bien cuidado. Plantados por la gracia, y debiéndole todo al cuidado de
nuestro Padre celestial, podemos desafiar el huracán y reírnos del temor de la
sequía, porque ninguno que confía en Él quedará sin agua. Aunque los justos
puedan parecer marchitos o cortados por un tiempo, volverán a brotar con
renovado vigor florecerán y fructificarán como los árboles más majestuosos
sobre el Líbano. Plantados por Dios, están unidos a Él en un apego real y
sincero, lo que indica que su prosperidad no puede ser de naturaleza cambiante
y fluctuante, porque no se basa en nada que esté en el mundo.- Calvino-
Los cedros del Líbano son un
símbolo del cristiano, en el hecho de que todos han sido plantados por el
SEÑOR. Esto es muy cierto en cuanto a cada hijo de Dios, pues no lo plantó
hombre alguno, ni se plantó a sí mismo, sino ha sido plantado por Dios. La
misteriosa mano del Espíritu divino dejó caer la viva simiente en un corazón
que él había preparado de antemano para que la recibiese. Todo heredero del cielo
reconoce que ha sido plantado por el gran Labrador. Además, los cedros del
Líbano no dependen del hombre para su riego, pues están en las altas rocas, no
humedecidos por irrigación humana. Sin embargo, nuestro Padre celestial les da
el riego necesario. Así pasa con el cristiano que ha aprendido a vivir por fe.
El es independiente del hombre, aun en las cosas temporales. Espera, para su
sustento, únicamente en Dios. El rocío del cielo es su porción y el Dios del
cielo es su manantial.
Por otra parte, los cedros del Líbano no están protegidos por ningún poder humano. Ellos no deben nada del hombre por haber sido preservados del viento huracanado y de la tempestad. Son árboles de Dios guardados y preservados por él, y sólo por él. Pasa precisamente lo mismo con el cristiano. No es una planta de invernáculo puesta a cubierto de la tentación; al contrario, está en el lugar más expuesto. No tiene más amparo ni protección que las amplias alas del Dios eterno, que cubren siempre los cedros que él mismo plantó. A semejanza de los cedros, los creyentes están llenos de savia, teniendo suficiente vitalidad como para estar siempre verdes, aun en medio de las nevadas del invierno.
Por último, la floreciente y majestuosa condición de los cedros, debe ser motivo para la alabanza de Dios. Sólo el SEÑOR ha sido el todo para los cedros, y por eso David dice en uno de los salmos: "Alabad a Jehová, el árbol de fruto y todos los cedros". Salmo 148:7-9 En el creyente no hay nada que provenga de sí mismo; fue plantado, es nutrido y protegido por su SEÑOR. -C.Spurgeon