NOVIEMBRE 21

06.03.2023

"Y comió hasta que se sació y le sobró". Rut 2:14

Cuando tenemos el privilegio de comer del pan que da Jesús, nos sentimos, como Rut, satisfechos con el abundante y sabroso alimento. Cuando Jesús es el anfitrión, ningún convidado se levanta vacío de su mesa. Nuestra mente se siente satisfecha con la preciosa verdad que Cristo revela; nuestro corazón está contento con Jesús, el tan deseado objeto del amor; nuestra esperanza se siente satisfecha, porque ¿a quién tenemos en el Cielo sino a Jesús?; nuestro deseo queda saciado, ya que ¿qué podemos desear nosotros más que conocer a Cristo y ser hallados en Él? Fil. 3:9, 10. Jesús llena nuestra conciencia hasta dejarla en perfecta paz. Llena nuestro juicio con la persuasión de la certeza de sus enseñanzas, nuestra memoria con los recuerdos de lo que Él ha hecho y nuestra imaginación con la esperanza de aquello que aún ha de hacer.

Así como Rut «se sació y le sobró», lo mismo pasa con nosotros. Hemos tomado profundos tragos, hemos pensado que podíamos ingerir todo lo que Cristo nos daba; pero, tras hacer cuanto pudimos, tuvimos que dejar un gran sobrante. Nos hemos sentado a la mesa del amor del SEÑOR y dicho: «Nada sino lo infinito podrá alguna vez satisfacerme; soy un pecador tan grande que tengo que tener méritos infinitos para lavar mis pecados». Sin embargo, alcanzamos el perdón de nuestros pecados y vimos que había méritos de sobra. Nuestra hambre quedó satisfecha en la fiesta del amor sagrado, y vimos que sobraba una superabundancia de alimento.

Hay ciertas cosas hermosas en la Palabra de Dios que aún no hemos gustado y que estamos obligados a dejar por ahora, porque somos semejantes a aquellos discípulos a quienes Jesús dijo: "Aún tengo muchas cosas que deciles, pero ahora no las pueden sobrellevar" (Jn. 16:12). Sí, hay virtudes que no hemos obtenido, lugares de compañerismo más estrecho con Cristo que no hemos alcanzado, y alturas de comunión que nuestros pies no han escalado. En ese mismo banquete de amor hay muchos cestos con pedazos sobrantes. Magnifiquemos la liberalidad de nuestro glorioso Booz.- C.Spurgeon

"El pueblo de Israel consideraba maravilloso el pan del cielo, pues está escrito: "Les dio a comer pan del cielo." Juan 6:31. Pero no era aquel el pan verdadero, sino la sombra del futuro. El Pan del cielo, el verdadero, me lo reservó el Padre. Descendió para mí del cielo aquel pan de Dios, que da vida a este mundo. Juan 6:32-33. Este es el pan de vida: y el que come la vida no puede morir. Pues ¿cómo puede morir quien se alimenta de la vida?

Acércate a Él y saciate, pues es Pan de vida; acércate a Él y bebe, pues es la fuente; acércate a Él y quedarás radiante, pues es luz; acércate a Él y serás liberado, pues donde está el Espíritu del SEÑOR, hay libertad; acércate a Él y serás absuelto, pues es el perdón de los pecados. Él mismo dice: "Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí no pasará nunca sed." Vino a este mundo para darse a sí mismo, su vida, como alimento para quienes tienen fe en Él. Se hizo Pan: manjar de las almas, alimento para la vida eterna. Cree en Él y vivirás: "Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguien come de este pan, vivirá para siempre", Juan 6:51. Del cuerpo de Cristo brotó para mí una fuente eterna; Cristo bebió mis amarguras para darme la suavidad de su gracia. -Ambrosio

ORACIÓN: SEÑOR, preparame en tu presencia ese banquete celestial, al que yo pueda asistir continuamente y en el que pueda saciar todas mis necesidades. Que pueda apagar en ti mi sed, y olvidándome de todas las miserias y vanidades del mundo, tú seas el único objeto de mis pensamientos, de mis deseos y el único amor de mi corazón y de mi alma. A fin de que amándote lo suficiente pueda seguirte dignamente, guste y saboree las dulzuras que sólo se encuentran en ti, según lo que está escrito: "Gustad y ved cuán suave es el SEÑOR: dichoso el hombre que espera en Él" Salmo 34:8.

Oh Dios dador de todos los bienes, haz que que me acerque a ti con lágrimas de arrepentimiento verdadero, que tu seas mi Pan de día y de noche, y con un corazón puro pueda alabarte y saciarme en tu presencia y en la contemplación de tu gloria, y con los torrentes de tus delicias de las que estoy sediento! En tu presencia hay plenitud de gozo, delicias a tu Diestra para siempre." Salmo 16:11 ¡Oh Pan de vida, concede a mi alma alimentarse y calmar su sed solo contigo. Y así olvidando las cosas vanas y terrenas, satisfecha mi alma, diga con el salmista: "Fuera de ti nada deseo en la tierra." Salmo 73:25. Sin duda Redentor mío escucharás mi clamor, porque eres bondadoso y misericordioso. A Ti sea la gloria por los siglos de los siglos. ¡Amen!