MAYO 21

«¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros?'' 1Corintios 6:19
La fe nos pone en posesión de todo lo que la muerte de Cristo y su resurrección obtuvieron para nosotros. Y la vida de Cristo resucitado no sólo manifiesta su presencia en nuestro espíritu y nuestra alma, sino que ella obra también en el cuerpo.
La vida de una planta da vida y anima cada una de sus partes, y nuestra alma no está limitada a habitar en tal o cual parte del cuerpo, como, por ejemplo, en el corazón o en la cabeza, pero penetra a través de él, aun hasta el extremo de los miembros más inferiores.
La vida del alma se difunde por todo el cuerpo; la vida, en todas las partes, comprueba la presencia del alma. Es de la misma forma que el Espíritu Santo vino para habitar en nuestro cuerpo. Él penetra su totalidad. Él nos anima y nos posee infinitamente, más allá de lo que podemos imaginar.
Vestido con un cuerpo humano, Jesús tomó para siempre su lugar en el trono de Dios, para participar de su gloria. Esto es lo que Dios deseaba, y será reconocido en aquel día en que la humanidad regenerada, formando el cuerpo de Cristo, sea real y visiblemente el templo del Dios viviente (2ª Cor. 6:16), cuando toda la creación, en el nuevo cielo y la nueva tierra, comparta la gloria de los hijos de Dios. El cuerpo material será, entonces, plenamente santificado, glorificado por el Espíritu; y este cuerpo, así espiritualizado, será la mayor gloria del Señor Jesucristo y de sus redimidos.
Es anticipando esta nueva condición de las cosas, que el Señor atribuye gran importancia a la habitación y santificación de nuestros cuerpos, aquí en la tierra, por su Espíritu. Esta verdad es tan poco entendida por los creyentes, que ellos no buscan el poder del Espíritu Santo en sus cuerpos. Muchos de ellos, también, creyendo que este cuerpo les pertenece, lo usan como bien les parece. Sin comprender cuánto depende del cuerpo la santificación del alma y del espíritu, ellos no alcanzan a percibir todo el significado de las palabras: «El cuerpo es para el SEÑOR»,1Cor.6:13 como para recibirlas en obediencia.
De la misma forma que el Espíritu Santo trae a nuestra alma y a nuestro espíritu la vida de Jesucriso, su santidad, su poder. También el Espíritu vino para comunicar, al cuerpo, toda la vigorosa vitalidad de Cristo, cuando la mano de la fe está extendida para recibirla. Cuando el cuerpo está plenamente sujeto a Cristo, crucificado juntamente con Él, habiendo renunciado a toda voluntad propia y a toda independencia, no deseando nada, sino ser la morada y el templo del SEÑOR, ahí entonces el Espíritu Santo manifiesta en el cuerpo el poder del Salvador resucitado.
Solo entonces podemos glorificar a Dios en nuestro cuerpo, dejándolo en plena libertad, para que manifieste allí su poder, para mostrar que él sabe cómo establecer su templo, libre del dominio de todo mal, del pecado o de Satanás.- Andrew Murray