OCTUBRE 2

01.02.2023

"Y Todo lo que pidamos lo recibimos de Él, porque guardamos Sus mandamientos y hacemos las cosas que son agradables delante de Él." 1 Juan 3:22

La Palabra de Dios es la base y guía de la oración de Fe. La oración, conjuntamente con la obediencia, es la forma de poner a prueba las promesas de Dios, y de alcanzar la respuesta para todas las cosas. Pero, además, la oración, unida a la Palabra de Dios, consagra y santifica todos los dones de Dios. Hacer, entonces, la voluntad de Dios y tener su Palabra morando en nosotros son dos factores imperativos para la oración eficaz. Pero, alguien preguntará, ¿cómo sabemos cuál es la voluntad de Dios? La respuesta es: estudiando su Palabra, que es la Luz Verdadera, y guardándola en nuestros corazones, dejando que ella more abundantemente en nuestro ser. Asimismo, para conocer la voluntad de Dios en la oración, debemos ser llenos del Espíritu de Dios, quien hace intercesión por los santos de acuerdo a la voluntad de Dios.

El apóstol Pablo, escribiendo a los colosenses, dijo: "Que la palabra de Cristo habite en ustedes con toda su riqueza." (Col. 3:16). Es decir, cuando esta Palabra de Cristo es ricamente asimilada, ella misma engendra la oración. Porque la Fe está construida sobre la Palabra y el Espíritu, y ella es el cuerpo y esencia de la oración. Así, en muchos de sus aspectos, la oración depende estrechamente de la Palabra de Dios. La Palabra de Dios es la base e inspiración de nuestras oraciones. La Palabra de Dios, que es la Escritura, nos dice que los santos del Antiguo Testamento por medio de su Fe obtuvieron las promesas. Pareciera, entonces, que en la oración radica la capacidad de ir aún más allá de la Palabra, de llegar más lejos que su promesa, hasta la misma presencia de Dios. ¡Jacob luchó, no tanto con una promesa como con el Prometedor de esta! Debemos, pues, aferrarnos al Prometedor, pues Él es la fuente de toda dádiva y bendición. La oración puede muy bien definirse como aquella fuerza que vitaliza y da energía a la Palabra de Dios, aferrándose al SEÑOR.

La ausencia de la fuerza vital en la oración puede ser atribuida a la desnutrición por falta de la Palabra de Dios. Pues así como"el hombre no puede vivir sólo de pan», la oración necesita de toda Palabra que sale de la boca de Dios" (Luc. 4:4). Por tanto, aquel que desee aprender a orar bien, debe primeramente estudiar con diligencia la Palabra de Dios y guardarla en su memoria y en su corazón. Cuando consultamos la Palabra de Dios, encontramos que uno de los deberes cristianos más claramente destacados es el de la oración. Por otra parte, descubrimos que es uno de los hábitos más exaltados en la vida del cristiano. No hay promesas más radiantes, más abundantes, explícitas, y reiteradas con más frecuencia que aquellas que se relacionan con la oración: " Todo lo que pidamos lo recibimos de Él", no hay límite para las provisiones incluidas en las promesas a la oración, "todo aquel que pide, recibe" (Mat. 7:8), y la Palabra de nuestro SEÑOR tiene un efecto infinitamente amplio: "Si algo piden en Mi Nombre, Yo lo haré" (Juan 14:13). ¡Qué declaraciones tan enfáticas y claras las que se registran en la Escritura! ¡Cómo nos alientan a orar! ¡Cómo nos hacen acercar al trono de la Gracia para buscar a Dios con todas nuestras cargas!

La oración invariablemente engendra amor por la Palabra de Dios y predispone a su lectura. Además, lleva a obedecer la Palabra de Dios, y pone un gozo indecible en el corazón de aquellos que se complacen en la obediencia. Dios habla al hombre a través de la Biblia, y el hombre habla a Dios por medio de la oración. Dicho de otra manera, leemos la Biblia para descubrir la voluntad de Dios, y oramos con el propósito de recibir el poder para hacer esa voluntad. Esto es, el amor por la Palabra, la Biblia, y la oración son las señales distintivas de aquellos que anhelan conocer y agradar a Dios. "¡Oh, cuánto amo yo tu ley! ¡Cuán dulces son a mi paladar tus Palabras! Más que la miel a mi boca" (Sal. 119:103). ¿Deseamos amar intensamente la Palabra de Dios? Entreguémonos, pues, en forma continua a la oración. Porque aquel que tenga un corazón dispuesto a estudiar la Biblia no debe ni puede olvidarse de orar. A su vez, ningún hombre que no ore puede decir que ama la Biblia en verdad.

Podemos concluir diciendo que ninguna otra cosa es más esencial para una vida IIena del Espíritu que guardar la Palabra y la oración; son dos ayudas indispensables para crecer en la gracia, para extraer el mayor gozo de la vida cristiana y establecerse en los caminos de paz. Por consiguiente, el abandono y descuido de estos importantes deberes presagia ciertamente un abatimiento del alma, una pérdida de gozo y paz, una aridez de espíritu y un total decaimiento de todo lo que se relaciona con la vida espiritual; prepara también el camino para la apostasía, y da al maligno una ventaja tal que ciertamente la aprovechará para la ruina del creyente. Estudiar la Palabra de Dios, obedecerla y orar sin cesar es lo único que, en definitiva, nos pondrá a salvo de los ataques del enemigo de las almas y nos garantizará la victoria final a través del poder de la sangre del Cordero.- E.M.Bounds "Y todo lo que pidamos lo recibimos de Él, porque guardamos Sus mandamientos y hacemos las cosas que son agradables delante de Él."