AGOSTO 20

17.11.2022

Por tanto, de la manera que recibieron al SEÑOR Jesucristo así anden en Él; Colosenses 2:6

La vida de fe está representada como recibiendo; acto éste que denota precisamente lo opuesto a todo lo que signifique mérito. Es sencillamente la aceptación de un don. Como la tierra embebe la lluvia, y el mar recibe los ríos, y la noche acepta la luz de las estrellas, así nosotros, no dando nada, participamos gratis de la gracia de Dios. Los creyentes, por naturaleza, no son fuentes ni manantiales, sino solo cisternas en las que fluye el agua viva. Son vasos vacíos en los que Dios derrama su salvación. La idea de recibir denota tener sentido de la realidad. No se puede recibir una sombra; recibimos lo que es real. Así es con la vida de fe; por ella Cristo llega a ser real para nosotros.
Mientras estamos sin fe, Cristo es para nosotros un mero nombre, una persona que vivió hace mucho tiempo, y, por tanto, su vida es ahora para nosotros solo una historia. Por un acto de fe Cristo llega a ser, en nuestro corazón, una persona real. Pero recibir significa también tomar posesión de algo.

Cuando recibo a Jesús, Él se convierte en mi Salvador, tan mío que ni la vida ni la muerte me podrán apartar de Él. Todo esto significa recibir a Cristo: recibirlo como el gratuito don de Dios, tener conciencia de su presencia en mi corazón y apropiarme de Él como mío. La salvación puede describirse como el ciego que recibe la vista, el sordo que recibe la facultad de oír, el muerto que recibe la vida. Pero nosotros no solo recibimos estas bendiciones, sino que recibimos a Jesucristo mismo. Es verdad que Él nos dio vida y perdón, y nos atribuyó su justicia. Todas éstas son cosas preciosas, pero no estamos satisfechos con ellas; nosotros hemos recibido a Cristo mismo. El Hijo de Dios ha sido derramado en nosotros, y nosotros lo hemos recibido y nos hemos apropiado de Él. ¡Qué corazón debe de tener Jesús, pues ni aun el cielo lo pudo contener!

"Anden en ÉL". Si hemos recibido a Cristo en el corazón, nuestra nueva vida manifestará el íntimo conocimiento que tiene de Él, observando una conducta de fe en Él. Andar denota acción. Nuestra Fe no tiene que aprisionarse en nuestra cámara secreta; tenemos, más bien, que llevar a la práctica lo que creemos. Si un hombre anda en Cristo obrará como obraría Cristo, pues estando Cristo en él, con su esperanza, su amor, su gozo y su vida, el tal es el reflejo de la imagen de Jesús, y los hombres dicen de él: «Es igual a su Maestro; vive como Jesucristo». Andar significa progreso. "Así anden en Él." Creyente, avanza de gracia en gracia; corre adelante hasta lograr el más alto grado de conocimiento, en cuanto a nuestro Amado. Andar denota permanencia. Hemos de gozar de una perpetua permanencia en Cristo. ¡Cuántos cristianos piensan que solo por la mañana y por la noche deben tener comunión con Jesús, y que después, pueden dar sus corazones al mundo durante el día! Es ésa una forma muy pobre de vivir. Tendríamos que estar siempre con Él, andar en sus pisadas y hacer su voluntad.

Andar denota también perseverancia. Al hablar de la conducta y la conversación de un hombre nos referimos a sus hábitos y al constante tenor de su vida. Ahora bien; si nosotros por un tiempo gozamos de Cristo, y después lo olvidamos; si a veces decimos que es nuestro, y luego lo abandonamos, entonces no tenemos perseverancia, no andamos en Él. Hemos de estar constantemente unidos a Él, no dejándolo jamás. Tenemos que «vivir y tener nuestro ser en Él». Persevera, cristiano, en el mismo camino en el que has empezado a andar, y como al principio Jesús fue la esperanza de tu fe, la fuente de tu vida, el motivo de tus actos y el gozo de tu espíritu, que lo siga siendo hasta el fin. Y que lo sea cuando pases por el valle de la sombra de la muerte y entres en el descanso eterno.- C.Spurgeon