JULIO 18

02.07.2021

"Preciosas y grandísimas promesas". 2 Pedro 1:4.

Muchas cosas son grandísimas pero no preciosas, tales como piedras grandes, las cuales son de poco valor; y por el otro lado, muchas cosas son preciosas pero no son grandísimas, tales como los diamantes y otras joyas, las cuales no pueden ser grandísimas si son preciosas. Pero aquí tenemos promesas que son tan grandísimas, que no son menos que infinitas, y tan preciosas, que no son menos que divinas.

Si deseas conocer por experiencia la preciosidad de las promesas y gozarlas en tu propio corazón, medita mucho en ellas. Hay promesas que son como uvas en el lagar: si las pisas saldrá el jugo. La meditación de la Santa Palabra será a menudo el preludio de su cumplimiento. Mientras estás meditando en ella, vendrá gradualmente la bendición que buscas.

Muchos cristianos que han ansiado lo prometido, hallaron que la gracia que la promesa les aseguraba, estaba descendiendo a sus almas mientras ellos estaban aún considerando la divina palabra; y se alegraron de que siempre hayan sido guiados a poner la promesa cerca del corazón.

Pero, además de meditar en las promesas, procura recibirlas como palabras de Dios. Habla a tu alma así: "Si estuviese tratando con promesa de hombre, consideraría cuidadosamente la capacidad y el carácter del hombre que ha pactado conmigo. Pero es promesa de Divina y debo saber que es Dios Todopoderoso el que lo ha prometido.

Alma mía, el que habla contigo es Dios, el Dios que no puede mentir. Esta palabra suya que ahora estás considerando es tan real como su propia existencia. Él es un Dios inmutable; no ha modificado lo que salió de su boca, ni ha anulado una sola palabra de consolación. Tampoco carece de poder; pues él es el Dios que hizo los cielos y la tierra. Menos aún le falta sabiduría para determinar el tiempo cuando ha de enviar sus bendiciones, pues Él sabe cuándo es mejor otorgarlas y cuándo es mejor retenerlas.

Por lo tanto, teniendo presente que ésta es la palabra de un Dios tan verdadero, tan inmutable, tan poderoso y tan sabio, debo creer la promesa. Si meditamos de esta manera en las promesas, y consideramos al que las prometió, experimentaremos la bondad de las mismas y obtendremos su cumplimiento. -C. Spurgeon