ABRIL 18

El que no carga su cruz y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo. Lucas 14:27
El seguidor de Cristo debe saber de antemano que ha de ser transformado totalmente en la imagen de Cristo crucificado, no por la mortificación de la carne, sino por su entrega a Él de todo corazón y el ardor de espíritu. La cruz debe ser tomada, no simplemente cargada sobre el hombro. Esto implica un sufrimiento voluntario y alegre por Cristo. Algunas personas soportan las pruebas, pero siempre con lamento. El espíritu de estas palabras requiere alegría en el sufrimiento por Cristo. La mitad de la prueba se ha ido, si la enfrentamos con este espíritu alegre.
A lo largo de tu vida Cristo no te pide que lleves con él toda su pesada cruz, sino tan sólo una pequeña parte aceptando tus sufrimientos. No tienes nada que temer. Por el contrario, tente por muy dichosa de haber sido juzgada digna de tener parte en los sufrimientos del Hombre-Dios. Por parte del Señor, no se trata de un abandono ni de un castigo; por el contrario, es un testimonio de su amor, de un gran amor para contigo. Debes dar gracias al Señor y resignarte a beber el cáliz de Getsemaní. A veces el Señor te hace sentir el peso de la cruz, este peso te parece insoportable y, sin embargo, lo llevas porque el Señor, rico en amor y misericordia, te tiende la mano y te da la fuerza necesaria.
¿Qué significa, que coja su cruz? Que soporte todo lo que le es penoso, y así es como llegará a mi casa. Desde que haya comenzado a seguirme, conformándose a mi vida y a mis mandamientos, encontrará en su camino bastante gente contradictores, que tratarán de desviarlo, que no sólo se burlaran de él, sino que le perseguirán. Estas personas no se encuentran únicamente entre los incrédulos que están fuera de la Iglesia; sino incluso entre los que parecen estar en la Iglesia. Por consiguiente, si tú deseas seguir a Cristo, lleva su Cruz sin más demora y sobrelleva a los malvados sin dejarte vencer... "El que no carga su cruz y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo." - Cesáreo de Arles
Notemos, es su cruz, y no la de algún otro, la que cada uno debe tomar. Es la cruz particular que Dios pone a nuestros propios pies, que debemos llevar. Nunca debemos hacer cruces para nosotros mismos, sino que siempre debemos aceptar las que se nos asignan. La propia cruz de cada uno es lo mejor para él. A veces pensamos que nuestra situación es peculiarmente difícil, y la comparamos con la situación de esta o aquella otra persona, y deseamos tener su cruz en lugar de la nuestra. Pero no sabemos qué son realmente las cruces de los demás. Si lo hiciéramos, es posible que no queramos intercambiar. La cruz que parece tejida con flores, si la ponemos sobre nuestros hombros, podemos encontrarla llena de espinas afiladas debajo de las flores. La cruz de oro que parece tan brillante, la encontraríamos tan pesada que nos aplastaría.
Hay una manera de sacar las cruces de nuestra vida por completo. Un padre se lo explicó así a su hijo. Tomando dos pedazos de madera, uno más largo que el otro, dijo: "Que el pedazo más largo represente la voluntad de Dios, y el pedazo más corto tu voluntad. Si pongo los dos pedazos uno al lado del otro, paralelos entre sí, no hay cruz". Sólo cuando pongo el trozo más corto sobre el más largo puedo hacer una cruz. Así que sólo puede haber una cruz en mi vida cuando mi voluntad se opone a la de Dios, cuando no puedo decir: "Hágase tu voluntad". Si mi voluntad consciente dulcemente en la Suya, no hay cruz". La forma de sacar las cruces es, por lo tanto, aceptar siempre con alegría, por amor a Él, cualquier prueba, dolor o pérdida que Dios envíe. -J.R.Miller
"Miren las llagas y los dolores de Jesús crucificado. Él mismo nos dice: «¡Ustedes, los que van por el camino lleno de espinas y cruces por el que yo he pasado, miren! (Lam 1,12). Miren con los ojos corporales y vean con los ojos espirituales si sus aflicciones, desprecios, dolores y abandonos, son comparables con los míos. Mírenme, a mí que soy inocente, y quejense ustedes, que son los culpables....El Espíritu Santo nos manda por boca de los Apóstoles esa misma mirada a Jesús crucificado (Gál 3:1); nos ordena que nos armemos con este pensamiento; quien sufre en su cuerpo pone fin al pecado, (1 Ped 4:1), arma más penetrante y terrible contra todos nuestros enemigos que todas las demás armas. Cuando se vean atacados por la pobreza, la abyección, el dolor, la tentación y las otras cruces, armense con el pensamiento de Jesucristo crucificado, que será para ustedes escudo, coraza, casco y espada de doble filo (Ef 6,11-18). En él hallarán la solución de todas las dificultades y la victoria sobre cualquier enemigo.
Miren en el cielo la hermosa corona que les espera, si llevan bien su cruz. Ésta es la recompensa que sostuvo a los patriarcas y profetas en su fe en medio de las persecuciones; y es la que ha animado a Apóstoles y Mártires en sus trabajos y tormentos. Preferimos, dicen los patriarcas con Moisés, ser afligidos con el pueblo de Dios, para gozar eternamente con Él, a disfrutar momentáneamente de un placer culpable" (Heb 11,24-26).- Luis María Grignion