OCTUBRE 17

He escuchado tu Oración, y he visto tus lágrimas. Te voy a devolver la salud.... 2 Reyes 20:5
Ezequías enfermó gravemente, y Dios le envió a su consejero, el profeta Isaías, para advertirle que su fin estaba próximo y que, por lo tanto, debía poner en orden todos sus asuntos. "Ordena tu casa, porque morirás, y no vivirás". 2 R. 20:1. Ezequías nunca se había encontrado en una condición tan seria frente a un decreto tan directo y definido de Dios. Dicho decreto anunciaba su muerte. ¿Qué podría hacer cambiar eso? ¿Acaso la oración cambia los propósitos de Dios? ¿Puede apartar de la muerte a alguien que haya sido destinado a morir? ¿Puede salvar a un hombre de una enfermedad incurable? Éstas eran las preguntas a las cuales la fe de aquel gran rey tenía que responder. Pero su fe no pareció apartarse de él ni por un momento; ni siquiera ante las palabras del profeta enviado. De inmediato, este piadoso rey se entregó a la oración: "Entonces, él volvió su rostro a la pared, y oró a Jehová y dijo: Te ruego, oh Jehová, te ruego que hagas memoria de que he andado delante de ti en verdad y con íntegro corazón, y que he hecho las cosas que te agradan. Y lloró Ezequías con gran lloro" (2 R. 20:2-3).
Esta oración del rey Ezequías no fue para exhibir su justicia ante Dios, sino para recordarle su fidelidad, así como Cristo lo hizo años después: "Padre, Yo te he glorificado en la Tierra". Juan 17:4 Seguía también la línea de aquella oración de David en el salmo 26:1: "Júzgame, oh Dios porque yo en mi integridad he andado; he confiado asimismo en Dios, sin titubear". Por consiguiente, ésta no era una prueba de oración para Ezequías, ni tampoco una cura de fe, sino una prueba para la Providencia: si la sanidad había de venir, debía venir de Dios. Apenas Ezequías terminó su oración, Isaías recibió otro mensaje para el rey; esta vez, mucho más agradable y reconfortante: "Y antes de que Isaías saliese hasta la mitad del patio, vino Palabra de Jehová a Isaías, diciendo: Vuelve, y di a Ezequías, príncipe de mi pueblo: "Así dice el SEÑOR Dios de David tu padre, Yo he oído tu oración, y he visto tus lágrimas."
Algunas veces sucede que Dios cambia de decisión, según su voluntad Soberana; Él tiene derecho a hacerlo, y sus razones son razones de peso. Muchos creyentes aceptan que han recibido su vida originalmente del Todopoderoso, pero les cuesta aceptar que Él también la puede quitar cuando le plazca. Ezequías deseaba vivir; pero, ¿qué podía cambiar el decreto de Dios? Nada sino el poder de la fe. El corazón de Ezequías estaba quebrantado y sus lágrimas añadieron fuerza y volumen a su oración. El rogó con poderosos motivos y fuertes argumentos; y Dios oyó su oración, vio sus lágrimas y cambió su decreto.
"Dios usó al profeta Isaías, pues su oración se convirtió en la habilidad de un médico, aplicó la medicina provista por la farmacia celestial: "Y dijo Isaías: Tomad masa de higos. Y tomándola, la pusieron sobre la llaga, y sanó". (2 R. 20:7). "Los mejores remedios naturales son inútiles sin la bendición divina . El cataplasma de higos no habría tenido ninguna eficacia si el SEÑOR de la vida se hubiera negado a interferir. Ezequías lo sabía bien, apela inmediata y directamente, no al médico, sino a Dios. En Sus manos están los resultados de la vida, y de Él dependen para su continuo fluir. ¡Cuán lentos somos para creer, y cuán minucioso y paciente es nuestro Padre misericordioso al animarnos a confiar en Él!" -CWP
Ezequías sanó y vivió para alabar a Dios y ser un ejemplo viviente del poder de la oración eficaz. La poderosa fuerza de la oración había hecho que Dios cambiara su edicto concerniente a Ezequías. Pero aún hizo más: el rey había orado solamente por su vida y, en cambio, Dios le dio vida y, en adición, la promesa de protección y seguridad de sus enemigos. Dios responde nuestra oración: "Mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos" Ef.3:20.
Tengamos en mente cuatro cosas: que Dios oye la oración, le presta la debida atención, la responde y otorga liberación por medio de ella. He aquí la oración nacida en el fuego de un gran deseo y continuada a través de una profunda agonía, conflicto y oposición al éxito. ¿No son nuestros anhelos lo suficientemente fuertes e intensos como para dar vida a los poderosos conflictos de la oración? ¿No son acaso lo suficientemente absorbentes como para detener cualquier negocio o interés mundano, y hacer que elevemos desde muy temprano, en la mañana, nuestras oraciones a Dios para sacar las victorias de las mismas fauces del infierno? Necesitamos hombres como Ezequías e Isaías, que se unan a la oración y obtengan las fuerzas, las bendiciones y los ilimitados recursos que ella ofrece. -E.M.Bounds