SEPTIEMBRE 17

17.12.2022

Entonces clamó Moisés al SEÑOR y dijo: "¿Qué haré?". Éxodo 17:4

Cuando el pueblo de Israel se trasladó por el mar Rojo, rumbo al monte de Sinaí, tuvieron que acampar en Refidim. Éxodo 17:1 En ese momento, ya no tenían agua para beber, pensaron que morirían, en esa situación extrema Moisés clamó al SEÑOR: "¿Qué haré?". Es una posición bendita que la Providencia de Dios nos reduce, cuando nos hallamos cara a cara con una necesidad abrumadora. Si fuera un riachuelo podríamos vadearlo, pero es un río. Si fuera la sed de un niñito podríamos satisfacerla; pero son dos millones de personas sedientas. Si se deseara el agua de los pozos de la tierra, podríamos comenzar a construir presas para recibir el agua de los lagos que están en el seno de las montañas; pero se siente sed del agua viva que sale del trono de Dios y del Cordero. Entonces entendemos el límite de nuestra suficiencia.

Confesamos que "no somos suficientes en nosotros mismos para pensar que cosa alguna procede de nosotros, sino que nuestra suficiencia es de Dios." 2 Cor.3:5 No podemos producir un avivamiento, ni salvar una alma, ni convencer a un corazón de pecado, o humillarlo en contrición; no podemos consolar, ni satisfacer la ardiente sed. Y cuando hemos agotado nuestros recursos, estamos listos para probar los de Dios. Es del bajo umbral de la puerta de donde el río de la vida sale, y procede en su camino ordenado del Cielo. Allí, en Refidim, aprendemos también mucho acerca de Dios. Nos hace conocernos a nosotros mismos para que lleguemos a conocer a Dios. El Maestro dice: "¿Dónde vamos a comprar pan para tanta gente? ¿Cuántos panes tienen?". No es porque Él necesite los informes; sino porque quiere hacer comprender a sus discípulos lo completamente inútil de su refuerzo, y prepararlos mejor para apreciar la grandeza de Su poder. Pero aquella pregunta que saca a luz lo escaso que son los panes, es seguida invariablemente por el mandato: "Traiganlos aquí.", y por los montones de pedazos que evidencian la abundancia de la provisión divina.

Así es que, en Refidim la necesidad que nos abate nos hace acudir a Dios. Allí aprendemos además de la paciencia divina. Ni una palabra de reproche o reconvención se deja oír en el aire tranquilo del desierto. Si el pueblo hubiera sido ejemplar en su humilde confianza, no podría haber encontrado más tierna voluntad para suplir sus necesidades. Es sólo en Refidim donde aprendemos su paciencia para con nosotros y para con otros; porque siempre se acordará de su pacto: «Su misericordia permanece para siempre». Y aprendemos la realidad de su presencia espiritual: "Yo estaré enfrente de ti allí, sobre la peña en Horeb. Golpearás la peña, y saldrá agua de ella para que beba el pueblo." Éxodo 17:6. Fue la respuesta del SEÑOR al clamor de Moisés, como si le dijera: No temas pues, ni te amedrentes; Yo soy tu Dios; nadie te enfrentará para maltratarte, porque Yo estoy contigo para librarte. Pasa delante de ellos, nada te acontecerá; y esto te será por señal de que Yo estoy realmente allí delante de ti sobre la peña, y brotarán de ella manantiales de aguas".

"Herirás la peña, y saldrán de ella aguas". ¡Esto es extraño! Una peña parecería ser el último lugar donde se almacena agua; pero las alacenas de Dios están en lugares muy inesperados. Los cuervos traen comida. El primer ministro de Egipto da grano. Ciro permite salir de Babilonia al pueblo de Israel. El Jordán sana al leproso. La harina hace benéfico el potaje envenenado. La madera hace nadar el hierro. Un samaritano cura las heridas y salva la vida de un viajero robado. José de Arimatea sepulta a Cristo en su propio sepulcro nuevo. Sirve mucho ir a Refidim para clamar y conocer los recursos de la providencia de Dios. Los que le honran no padecerán necesidad, y ningún temor habrá para los que han llegado a conocer sus almacenes secretos: «Cosas que ojo no vio, ni oído oyó... son las cosas grandes que ha preparado Dios para los que le aman. Pero a nosotros nos las reveló Dios por medio de su Espíritu". 1 Cor. 2: 9 - 10. Aquella peña herida era un tipo de Cristo. ¡Una Roca en verdad! Estable en medio de cataclismos, permanente en medio de cambios. ¡Una Roca herida! El reproche quebrantó su corazón, y la lanza del soldado hizo salir la sangre y el agua que han brotado para sanar las naciones y satisfacer su sed: "Bebieron de aquella roca espiritual que les iba siguiendo y aquella Roca era Cristo". No hay otra agua que satisfaga tan bien la sed espiritual como esta agua límpida de la Roca. Jesús es la respuesta, Él Roca de nuestra salvación. "¡Roca de la eternidad, fuiste abierta para mí!"

Es así como en Refidim aprendemos el poder de la oración que efectuará lo que de otro modo sería imposible. Según las oraciones de una Iglesia son los éxitos de la misma. Si se mantienen, la bandera indica sus victorias; si son lánguidas y tristes, el enemigo gana terreno. Aprendamos, pues, a Orar, llenando nuestros Refidimes con fuertes clamores y lágrimas, obteniendo para nosotros mismos y para otros, victorias que ninguna proeza propia podría ganar. Estas nos animarán como ninguna otra cosa podría hacerlo, llenando nuestro corazón de gozo, nuestros labios de canciones, y nuestras manos de los despojos del enemigo. ¡Qué liberaciones podríamos efectuar a favor de nuestros seres amados, y todos los demás que son fuertemente molestados por la carne, si tan sólo nos hallamos con más frecuencia sobre la cumbre del cerro con la vara de la Oración levantada y afirmada en nuestras manos. - F.B.Meyer