ABRIL 17

13.04.2021

También les refirió Jesús una parábola sobre la necesidad de ORAR SIEMPRE, Y NO DESMAYAR. Lucas 18:1

Para que la oración sea constante, ferviente y todo lo pura que conviene, es necesario ante todo, una liberación total de las inquietudes que vienen de la carne. Ningún asunto, ningún interés o preocupación debe inquietarnos en la oración. Cuando te dispongas a orar, vacía tu corazón de todo egoísmo, vanidad, soberbia, ira, codicia y amor al dinero, amor desordenado a las criaturas, cosas (idolatría). En otras palabras: Hacer morir todo lo terrenal en nosotros Col.3:3 Morir al yo, estos es, estar crucificados juntamente con Cristo. Gál.2:20 Entregar, rendir y someter totalmente tu voluntad a la voluntad Divina, cada día decir: "SEÑOR, hágase tu voluntad y no la mía." Luc. 22:42 Y todo esto se logra con la ayuda del Espíritu Santo, es una obra sobrenatural y divina en cada creyente dispuesto apartar su corazón humildemente de las distracciones y ocupaciones exteriores, siempre con la ayuda del SEÑOR y de Su Espíritu, porque Él es quien produce así el querer en cada uno por su buena voluntad. Fil.2:13

Entonces poco a poco, con un corazón centrado solo en Dios, es cuando el alma se irá elevando, como dijo David: A ti, SEÑOR, elevo mi alma, porque en ti confío. Salmo 25:1 Porque en ti espero, porque te amo, porque fuera de ti nada deseo en esta tierra. Salmo 73:25 Poco a poco, porque el camino del creyente, en lo que se refiere a la oración, es como la luz del amanecer: Su esplendor va en aumento hasta que el día alcanza su plenitud. Prov.4:18 Una calma y quietud excepcionales se extenderán gradualmente sobre el alma. Toda la experiencia de la oración comenzará a entrar en un nuevo nivel. Dios derrama dentro del corazón un amor más profundo, que penetra y llena todo el ser de un gozo indescriptible y una paz permanentes

David tuvo esta experiencia, su alma fue llena en oración como quien disfruta de un banquete, por eso dijo: Quedaré muy satisfecho, como el que disfruta de un banquete delicioso, y mis labios te alabarán con alegría. Salmo 63:5 Habitar en la presencia del SEÑOR por medio de la Oración, es una bienaventuranza y un privilegio: Bienaventurado el que tú escogieres y atrajeres a ti, Para que habite en tus atrios(en tu presencia en oración); Seremos saciados del bien de tu casa, de tu santo templo. Salmo 65:4

Si te entregas a la oración y la practicas conforme a lo dicho. Entonces, podrás ORAR SIEMPRE Y NO DESMAYAR, hasta que lo que pides te sea concedido o hasta tener la seguridad en tu corazón de que se te concederá. La oración ya no será para ti una carga ni una obligación, será un privilegio y un deleite. Y como la oración no consiste solamente en hablar con Dios, sino que es también una lucha con Satanás, y puesto que Dios usa nuestra oración como un factor poderoso en la victoria de esa lucha, El sólo, y no nosotros, debe de decidir cuándo podemos cesar de hacer nuestras peticiones. Así que no debemos atrevernos a dejar nuestra oración, hasta que recibamos la respuesta o tengamos la certeza de que vamos a recibirla.

Ten presente que la falta de constancia en la Oración es una tentación. Empezamos a orar; hacemos nuestras peticiones un día, una semana, un mes; y si no recibimos una respuesta definitiva, desmayamos y cesamos de orar por aquello. Esto es simplemente la trampa de muchas cosas que empezamos y no terminamos. En todas las esferas de la vida, esto es desastroso. El hombre que adquiere el hábito de empezar las cosas y dejarlas sin terminar, forma el hábito del fracaso. El hombre que empieza a orar por una cosa y no persiste hasta obtener la respuesta que desea, ha formado el mismo hábito en la oración. Desmayar, es fracasar. Entonces la derrota engendra desaliento e incredulidad en la realidad de la oración, lo cual es fatal para obtener cualquier éxito y como David se quejan: "¿SEÑOR, hasta cuándo? Salmo 13:1"

Orar siempre y no desmayar", es el lema que Cristo nos da para nuestra vida de Oración, es la prueba para nuestra fe, y cuanto más severa sea ésta y más larga la espera, mas gloriosos serán los resultados. El desmayo del corazón, la impaciencia, y la timidez son actitudes fatales para nuestras oraciones. La Oración persistente nunca desmaya ni se debilita, no se desanima, ni se rinde a la cobardía, sino que es sostenida por una clase de esperanza que no conoce la desesperación, y una Fe que se aferra fuertemente a la promesa. Tiene paciencia para esperar y fortaleza para continuar y se rehúsa desistir de la Oración hasta no recibir la respuesta.

"Cuando digo a alguno: Ruega a Dios, pídele, suplícale, me responde: "Ya pedí una vez, dos, tres, diez, veinte veces, y nada he recibido." No ceses, hermano, hasta que hayas recibido; la petición termina cuando se recibe lo pedido. Cesa cuando hayas alcanzado; mejor aún, tampoco entonces ceses. Persevera todavía. Mientras no recibas pide para conseguir, y cuando hayas conseguido da gracias". J.Crisostomo