ABRIL  1

11.04.2022

Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro. Hebreos 4:16

Los creyentes que pertenecen a Dios están obligados a orar. No tienen la obligación de hacerse ricos, ni de tener éxito en los negocios, pues estas cosas son incidentales y ocasionales. Los éxitos materiales son inmateriales para Dios. Tampoco los hombres son mejores o peores con o sin estas cosas. Las mismas no son fuentes de reputación nielementos de carácter ante las normas y estimación celestiales. Pero orar, orar verdaderamente es la fuente de toda renovación, la base para una buena reputación y el elemento de carácter ante la estimación de Dios. Los hombres están obligados a orar, pues la oración es lealtad a Dios.


No orar es rechazar a Cristo y abandonar los Cielos. Una vida de oración es la única vida que cuenta en los Cielos y Dios está preocupado en que los hombres oren, yaque éstos, así como todo el mundo, son grandemente beneficiados por medio de la oración. De hecho, Dios lleva a cabo su mejor obra en favor del mundo en su totalidad a través de la oración. Es más, las promesas de Dios están esperando para ser apropiadas por los creyentes y vivificadas por medio de la oración eficaz. Una promesa es como una semilla sin sembrar: tiene el germen de la vida en su interior, pero el terreno de preparación de la oración es necesario para poder hacer germinar y crecer esa semilla.


Los propósitos de Dios se mueven a lo largo de la senda trazada por la oración para sus gloriosos designios. El aliento de la oración en el hombre procede de Dios. Para aquel que ora, el tiempo de la oración es sagrado, porque en ella el alma se acerca a la búsqueda del Todopoderoso. En efecto, la oración mide el acercamiento a Dios. Con lo cual, el que no ora no conoce a Dios, porque la morada de Dios está en lo secreto, allí en la cámara íntima de la oración:"El que habita al abrigo del Altísimo y mora bajo la sombra del Omnipotente, dice a Jehová: Esperanza mía, y castillo mío" (Sal. 91:1- 2).


El que no tiene su intelecto fortalecido, clarificado y elevado por medio de la Oración no puede decir que ha estudiado verdaderamente la doctrina de Dios. El Dios Todopoderoso nos ordena orar, espera en la oración para ordenar sus caminos, y se deleita en ella. Esto es, para el SEÑOR la Oración es lo que era el incienso dentro del Templo judío: Todo lo impregna, lo envuelve y perfuma.


Las posibilidades de la Oración cubren todos los propósitos de Dios a través de Cristo. Dios condiciona todos los dones en todas las dispensaciones a Su Hijo en Oración. Dice Dios el Padre a su Hijo, mientras iba hacia la meta de su plan salvador: "Pídeme y te daré por herencia las naciones y, como posesión tuya, los confines de la Tierra" (Sal. 2:8). La respuesta a la oración está asegurada no solamente por las promesas de Dios, sino también por medio de nuestra relación con Él como nuestro Padre. Prestemos también atención a las preciosas palabras: "Pues si ustedes, aun siendo malos, saben dar buenas dádivas a sus hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los Cielos dará cosas buenas a los que le pidan?" (Mateo 7:11).


Dios nos alienta a orar no sólo por medio de la seguridad de la respuesta, sino además por la generosidad de la promesa y la abundancia del Dador. ¡Qué promesa tan preciosa, que cubre todas las cosas sin calificación, excepción o límite! El desafío de Dios para nosotros es: "Clama a mí, y Yo te responderé y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces" (Jer. 33:3). El Dios Omnipotente desea que pidamos sin mezquindad. Él declara que es "Poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o pensamos" (Ef. 3:20). Sí, Dios nos asombra dándonos "carta blanca": "Preguntadme de las cosas por venir, mandadme acerca de mis hijos, y acerca de la obra de mis manos" (Is. 45:11). El Espíritu nos dice claramente: "El que no eximió ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con Él todas las cosas?". Romanos 8:32


En definitiva, Dios nos ha dado todas las cosas en oración por medio de su promesa porque ya nos ha dado todo en su Hijo. ¡Asombroso don, su propio Hijo! ¡Los recursos de la oración son tan ilimitados como lo es su propio Hijo bendito! No hay nada en el Cielo o en la Tierra, en tiempo y eternidad, que el Hijo de Dios no pueda asegurarnos. Por medio de la oración, Dios nos da la vasta y rica herencia, la cual nos pertenece por virtud de su Hijo, y nos invita a "acercarnos confiadamente al trono de la gracia". - Edward M.Bounds

¡Ah, con cuánta humildad debemos acercarnos a Dios! Con familiaridad, sí, pero con pureza de corazón. Con confianza, pero sin impertinencia. Usted está todavía en la tierra y Él en el cielo.Usted es un gusano de la tierra y es el Eterno. Antes de que nacieran los montes. Él era Dios, y todas las cosas creadas deben pasar, pero Él sigue siendo el mismo. Me temo que no nos postramos como debiéramos ante la eterna majestad. Pidámosle al Espíritu de Dios que nos ponga en la posición correcta, para que cada una de nuestras oraciones llegue hacer un acercamiento reverente a la infinita majestad de lo alto. Padre celestial, me humillo en silencio ante alguien tan majestuoso como Tú. Amén. C. Spurgeon