OCTUBRE  14

13.10.2021

La muerte y la vida están en poder de la lengua, y los que la aman comerán su fruto.    Proverbios 18:21

Lo más fuerte que puede estar escrito en la Biblia sobre el poder de la lengua, está con toda seguridad en este verso. Hablamos a la ligera y las palabras nos parecen insignificantes para bien o para mal. No nos detenemos a pensar que, mientras salen de nuestras bocas, destruyen o construyen hermosas telas de alegría y paz en las almas de aquellos con quienes hablamos. Hay palabras dichas que se han llevado tristeza y desolación que los años no pudieron reparar. Por otro lado, ha habido palabras sencillas que, atesoradas en la memoria, han colgado como brillantes estrellas de alegría en largas y oscuras noches de dolor y prueba.

¡El poder de la lengua para hacer el bien es simplemente incalculable! Puede impartir conocimientos valiosos; puede pronunciar palabras que brillarán como lámparas en corazones oscurecidos; puede pronunciar frases amables que consolarán el dolor o alegrarán el abatimiento; puede respirar pensamientos que despiertan, inspiran y avivan las almas despreocupadas, e incluso susurran el secreto divino de la energía vivificante a las almas muertas.

¡Cuanto bien podríamos hacer con nuestras palabras si las usáramos hasta el límite de su poder para lo bueno! Nadie puede calcularlo. Y estas oportunidades no se encuentran solo en un discurso formal, en un sermón, o en alguna charla seria ocasional, sino que vienen en todas las conversaciones, incluso en el saludo más informal en la calle. No debemos dejar pasar estas oportunidades, ni siquiera en nuestra charla más breve, sin dejar caer al menos una frase inspiradora y útil: Lo cual puede resultar una bendición para quien nos escucha. Así podemos dejar bendiciones en cada paso de nuestro camino. Nuestras palabras a tiempo, palpitantes de amor llevadas por el soplo de la oración silenciosa, serán una medicina para todos los corazones. Pues las palabras dichas a tiempo son como manzanas de oro con adornos de plata. Prov. 25:11. - J.R.Miller

Dijo Jesús: ¿Cómo pueden ustedes siendo malos, hablar lo que es bueno? Porque de la abundancia del corazón habla la boca. El hombre bueno, de su buen tesoro saca lo bueno, y el hombre malo, de su mal tesoro saca lo que es el mal ". Mateo 12: 34-36 Nuestras palabras reflejan lo que hay en nuestro corazón. Nos quedamos cortos en describir la corrupción del corazón, y todo lo que hay en él sale por la boca. El corazón humano puede ser un pozo de serpientes, un calabozo de la maldad, una trinchera de inmundicia. En realidad, es el lugar de fabricación de toda inmundicia y de todo pecado. Aunque algunos la disfracen de cordero con versos bíblicos, elocuencia y palabras bonitas, en realidad son mentirosos, hipócritas, falsos. Si un hombre ama los deportes, habla de deportes. Si ama el dinero, habla de dinero. Si ama el arte, habla de arte. Si hay amargura en el corazón, se manifestará a través de lo que decimos y cómo lo decimos. Si hay odio, saldrá odio de nuestra boca. Si hay ira, saldrá ira.

Somos responsables de las palabras que decimos. "Pero yo les digo que, en el día del juicio, cada uno de ustedes dará cuenta de cada palabra ociosa que haya pronunciado. Porque por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado. Mateo 12:36-37 Si somos responsables de las palabras ociosas, ¡cuánto más de las palabras que hieren, golpean y caen como una plaga destructiva en otros corazones y vidas!

Afilan su lengua como espada, y lanzan palabras amargas como flechas. Salmo 64: 3, David llama a la lengua "espada". Esta espada ciertamente ha dañado, magullado, herido y matado a más personas que todas las espadas en todas las guerras desde que comenzó la historia del mundo. Lo has visto muchas veces. Esa pareja de recién casados, tan cariñosa durante días y días. Pero un día, el hombre perdió los estribos y partió el corazón y el afecto de su esposa con una ira incontrolable y con palabras de las que podría arrepentirse para siempre. Pero fue dicho. El daño ya está hecho. Cuántas veces debemos recordar ese viejo dicho: no podemos recuperar la flecha que disparamos al aire, el agua debajo del puente o la palabra hablada.

No pronuncien ustedes ninguna palabra mala(obscena, corrupta), sino sólo aquellas que contribuyan a la necesaria edificación y que sean de bendición para los oyentes. Efe.4:29 Son incontables las estrellas en el cielo y la arena del mar ¡Pero, todavía hay algo que las puede superar en número! Son las palabras que se dicen. "Palabras airadas, oh, nunca las dejes salir desenfrenadamente de la boca. Con el mejor impulso del alma siempre pensarlas antes de ensuciar los labios. Las palabras de enojo se pronuncian rápidamente, los pensamientos amargos se agitan precipitadamente. Se rompen los lazos más queridos de la vida, con una sola palabra airada."

En las muchas palabras no falta el pecado; el que es prudente refrena sus labios. Prov.10:19 Cuántas palabras dañinas se dicen hoy en los celulares. Cuantas palabras difundidas por todo el mundo en los medios de comunicación: Televisión, radio, internet. La lengua ha hecho más daño que cualquier otro instrumento del cuerpo humano. Escuchemos por un día y tomemos nota de todo lo que oímos. ¿Cuánto vale la pena grabar? ¿Cuántas oraciones son espiritualmente útiles, dichas para encender aspiraciones más elevadas o iniciar impulsos ascendentes? ¿Y cuánto está completamente vacío y es pura vanidad, que no alimenta el hambre del corazón, y no ayuda a nadie a vivir mejor?

No es de extrañar que Santiago 3:8 diga que la lengua no se puede controlar. El corazón diseña todo lo que la lengua va a decir y la lengua es la vitrina del corazón. Seguramente una de las cosas más asombrosas acerca de la gracia transformadora de Dios, es que el hombre pierde y cambia su lenguaje sucio, su lengua mentirosa y su ira malvada cuando es salvo. De poco sirve llevar una Biblia grande, asistir sin falta a la reunión de oración y ayuno para aparentar cuán espirituales somos, si explotamos en el lugar de trabajo, maltratamos con con las palabras a nuestros hijos y esposo-a y proferimos palabras de crítica, ira y amargura a los que nos rodean.

Creo que perdemos muchas de nuestras oraciones porque estamos haciendo lo que dice Santiago 3:10 "De una misma boca proceden bendición y maldición." Un momento estamos bendiciendo a Dios, y luego estamos maldiciendo a los hombres. Un momento nuestras lenguas hablan de cosas santas, y al siguiente, de cosas impías. Las palabras manifiestan como está el corazón. En la iglesia nos mostramos santos, oramos y cantamos, y el resto de la semana andamos en chismes, griterías, contiendas críticas, y hablamos de cualquier cosa menos de las cosas profundas de Dios.

Si Cristo estuviera hablando internamente todo el tiempo en nuestros corazones, solo diríamos palabras de bendición y edificación. David dijo: "Guardaré mis caminos para no pecar con mi lengua; Guardaré mi boca como con mordaza."Salmo 39: 1. ¡Que este también sea nuestro deseo! Que el SEÑOR selle nuestra lengua y guarde nuestra boca para no pecar. - Leonard Ravenhill

"Oh , que mi corazón alabe a Dios! Un corazón liberado del pecado. Un corazón que siempre siente la sangre, tan libremente derramada por mí. Un corazón resignado, sumiso, manso, el trono de Mi Gran Redentor, donde solo se oye hablar a Cristo, donde solo reina Jesús." Jhon Wesley