OCTUBRE  13

13.10.2021

Jesús tomó a Pedro, a Jacobo y a su hermano Juan, y los llevó aparte a un monte alto. Allí se transfiguró delante de ellos, y resplandeció su rostro como el sol, y sus vestidos se hicieron blancos como la luz. Mateo 17:1-2

Nuestros cuerpos son templo del Espíritu Santo. 1Cor.6:19 Como también se nos asegura que, en la resurrección, Cristo cambiará nuestros cuerpos mortales a la semejanza de su propio cuerpo glorificado. Moisés y Elías, que aparecieron en gloria en el monte de la transfiguración, eran santos con su común vestido celestial de todos los días.

Si Cristo habita en ti, producirá una transformación y la misma clase de vida que Él vivió cuando estuvo en la tierra. Este cambio no se produce en su totalidad en el momento en que uno cree en Él. Se dará poco a poco, comenzando desde el día en que creemos en Él. La principal misión de la vida de un creyente es ser transformado a la semejanza de Cristo.

.- SOMOS TRANSFIGURADOS EN ORACIÓN: Es un hecho muy interesante, que fue mientras Jesús oraba se transfiguró. Cuando se arrodilló en el monte, no había brillo en su rostro; pero mientras continuaba en oración, surgió un extraño resplandor en Sus rasgos. ¡Más y más brillante se tornó, hasta que Su rostro brilló como el sol! El cielo descendió a la tierra y la gloria coronó el monte de la transfiguración. Lo que fue cierto para el SEÑOR en Su vida humana, también lo es para Su pueblo. La oración transfigura el corazón.

El rostro refleja lo que hay en el corazón. Un corazón infeliz, muestra una cara infeliz surgiendo de las profundidades del alma. El mal genio se revela, no sólo en brotes indecorosos, sino en toda la expresión. La lujuria en el corazón endurece los rasgos. Por otro lado, las cosas buenas y bellas del corazón, se revelan en el rostro. Así un espíritu de oración está lleno de anhelos de Dios. Ningún estado de ánimo de la vida espiritual es más bendecido que el anhelo. Y es Dios en el alma, quien enciende Sus deseos de justicia y santidad en cada corazón. Es la transfiguración de Su Espíritu lo que purifica nuestras vidas terrenales ¡y las cambia, poco a poco, a la imagen divina!

Pablo dice en un pasaje maravilloso cómo conseguir esta transformación: "No se preocupen por nada. Que sus peticiones sean conocidas delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias." Filip. 4: 6-7 Toda oración verdadera se caracteriza por la sumisión A LA VOLUNTAD DE DIOS. Llegamos a los pies de Dios, llenos de nuestros propios caminos y deseos. Pero no siempre nuestros caminos son los caminos de Dios. Tendemos a ser poco sumisos, rebeldes y hacer nuestra propia voluntad.

Deseamos las cosas que no nos convienen y no estamos dispuestos a rendir nuestra voluntad a la de Dios. Pero aunque este es nuestro espíritu debemos ser llevados a decir: "No mi voluntad, sino la Tuya SEÑOR". Luc.22:42 Por tanto la oración verdadera nos entrena para rendirnos a la voluntad de Dios. La mayor consagración cristiana posible, se encuentra en el perfecto sometimiento de nuestra voluntad a la voluntad de Dios.

La oración que nos impulsa a rendir nuestros caminos al camino de Dios, ¡nos transforma a la imagen de Dios! Entonces, la oración nos transfigura, porque trae la gracia y la bendición divinas a nuestra vida. Las oraciones son respondidas. Las cosas por las que oramos las recibimos, si son cosas que realmente bendecirían nuestra vida. Somos débiles y oramos por fuerza; nos levantamos de rodillas con el poder de Cristo descansando sobre nosotros.

Oramos para ser puros, y a nuestro corazón llegan nuevos impulsos hacia las cosas santas. Estamos en tentación, con luchas feroces, pidiendo ayuda, y recibimos la bendición de Cristo que nos da fuerzas. Estamos entristecidos, y al orar, recibimos consuelo de Dios. Así es que donde y cuando oramos, el cielo se abre sobre nosotros y las bendiciones divinas se envían sobre nosotros. El toque de Dios está sobre nuestra alma de alguna manera. Un nuevo brillo comienza a resplandecer en nuestra vida. Así, la oración transforma nuestra maldad en pureza, nuestra debilidad en fuerza.

.- LA ORACIÓN TRANSFIGURA EL SUFRIMIENTO: La vida en algunos momentos puede tornarse muy difícil. Pero la gracia de Cristo, la fe cristiana y la oración transfiguran las pruebas de aquellos que son de Él y han aprendido a vivir como Él nos enseña a vivir. Nos dice: "Echando toda su ansiedad sobre el SEÑOR, porque Él tiene cuidado de ustedes." 1Pedro 5:7 Eso significa que todo cuidado está escondido en Él, todas nuestras preocupaciones son parte de las lecciones que Él nos ha dado como un secreto de bendición, un regalo de amor que nos ha enviado.

Cada vez que llegas a un punto difícil en tu vida, una dificultad, una perplejidad, Dios te está dando una nueva oportunidad para volverte más fuerte, más sabio o más rico de corazón. Tratamos de hacerles la vida más fácil a nuestros hijos, pero Dios es más sabio que nosotros. ¡Quiere que sus hijos tengan luchas para que crezcan fuertes, santos y nobles!

Una de las verdades más profundas que se enseñan en la Biblia es que el dolor terrenal tiene una misión en la santificación de la vida. Dice: "Convenía que Jesucristo fuera perfeccionado a través de los sufrimientos." Heb.2:10 Esto enseña que incluso con su carácter impecable, había algo que solo el sufrimiento podía hacer en Él, que no conseguiría en ninguna otra escuela. Su vida no fue perfeccionada hasta que sufrió.

Huimos del sufrimiento y, sin embargo, la persona que no lo ha experimentado, aún no ha tocado los significados más profundos y preciosos de la vida. Hay cosas que nunca podemos aprender, excepto en la escuela del dolor. Hay alturas de vida que nunca podremos alcanzar, excepto en la amargura del dolor. Hay alegrías que nunca podremos tener, hasta que hayamos caminado por los caminos oscuros del dolor. Un escritor dice: "Quizás sufrir no es otra cosa que vivir profundamente. El amor y el dolor son las dos condiciones de una vida profunda".

Sin sufrimiento, uno nunca puede llegar por debajo de la superficie en la experiencia humana. No tener dolor, de alguna forma, es perder una de las oportunidades más sagradas de la vida. Sacamos lo mejor de la aflicción. "¡Te he refinado en el horno del sufrimiento!" Isaías 48:10.

Ser cristiano no exime a nadie del dolor. Pero aquí, nuevamente, la fe en Cristo trae transfiguración. No solo se nos enseña a soportar los dolores que nos llegan con paciencia y sumisión, sino que se nos asegura que hay una bendición en ellos para nosotros, si los aceptamos con amor y confianza. Así es como las Escrituras derraman la luz de Cristo sobre el dolor. La fe ve el dolor ya no oscuro, sino atravesado por el resplandor del cielo, transfigurado por la bienaventuranza de Cristo.

Sí, la Oración cambia nuestras derrotas, en victorias. Nos trae paz y consuelo, en medio de la confusión. Cambia la preocupación y la inquietud, en una confianza tranquila y serena. Pone arcoíris en nuestras nubes de tormenta. Hace que nuestras lágrimas de dolor sean lentes, a través de las cuales vemos más profundamente el cielo. Abre los tesoros del amor de Dios y nos enriquece con los mejores dones de la gracia. ¡Sí. En Oración sincera somos transfigurados! - J.R.Miller