JULIO 13

"Entonces, ¿ qué debo hacer? PUES ORAR CON EL ESPÍRITU ...." 1 Corintios 14:15
Ahora bien, orar con el Espíritu, esto es, lo que hace el que ora, si ha de ser acepto a Dios, se acercará a Él, sincera, consciente, y afectuosamente por medio de Cristo; lo cual ha de ser necesariamente obra del Espíritu de Dios. No hay hombre ni iglesia en el mundo que pueda acercarse a Dios en oración, si no es con la ayuda del Espíritu Santo: " Por Él los unos y los otros tenemos entrada por un mismo Espíritu al Padre. " (Efesios 2:18). Por lo cual Pablo dice: "Qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos; sino que el mismo Espíritu pide por nosotros con gemidos indecibles. Mas el que escudriña los corazones sabe cuál es el intento del Espíritu, porque conforme a la voluntad de Dios, demanda por los santos" (Rom. 8: 26, 27).
"Nadie conoció las cosas de Dios, sino el Espíritu de Dios" (1 Corintios 2:11). Asimismo, si no saben cuál ha de ser el tema de la oración, a no ser por la ayuda del Espíritu, sin El tampoco saben cómo deben orar; por lo cual, el apóstol añade: "El Espíritu ayuda en nuestra debilidad: porque qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos." Obsérvese esto: "como conviene"; pues el no pensar en esta palabra, o por lo menos el no entenderla en su espíritu y verdad, ha hecho que algunos inventen, como Jeroboam, otra manera de adorar distinta de la que está revelada en la Palabra de Dios, tanto en lo que respecta al tema como a la forma. Pero Pablo dice que es preciso que oremos como conviene; cosa que no podemos hacer ni con todo el arte, la habilidad, la astucia y el ingenio de los hombres y de los ángeles. "Porque qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos; "sino que el mismo Espíritu pide por nosotros"; no el Espíritu y la concupiscencia del hombre: una cosa es lo que el hombre puede imaginar e inventar en su propio cerebro, y otra lo que se le manda y debe hacer. Por eso, "Muchos piden y no reciben, porque piden mal" ( Santiago 4:3), por lo cual jamás llegan ni siquiera a estar cerca de poseer lo que piden.
Cuando se está en oración; Dios escudriña el corazón, para ver de qué raíz y espíritu procede. "Y Aquel que escudriña los corazones sabe cuál es el sentir[ del Espíritu, porque Él intercede por los santos conforme a la voluntad de Dios." (Rom. 8:27). Pues Él nos oye solamente en aquello que es conforme a su voluntad, y en nada más. Ha de ser en el Espíritu o con El; pues si no es así, nadie puede saber cómo ha de acercarse a Dios como conviene. Los hombres podrán decir fácilmente que se allegan a Dios en su Hijo; pero acercarse a Dios "como conviene ", y conforme a Su voluntad, es lo más difícil que pueda concebirse, si se quiere hacer sin el Espíritu. Es el Espíritu quien lo escudriña todo, aun lo profundo de Dios. Es el Espíritu quien debe mostrarnos la manera de acercarnos a Dios, y también aquellas cosas de Dios que le hacen deseable. Dijo Moisés : " Te ruego que me muestres ahora tu camino para que te conozca" (Éxodo 33:13). Y solamente el Espíritu puede enseñarnos a pedir, porque es el único que todo lo escudriña, aun lo profundo de Dios. Sin este Espíritu, aunque tuviéramos mil devocionarios, por qué "¿qué hemos de pedir como conviene? no lo sabemos", pues el Espíritu nos acompaña en aquella debilidad que nos incapacita totalmente para orar.
La oración verdadera ha de proceder, tanto de labios como de corazón, de lo que nuestra alma percibe bajo la luz del Espíritu; de lo contrario será rechazada como cosa vana y abominable, porque el corazón y la lengua no van al unísono, de esto habló el SEÑOR cuando dijo: "Este pueblo de labios me honra; Mas su corazón está lejos de mí." Mateo 15:8 A menos que el Espíritu nos ayude en nuestra debilidad podemos arrodillarnos, pronunciar palabras bonitas, repetir y balbucear oraciones aprendidas, e incluso versículos de la Biblia de memoria, pero todo esto, sin el entendimiento, guía y luz del Espíritu, será sólo un ritual vano y sin fruto. No es la excelencia de la voz, ni la apariencia exterior lo que Dios considera, sino el Espíritu. El hombre, está tan lleno de toda suerte de impiedad, que no solamente no puede tener una palabra o un pensamiento limpio, y mucho menos una oración pura y aceptable a Dios por Cristo. Por lo cual, los fariseos, a pesar de sus oraciones, o a causa de ellas, fueron rechazados. No cabe la menor duda de que, en cuanto a palabras, eran perfectamente capaces de expresarse; es más, se destacaban por lo prolijo de sus oraciones; pero no tenían la ayuda del Espíritu de Jesucristo, por lo cual, lo que hacían, lo hacían solamente en su debilidad. David sabía esto muy bien, y por eso clamó: "SEÑOR, abre mis labios; y mi boca publicará tu alabanza"(Salmo 51:15). Anhelaba adorar a Dios, pero él sabía que el SEÑOR debía ayudarle, pues de lo contrario sería incapaz de pronunciar ni siquiera una palabra acertada, a menos que el Espíritu mismo le ayudara en su debilidad.
Solamente el Espíritu puede claramente mostrar al hombre lo miserable que es por naturaleza, capacitándole así para la oración. Orar por orar es tan sólo culto de labios, cuando no hay una experiencia real que confronta el pecado. ¡Oh, qué horrenda hipocresía la de la mayoría de corazones! ¡Cuán horrenda mentira la de muchos hombres que oran hoy día sólo para ser vistos por los hombres! Mateo 23:5 ¡Y todo esto por no tener experiencia de su propia miseria! Más el Espíritu muestra amorosamente al alma su estado verdadero, le indica su posición y lo que probablemente va a ser de ella; le muestra asimismo lo intolerable de su condición. El Espíritu es quien redarguye eficazmente del pecado y de la miseria de una vida sin Cristo, poniendo así al alma en una actitud apacible, grave, consciente, afectuosa, para orar a Dios conforme a Su Palabra.
Porque sin el Espíritu, aunque el hombre viera su estado de pecado, y también la manera de acercarse a Dios, jamás podría aspirar a tener participación en El, en Cristo, o en la misericordia, sin contar con la aprobación divina. ¡Qué tarea tan grande, para la pobre alma que percibe su pecado y la ira de Dios, decir en fe esta sola palabra: ¡Padre! Les digo que, cualquiera que sea la opinión de los hipócritas, ésta es la mayor dificultad para el cristiano verdadero: "no puede decir que Dios es su Padre". Y dicen -no me atrevo a llamarle Padre- Por esto precisamente es necesario que el Espíritu sea enviado al corazón de los del pueblo de Dios, para clamar: ¡Padre! Es éste un esfuerzo que, sin el Espíritu, nadie puede realizar conscientemente y en fe. Cuando digo conscientemente, quiero decir sabiendo lo que es ser hijo de Dios, haber nacido de nuevo. Y cuando digo en fe, quiero decir que el alma cree, por experiencia genuina, que la obra de la gracia ha sido hecha en ella. Esta es la única manera de llamar a Dios, Padre. Como tampoco nadie puede decir: Jesús es el SEÑOR, excepto por el Espíritu Santo. 1 Corintios 12:3
Entonces, es preciso que la oración sea en el Espíritu, para que sea eficaz. Las oraciones que no son movidas desde lo alto, son como aquellos que las pronuncian: necias, hipócritas, frías e indecorosas; vienen a ser abominación al SEÑOR. Esta es la causa por la que muchos no pueden derramar sus almas a Dios de modo sincero, consciente y afectuoso, en el poder del Espíritu. Es la razón por la que muchas oraciones se quedan en la tierra. Porque la oración que mueve montañas, tiene efectos en el mundo espiritual y va al cielo, es la que se hace en el poder del Espíritu Santo. -John Bunyan