ABRIL 13

"EL HUERTO DEL REY." Nehemías 3:15
A nuestro Salvador le gustaba estar entre los olivos, debido a la figura muy congenial del olivo. Se retuerce y se enrolla y se contorsiona como si estuviese en una agonía. Tiene que extraer el aceite del duro pedernal, y pareciera hacerlo con gran trabajo y fatiga; la figura misma de muchos olivos pareciera sugerir ese pensamiento. Entonces, un huerto de olivos es un lugar de doloroso placer y de fructífero trabajo, donde el aceite es rico y graso, pero donde ha de invertirse mucho esfuerzo en su extracción desde el duro suelo sobre el que está plantado el olivo. No hay ningún árbol que parezca más sugerente de un sentimiento de identificación con un ser sufriente que un olivo, ninguna sombra que sea más dulcemente pensativa, más apropiada para los momentos de aflicción y para la hora de devota meditación. No me sorprende, por tanto, que Jesús fuera al huerto de Getsemaní para poder estar completamente solo, para derramar Su alma delante de Dios, y no obstante, poder contar con algunos compañeros a una corta distancia sin ser molestado por su inmediata presencia.
"EL HUERTO DEL REY." La mención del huerto del rey por parte de Nehemías trae a nuestra mente el paraíso que el Rey de reyes preparó para Adán. El pecado arruinó completamente aquella hermosa morada de todos los placeres e hizo caer a los hijos de los hombres al suelo, el cual les produce espinos y cardos. Alma mía, recuerda la Caída, pues fue tu caída. Lamenta mucho que el SEÑOR de amor fuera tan ignominiosamente tratado por la cabeza de la raza humana, de la que tú eres un miembro tan indigno como cualquier otro. Mira cómo los dragones y los demonios residen en esta hermosa tierra, que una vez fuera un huerto de placer.
Mira más allá, a otro huerto del Rey que este riega con el sudor de Su sangre: Getsemaní, cuyas amargas hierbas son para las almas regeneradas mucho más agradables que los sabrosos frutos del Edén. Allí se reparó el daño que la serpiente había causado en el primer huerto; allí se quitó la maldición de la tierra, con la cual cargó la simiente prometida de la mujer. Alma mía, piensa mucho en la angustia y en la Pasión; visita el huerto de la angustia y mira a tu gran Redentor, redimiéndote de tu estado de perdición. En realidad, este es el huerto de los huertos, donde el alma puede ver la culpa del pecado y el poder del amor: dos aspectos que sobrepasan a todos los demás.
¿No hay otro huerto más del Rey? Sí, corazón mío, tú eres ese huerto, o debieras serlo. ¿Cómo florecen en ti las flores? ¿Hay algunos frutos selectos? ¿Anda el Rey en ese huerto y descansa en los cenadores de mi espíritu? ¡Asegúreme yo de que las plantas estén podadas y regadas, y de que se cacen las dañinas zorras! Ven, Señor, y permite que el viento celestial sople con tu venida para que las fragancias de tu huerto lo llenen todo. Tampoco debo olvidar ese otro huerto del Rey que es la Iglesia. ¡Oh Señor, prospérala! Reedifica sus muros, nutre sus plantas, madura sus frutos, y del dilatado desierto desmonta el yermo estéril y conviértelo en «el huerto del Rey». -C.Spurgeon