AGOSTO 12

"Y el que siega recibe su salario y recoge fruto para vida eterna, para que se alegren por igual el que siembra y el que siega. Porque en este caso es verdad lo que dice el dicho: "Uno es el que siembra, y otro es el que cosecha." Juan 4:36-37
Los que viven para este mundo, a menudo no reciben recompensa; pero los que hacen la obra de Dios están seguros de buenos salarios y de una gloriosa cosecha. "El que siembra para agradar a su naturaleza pecaminosa, de esa misma naturaleza cosechará destrucción; el que siembra para agradar al Espíritu, del Espíritu cosechará vida eterna." Gál.6:8 El salario de gran parte del trabajo de la tierra es desilusión. Pero la paga de vivir para Dios es vida, y el gozo es seguro y eterno.
A menudo es un trabajo duro lo que el cristiano tiene que hacer. La siembra es con lágrimas, pero la cosecha es siempre con alegría. "Los que sembraron con lágrimas, con regocijo segarán." Salmo 126:5 Cristo mismo encontró la siembra dura y dolorosa, pero nunca se arrepintió en el cielo de lo que le costó aquí. Hablando el profeta Isaías de las penas y sufrimientos de la vida de Cristo, dijo: "Verá el fruto de la aflicción de su alma, y quedará satisfecho". Isaías 53:11 Tenemos otros ejemplos de lo mismo. Cuando hubo pasado por Su dolorosa tentación y tuvo "hambre", dice que "los ángeles vinieron y le sirvieron". Isaías 53:11 También en Getsemaní, después de su amarga agonía, leemos que "apareció un ángel del cielo para fortalecerlo". Lucas 22:43
Mientras el SEÑOR está ahora sentado en Su trono y ve a los millones de redimidos que regresan a casa, a la gloria, todos salvos a través de Sus sufrimientos, Él nunca se arrepiente de haber dado tal precio por su redención, sino que se regocija y está satisfecho con el salario que recibe. Así será con todos Sus seguidores, a quienes se les permite sufrir de cualquier manera para traer a casa a los perdidos. El salario compensará mil veces todo el sacrificio y el costo.
Ningún trabajo verdadero para Cristo ha sido en vano. En la tierra muchas semillas caen y mueren en el suelo; pero ninguna semilla de la verdad celestial que se siembra en la fe y se riega con lágrimas, deja de brotar en alguna parte y en algún momento para convertirse en una planta de justicia. Puede que no siempre crezca como esperaba el sembrador, ni siempre sea exactamente donde ni cuando esperaba; sin embargo, ninguna palabra viva de Dios puede morir jamás. Dice el SEÑOR por medio del profeta: "Mi Palabra, cuando sale de mi boca, no vuelve a mí vacía, sino que hace todo lo que yo quiero, y tiene éxito en todo aquello para lo cual la envié." Isaías 55:11 Debemos notar el tipo de salario que Dios da a sus segadores. No les paga con oro y plata, sino con vida eterna. Aquellos que trabajan en los campos de cosecha de Dios, pueden no hacerse ricos a los ojos de los hombres, pero ellos mismos crecen en una bendición espiritual más rica, más madura y más santa.
"Uno es el que siembra, y otro es el que cosecha." Esta palabra de Cristo a menudo se ilustra en su sentido literal. Muchos hombres siembran un campo de trigo, y antes de la cosecha, yace en su tumba. Muchos hombres plantan un árbol y no viven para probar sus frutos; otros que vienen después de él disfrutan del beneficio de su trabajo. También se ilustra esta palabra en su sentido espiritual. Muchas veces el sembrador no recoge ninguna cosecha en este mundo. Muchas personas trabajan duro y fielmente para Cristo toda su vida y no ven resultados. Luego, poco a poco, vienen otros, y casi sin esfuerzo, recogen abundantes cosechas de los mismos campos.
Pero, ¿quién dirá que el trabajo del sembrador no era tan importante como el del segador? Si el primero no hubiera trabajado tan fielmente y durante tanto tiempo, ¿podría el segundo haber recogido tal cosecha? Estamos seguros de que en el Cielo, ambos se gozarán. No hay peligro de que haya celos allí, en cuanto a quién le corresponde el honor. Dijo AL respecto Pablo: "Yo planté, Apolos regó; pero el crecimiento lo ha dado Dios. Así que ni el que planta es algo, ni el que riega, sino Dios, que da el crecimiento. Y el que planta y el que riega son una misma cosa; aunque cada uno recibirá su recompensa conforme a su labor. 1Cor. 3.6-8 Entonces no necesitamos preocuparnos por la cosecha. Sembremos por todas partes la buena semilla, ya sea que cosechemos o la recoja alguna otra mano, no habrá diferencia; ¡El sembrador y el segador se gozarán juntos! - J.R.Miller