ABRIL 12

....y ordenó que los que supieran nadar fueran los primeros en echarse al mar para llegar a tierra, y que los demás usaran tablas, o algunos restos de la nave. Fue así como todos pudimos llegar a tierra y salvarnos. Hechos 27:43-44
La historia tan maravillosa del viaje de Pablo a Roma con sus pruebas y triunfos, es un magnífico ejemplo de la luz y la oscuridad del camino de la fe a través de la vida humana.
Sus características predominantes, son los lugares estrechos y difíciles que encontró, mezclados con la intervención y providencia de Dios de la forma más extraordinaria. Generalmente se tiene la idea de que la senda de la fe está cubierta con flores y que cuando Dios se interpone en la vida de los Suyos, lo hace en una forma tan extraordinaria, que nos eleva por completo y saca fuera de todas las dificultades. No obstante, la verdadera experiencia nos muestra todo lo contrario. La historia de la Biblia está compuesta de una serie de pruebas y triunfos recíprocos, en el caso de cada uno de la multitud de testigos que encontramos desde Abel hasta Jesucristo.
Pablo, mucho más que ningún otro, fue un ejemplo de lo mucho que un hijo de Dios puede sufrir sin ser oprimido o quebrantado en Espíritu. A causa de su testimonio en Damasco fue perseguido por sus enemigos y obligado a huir para poder salvar su vida, pero no vemos a ninguna carroza celestial transportando al santo apóstol por medio de la luz del rayo para evitar que lo agarren sus enemigos; sino que lo contemplamos "a través de una ventana, metido en un cesto" descargándolo por las paredes de Damasco, y así es como escapó de las manos de sus adversarios. El siervo de Jesucristo fue metido en un cesto viejo, descolgado por la ventana y de una forma ignominiosa tuvo que huir del odio de sus enemigos.
Otra vez lo encontramos durante varios meses en calabozos solitarios; le hallamos contando sus vigilias, sus ayunos, el ser abandonado por amigos, la forma brutal y vergonzosa como fue apaleado, y aún después de haberle prometido Dios librarle, le vemos durante varios días luchando con una mar tempestuosa y obligado a tener cuidado del pérfido marinero. Por fin, cuando llega el rescate, no vemos que descienda de los cielos ninguna galera celestial para llevarse al noble prisionero, ni tampoco nada con forma de ángel andando sobre las aguas y apaciguando aquellas olas enfurecidas. No hay ninguna señal sobrenatural del gran milagro que se está obrando, sino que uno se vio obligado a agarrarse a un palo, el otro a un tablón flotante, otro a subirse sobre alguno de los trozos del barco naufragado, otro a luchar nadando para poder salvar su vida.
He aquí el modelo de Dios para con nuestras propias vidas. He aquí un Evangelio para ayudar a aquellos que diariamente tienen que vivir en este mundo rodeados de circunstancias adversas, y tienen que resolver un millar de problemas de una forma adecuada y práctica. Las promesas y la providencia de Dios, no nos sacan del plano del sentido común y de la prueba ordinaria, sino que es por medio de estas mismas cosas, como la fe se perfecciona y Dios se complace en entretejer el hilo de oro de Su amor entre los enredos de la experiencia diaria.