DICIEMBRE 11

David dijo a Goliat: "Tú vienes a mí con espada, lanza y jabalina, pero yo vengo a ti en el nombre del Señor de los ejércitos, el Dios de los escuadrones de Israel, a quien tú has desafiado". 1 Samuel 17:45
Este pasaje nos muestra el contraste entre David y Goliat que representan el bien y el mal. También nos dan una imagen del destino final del bien y del mal. El mal en nuestro mundo es como Goliat: de estatura gigantesca, aspecto imponente. El espíritu del mal, como el de Goliat, es orgulloso, despectivo, maligno, se cree estar por encima de Dios. El bien en nuestro mundo es como David en apariencia: pequeño, débil e insignificante; no posee nada de lo que el mundo atribuye de fuerza o gloria. El espíritu del bien, como el de David, es de humilde confianza y dependencia absoluta en Dios. Así apareció en Cristo: "No había en Él belleza ni majestad alguna; su aspecto no era atractivo y nada en su apariencia lo hacía deseable." Isaías 53:2 Sin embargo, venció la muerte y el mal.
También tenemos aquí una imagen de las armas del bien y del mal. El mal, como Goliat, tiene muchas y poderosas armas para librar sus batallas terrenales, los ejércitos y las marinas están de su lado. La armadura de Goliat era solo a prueba de humanos, su jactancia y desafío provenían de palabras de la seguridad en sí mismo y el poder humano; las armas sin el poder Divino no tienen ningún efecto. Las armas del bien son las más sencillas: David venció a Goliat con una honda y una piedra, éstas simbolizan: "Las armas de nuestra guerra; no son del mundo sino que tienen el poder divino para derribar fortalezas.". 2Cor.10:4. La vida cristiana es una batalla moral día a día contra el egoísmo y el mal, y solo el Espíritu de Dios en quién debemos tener nuestra fe en el día de la prueba y la dificultad, mirar la misma mano Todopoderosa y misericordiosa que nos ha sostenido.
David no buscó poder ni grandeza, incluso cuando el Reino de Israel le fue conferido. Sus hermanos mayores habían ido a ganar gloria en la causa de su Dios y su país; pero él, el siervo elegido de Dios y el rey ungido de su país, se quedó en los campos, inactivo, oculto, anónimo. Por tanto, es deber del cristiano no arrojarse con ambición en el camino de la tentación para exhibir su celo por su profesión, o su confianza en la victoria. La autosuficiencia y presunción de los necios los destruyen. Nada puede superar a la humildad, la fe y la piedad que aparecen en las palabras de David. Expresó su expectativa segura de éxito; No se glorió en su aspecto y armas humanas, para que la victoria y la gloria pudieran atribuirse solo al SEÑOR.
El gran nombre en el que descansaba la fe de David, "el SEÑOR de los ejércitos". El Nombre es una compilación de todo lo que Jesús revela sobre la naturaleza y el corazón de Dios. La cualidad especial que David extrajo del conjunto de cualidades representadas por el Nombre Divino de Dios se indica en las palabras, "el SEÑOR de los Ejércitos". El conflicto es bendecido si enseña el conocimiento del Comandante invisible que reúne no solo a los hombres, sino a todas las fuerzas del universo y los ejércitos del cielo, para la defensa de sus siervos y la victoria de su propia causa. El que desafía a los ejércitos de Israel tiene que contar con el SEÑOR de estos ejércitos.
¿Puede existir un ejercicio de fe más noble, un ejemplo más fino de un espíritu humano que se apodera de lo Invisible? fortaleciéndose contra los peligros visibles al darse cuenta de la ayuda de un Dios invisible; descansando sobre Su Palabra segura como sobre roca sólida; arrojándose sin miedo a un mar de peligros; confiado en la protección y la victoria de Él. La única ayuda para la fe de David fue el recuerdo del encuentro con el león y el oso, y la seguridad de que ahora recibiría la misma ayuda bondadosa.
Hay dos formas en que la fe puede afirmar su supremacía. Una, que luego le resultó muy familiar a David, es cuando primero debe luchar duramente con la duda y el temor; cuando debe enfrentarse a las sugerencias de la mente carnal, lidiar con ellas en conflicto mortal, en el Nombre de Cristo que es sobre todo Nombre. La otra forma es saltar al trono del SEÑOR; tan libre de dudas, temores y recelos como un niño pequeño en los brazos de su padre, consciente de que todo lo que necesita el Padre Celestial se lo proporcionará. Fue este infantil y simple, pero triunfante ejercicio de fe que David demostró al emprender este conflicto. "Les aseguro que si ustedes no cambian y se vuelven como niños, no entrarán en el reino de los cielos".
¡Felices los que tienen el privilegio de tal logro! Solo cuidemos de no desesperarnos si no podemos alcanzar esta fe sencilla de manera inmediata. Recordemos que el SEÑOR es el autor de la Fe, descansemos en Él, Él está con nosotros en el proceso en que tenemos luchar en primera instancia con el Goliat de nuestros temores que tienden a magnificar en nuestra mente las dificultades y los peligros, pero ÉL los expulsa de nosotros y nos da el triunfo como lo hizo con David: "El SEÑOR nos entregará a Goliat en nuestras manos y será destruído". ¿Por qué estás abatida, oh alma mía, y ¿Por qué te inquietas dentro de mí? Espera en Dios, porque aún he de alabarle, Salvación mía y Dios mío". Salmo 42:5. El Dios que liberó a David del poder del gigante, porque Él lo venció en la Cruz por medio de Su Hijo, nos hace "más que vencedores", y nos permitirá saquear "principados y potestades y triunfar abiertamente sobre ellos". Nicoll