ABRIL  10

11.04.2022

Pero Jesús, sabiendo todas las cosas que le habían de acontecer, se adelantó. Juan 18:4

El día más radiante del mundo es el de la resurrección, pero los días previos a la resurrección no carecen de hermosura. El día de la resurrección es un día de triunfo, pero los días que conducen hasta este triunfo están cargados con un profundo significado y un sentimiento aún más profundo. Los días previos a la resurrección nos muestran a Cristo entrando a Jerusalén sobre un pollino, Mateo 21:5 de una manera emotiva, mientras los cascos de su paciente cabalgadura pisaban una alfombra de hojas de palmera: Y la gente que iba delante y la que iba detrás aclamaba, diciendo: ¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas! Mateo 21:9.

Celebraron la última cena cuando Cristo, sabiendo la cercanía del fin de su vida en la tierra, partió el pan con aquellos que amaba hasta lo sumo. Allí está el jueves santo, cuando Jesús oraba en el Huerto de los Olivos, fue besado por Judas, traicionado por un amigo. Allí está el viernes santo que coronó con espinas el Supremo Sacrificio. Allí está el sábado santo, periodo del dolor, paciencia y oración. Y luego aparecen los lirios en flor, los pájaros cantores y la resurrección.

Los días previos a la resurrección nos enseñan a recibir el aplauso y la alabanza con mucha humildad, porque pronto se disipan en el crepúsculo del olvido. Nos enseñan que debemos ser mansos en nuestros momentos de triunfo y que debemos apoyarnos, no en la fanfarria de la multitud, sino en la aprobación aún no expresada del Juez Supremo. Nos enseñan la tolerancia. No al estilo de Pilato, que se lavó las manos y dejó que las cosas siguieran su curso, sino la tolerancia cristiana que ofrece compasión y ayuda y rehúsa tomar parte en las malas acciones. Nos enseñan que no siempre la voluntad de Dios coincide con nuestra voluntad, pero que de todos modos debemos aceptarla. Nos enseñan que la vida y el amor sobreviven a las burlas, maltratos, rechazos y a la crucifixión.

Sabemos que a veces hay barreras, y que el dolor forma parte de nuestro futuro en la tierra. Cristo sabía y muy bien que el martirio sería su herencia. Sabía que durante aquella semana, la Semana Santa, se estaba acercando a pasos agigantados al momento de supremo dolor. Sin embargo, el conocimiento de estas cosas no lo transformó en un mero espectador. Conservó su fe, y su confianza en Su Padre. Ven­ció a las tinieblas, a la mentira, al odio. Venció al temor. Triunfo sobre la muerte una vez y para siempre. Su victoria es nuestra victoria. -Margarita Sangster